MISA, PROCESIÓN Y JUGAR LA BANDERA DE SAN ANTÓN - GALERA 2025
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GALERA TREINTA Y CINCO SIEGLOS DE HISTORIA (Capítulo nº 100)
X.5. LA CONSOLIDACIÓN DE LA GALERA ACTUAL (X)
IX.8. EL FACTOR RELIGIOSO
En una España, al menos oficialmente, de tan acendrada religiosidad -buen ejemplo de
ello puede ser el propio Felipe IV-, es lógico que los habitantes de la Galera de este tiempo
manifestasen igualmente esta faceta de su personalidad. Así que, respondiendo al estímulo
que fluye de las altas jerarquías, sus habitantes se muestran muy activos y acordes con la
doctrina de la Iglesia, materializando sus mensajes en la realización de prácticas piadosas.
Hemos comentado, en un apartado anterior, que uno de los primeros organismos que
constituyen los repobladores es precisamente una hermandad religiosa bajo el patrocinio del
Cristo de la Vera Cruz en 1596. En el siglo que nos ocupa este capítulo hay una considerable
actividad religiosa, que vamos a explicar cronológicamente para su mejor comprensión.
Traspasada la frontera del XVI al XVII, en esta fase de consolidación de la villa, vemos
que muy pronto se crean o se incorporan en nuestro acervo religioso nuevas hermandades,
ermitas y costumbres que muchas de ellas van a llegar hasta este final del segundo milenio de
la era cristiana.
Como prueba de esa activa vida religiosa que tenía lugar en la villa, pueden ser los
nombramientos anuales -a la par que los alcaldes, regidores y acequieros- de los mayordomos
de las distintas ermitas que paulatinamente fueron levantándose en la localidad. Uno de los
más antiguos que nos consta es el de 23 de febrero de 1674 en el que se procede a éstos:
«Por mayordomos de la hermita de san ysidro a juan de jea y juan berdexo el mozo Por
mayordomos de la ermita de san marcos a bartolome perez y Atto revelles Por
mayordomo de la hermita de san anton a los nonbrados Por mayodomos de la hermita
de mi señora santana a joseph buendia y ambrosio Pérez»
Tal vez una de las manifestaciones de más raigambre popular en Galera -impregnada
de un indudable valor religioso a la vez que cultural- sea el «Vía Crucis» tradicional que se
celebra y se lleva cabo la mañana del Viernes Santo de cada año. Podría tratarse de una de las
más antiguas que se conservan en Galera. Y ello porque seguramente la debemos a la difusión
que de esta piadosa práctica hizo la Orden Franciscana desde su convento de Huéscar, donde
se habían establecido a finales de 1602.
Si quitarle importancia a los demás hechos de esta centuria, tal vez el que más
trascendencia haya tenido fue el que cuajó el día 3 de noviembre de 1627. En el recorrido que
hemos hecho juntos por la historia de nuestra villa nos hemos encontrado con uno de sus
protagonistas, de lo cual avisábamos en su momento. Se trataba de Pedro Cabezas y su
estrecha relación con la imagen del Santísimo Cristo de la Expiración. Lo hemos visto, como
recordarán, al frente del estanco del aceite haciéndose cargo de dos tinajas que adquiere el
Concejo de la villa, precisamente para almacenar el género que él era el encargado de vender
al público. Era el año de 1621.
Tal vez en esta fecha el hombre andaba ofuscado con las sisas que practica en la venta
del aceite, según él mismo reconoce después. Y con la particularidad de que, al no haber
cultivo de olivos en la villa, todos sus habitantes debían adquirir el imprescindible género en el
establecimiento que atendía. Le había traicionado la codicia. Pero su fondo es noble y
temeroso de Dios.
Muy malos ratos debió de pasar cuando cayó en la cuenta de lo que había estado
haciendo durante tanto tiempo contra las pobres economías de sus convecinos. Y llegó a la
conclusión de que no quería «tener grabada en su conciencia a la hora de la muerte»
La devoción a Santa Ana es patente a mediados de este siglo XVII y los vecinos deciden
alzar una ermita con esta advocación. El lugar elegido es en el extremo norte del cerro de la
Virgen de la Cabeza, que en aquella fecha limitaba al pueblo por ese sitio, teniendo un acceso
casi a piso llano desde el centro de la villa. Al haberse demolido el edificio en los años treinta
de nuestro siglo, no nos ha sido posible conocerlo. Únicamente se conservan algunas
fotografías que nos aproximan a las características exteriores de dicha ermita. Parece que se
trataba de un edificio de planta aproximadamente cuadrada, cubierto con un tejado piramidal
de cuatro aguas. En la actualidad hay en la comarca dos ermitas que guardan con aquella
alguna similitud. Éstas son las de San Sebastián y San Antón, ambas en Orce.
Pero los tiempos no son buenos. Corre precisamente 1653, año que, como sabemos,
está inserto en una larga serie de ellos -doce- en los que el Reino de Granada y Andalucía han
padecido una de las más largas sequías del siglo. Y justamente los dos anteriores habían sido
de pésimas cosechas en toda España, por lo que los vecinos no tienen disponibilidad
económica alguna.
Alguien, sin embargo, propone una solución que puede ser la definitiva: vender los
pámpanos de las viñas como pastos e invertir ese dinero en la obra. Como idea no es mala,
pero para hacerla efectiva hay que pedir una provisión real autorizando ese extremo. La ilusión
debería ser tanta que no se arredran por las dificultades. Se solicita el permiso
correspondiente, el cual llega a buen término.
Falta, ahora, que los vecinos se pronuncien formalmente por esa decisión. Y la manera
de hacerlo es a través de la celebración de un cabildo abierto.