GALERA TREINTA Y CINCO SIEGLOS DE HISTORIA (Capítulo nº 62)

LA EDAD MODERNA

IX.8e. LA ADMINISTRACIÓN LOCAL EN EL SETECIENTOS (I)

Inmerso aún en la Guerra de Sucesión, es curioso el Real Decreto que el Corregidor de Baza hace llegar a Galera -y al resto de localidades de su jurisdicción, como es natural- según el cual se le da validez en España a la moneda corriente francesa. La explicación está en que un gran contingente de tropas galas -en apoyo de Felipe V contra el archiduque- ha cruzado la frontera y se encuentra ya en Navarra. Se espera, como es natural, que haya necesidad de dinero flotante para pagar a los soldados extranjeros. Y en un curioso antecedente a la consecución de la moneda única europea, se establece temporalmente la validez y el curso legal de la moneda transpirenaica. Hasta incluso se determina la equivalencia de ambas de la siguiente manera:

«… he resuelto que así en Navarra como en todos los dominios de Castilla se reciban y vayan los luises de oro como los doblones de a dos escudos de oro; los escudos como los reales de a ocho de plata doble y los medios escudos y cuartos de escudos a proporción…»

La orden, que se firma el 5 de julio de 1706, llega a Galera el día 20 de septiembre y se hace pública, suponemos, para general conocimiento de la población.

Y aunque el conflicto no ha concluido, la verdad es que languidece en algunas regiones, cada vez más lejanas para los habitantes de la villa. Por tanto, la vida continúa con casi total normalidad. Prueba de ello, por ejemplo, puede ser el desarrollo de las periódicas visitas de inspección que se hacían a los lugares públicos, tales como estancos de aceite, carnicerías, molinos, etc. Con ellas se pretende que el servicio que se presta a los clientes esté dentro de las normas establecidas para evitar fraudes u otros tipos de engaños que es obvio que se daban.

El día 11 de abril sorprendemos, por ejemplo, a la Comisión encargada de estos menesteres. En uso de las facultades que se le han conferido, hace un concienzudo recorrido por las carnicerías, donde se examinaron las pesas usadas para el despacho de la carne «y se hallaron cabales». En el estanco del aceite y del jabón, cuyas existencias se elevaban a unas seis arrobas «de aceite entinajado», se comprobó que las medidas estaban de acuerdo con el marco de la villa. Por cierto, en aquellos días el aceite estaba a siete cuartos la libra. El único horno con que cuenta el pueblo es igualmente inspeccionado -que aun siendo del marqués de Aguilafuente no le hacían la vista gorda-, superando con éxito la prueba. Desde el horno, los expertos se van hasta la Ribera, donde muele día y noche Juan Fernández, encargado del molino propiedad de Francisco Romo. «Se reconozieron las medidas de dcho. molino del zelemin medio zelemin y quartillo y se hallaron tener alguna falta -(vaya por Dios!- por estar muy usadas y algo gastadas y dchos. señores reconozieron que el daño en la falta de dchas. medidas era para el dcho. molinero … y a beneficio de los q. ban a moler…», por lo cual deducimos que no sería éste el famoso molinero del refrán. Así que sus señorías mandaron que la próxima vez que lo visitasen tuviese las medidas forradas con hierro para que no ocurriese tal. El resto de los molinos -el llamado de abajo, que estaba inmediato al anterior, el del Pantano y el del Segador- funcionaban con toda normalidad en pesas, medidas y calidades, salvo el último de ellos que también usaba medidas sin herrar1

A lo largo de estos años es frecuente ver cómo la colaboración ciudadana, más o menos gustosamente, es una realidad en nuestro pueblo. El Concejo no disponía de caudales suficientes para financiar las obras públicas de cierta envergadura que era necesario llevar a cabo de vez en cuando. Las cuales, además, facilitaban el trabajo de los particulares. Por ello, periódicamente el Consistorio organiza cuadrillas de vecinos que se aplican a reparar la infraestructura viaria de que se disponía en este tiempo. Ejemplo de estas acciones puede ser el nombramiento de cuadrillas que tiene lugar el día 25 de mayo de 1713. Se trata de reparar puentes, caminos y otras obras «que tocan al bien comun y a ellas sin excusa deben asistir todos los vezinos para q. a ninguno se aga agrabio». Y por lo visto la cosa debía funcionar bien, ya que en esta ocasión hay nombrados para este menester hasta 147 vecinos.

Corría 1730, o quizá 1731, cuando accede a la cabeza del Señorío Don Valerio de Zúñiga Enríquez y Fernández de Córdoba con el título de XIII Señor de Galera y Orce y 61 de la Casa de Zúñiga.

Un dato más sobre la importancia que iba adquiriendo el sentido de comunidad y la creciente preocupación del Concejo por el buen funcionamiento de ésta es el caso de una expropiación que tiene lugar en 1734. En el mes de septiembre de aquel año se habían producido varias tormentas que habían hecho crecer el río, como es casi normal en nuestra región. Pero por lo visto en esta ocasión subió más de lo habitual, hasta llevarse parte del camino Real a Castilléjar, de manera que el acceso a esta parte de la vega y a la villa vecina se dificultaba grandemente. Por ello, el Concejo se reúne el día 20 de diciembre para elaborar un expediente de expropiación forzosa de un celemín de tierra de regadío en las huelgas de este paraje. Y lo curioso es que para ejecutar este asunto es suficiente la intervención de los veedores de tierras del Ayuntamiento -que para eso estaban-, sin más complicación burocrática. El valor de la tierra se cifra en cincuenta ducados por fanega y a ese precio se paga, con lo que el camino vuelve a abrirse.

Está suficientemente claro que el cambio de dinastía -una vez agotados los postreros representantes de la última- era necesario para la reactivación de la vida en los lugares, villas y ciudades de España, las cuales habían caído en un sopor que llevaron a la nación a la ruina comentada en apartados anteriores. Y aunque con todos sus defectos, una vez mediado este siglo, concretamente en 1754, leemos cómo la villa de Galera recibe la visita como Juez de residencia de don Andrés de Segura Nieto y Romero. El nombramiento como tal era del propio señor de la villa. La misión de este juez inspector que diríamos en la actualidad consiste en analizar la administración de todos los gobernadores; alcaldes mayores; tenientes y demás capitulares y ministros de justicia que parecieren haberlo sido… «desde la última que se tomó hasta fin de diciembre del año próximo pasado». Pero no se contentará con esto, sino también «hará visita y reconocimiento general de los montes, pinares, prados, exidos, cañadas y demás perteneciente al bien común en todos sus términos y jurisdicciones». No extraña, por tanto, que de vez en cuando las autoridades locales controlen de la misma manera su más inmediato entorno.

1 Lo que hizo que los comisionados le recomendasen, al igual que lo habían hecho con Juan Fernández, que para la siguiente ocasión forrase de chapa las medidas, evitando de esta forma el desgaste propio del uso.

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