GALERA TREINTA Y CINCO SIEGLOS DE HISTORIA (Capítulo nº 95)
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GALERA TREINTA Y CINCO SIEGLOS DE HISTORIA (Capítulo nº 57)
LA EDAD MODERNA
IX.8. EL SIGLO XVIII (II)
Curiosamente, en documento fechado asimismo en Granada ese mismo día por la misma autoridad que el anteriormente citado y enviado a las justicias de diversas localidades de la región, entre las que se encuentra Galera, “que son los lugares donde están alojados los oficiales de los soldados”, se da orden de que estos militares regresen a Baza desde las expresadas localidades, donde han de concentrarse. Pero estos soldados, por lo que diremos más adelante, nunca se alojaron en nuestro pueblo en estas fechas. Esta segunda orden debe responder a algún tipo de confusión que no acabamos de entender. Pero ambas están recogidas, registradas y guardadas en el Archivo Histórico Municipal.
Según esta última orden, la villa había de entrar de alguna manera en la dinámica de la guerra nada más comenzar el año. Sin embargo, y por alguna circunstancia que desconocemos, el alojamiento de los soldados se aplazará hasta el mes de mayo. Y lo que se han ahorrado sus ciudadanos en casi cuatro meses y medio al no tener alojada la soldadesca en sus propios domicilios, lo van a pagar al alto precio de asumir a mediados de mayo no unos pocos militares, sino dos compañías enteras122. Así es que de las ocho compañías de caballería y los trescientos soldados de infantería que llueven sobre Baza y lugares de su jurisdicción, dos de las primeras se destinan a Galera. Lo cual, por otra parte, no parece demasiado equitativo si tenemos en cuenta el número de localidades que abarcaba entonces aquella jurisdicción.
Las compañías que destinan a Galera son las que están al mando de don Jerónimo Porttan y de don Diego Teodomiro de la Cueva. Para ellas se dispone “…que les den …el alojamiento que en las demás ocasiones se ha estilado y previenen las reales ordenanzas en semejantes casos y todos los bagajes necesarios que pidieren dichos capitanes sin que se experimente la menor falta ni detención…” ¡Y vaya si se los dan! Sobre todo a don Jerónimo.
Así el día 14 de mayo son recibidos por los alcaldes ordinarios y regidor de la villa, todos los cuales “dijeron estar prontos a cumplir lo que… se ordena…”. Naturalmente.
Pero esta vez la suerte se pone de parte de nuestros buenos alcaldes, que lo eran Marcos Blanes y Juan Martínez Aznar, y regidores, a la sazón Esteban Salcedo y Bartolomé Pérez. Los cuatro debieron estimar cuando se les vino encima la tropa -presumiblemente a resguardo de los recién llegados- que la carga era excesiva para los caudales de la villa y sus vecinos y debieron escribir inmediatamente a la máxima autoridad bastetana para que los excusase, siquiera en parte, de la patriótica obligación. Y el mismo que les había causado el daño les iba a dar la medicina. A los tres días de la llegada de la soldadesca una alegría que se guardarían muy bien de hacer manifiesta ante los militares, recorrería los ojos del Concejo. El motivo es que el día 17 les llega una carta, “… a súplica que se le hizo”, del alcalde mayor de Baza “por la cual manda levantar de esta villa treinta hombres de las dos compañías”, lo cual, estando las cosas como estaban, era de agradecer. Y mucho más cuando el capitán Porttan se ha ido al frente de los soldados, destinado a Benamaurel.
El resto del contingente permanece en Galera un tiempo variable, puesto que cuando se van lo hacen en fechas distintas. El primer grupo de esta fuerza se ausenta el 24 de mayo -algunos de sus componentes destinados a Huéscar- inclusión hecha del capitán don Diego Teodomiro. El resto de soldados permanece aquí hasta el día 1 de julio. Y no hacen más que irse y los munícipes que, la verdad, no debían ser demasiado apocados, elaboran un Memorial Jurado enumerando con detalles muy significativos los gastos causados por la fuerza militar en el pueblo. La totalidad de ellos fue de 10.314 reales de vellón. Esta cifra, así, sin comentarios, no dice demasiado. Pero si se explica que de esa cantidad más del 81% correspondió a la compañía de Porttan, la cosa empieza a interesar. Y si se puntualiza que de los 8.420 reales que componen ese porcentaje, hemos de adjudicar un gasto de 440 reales ocasionado sólo y exclusivamente por el patriótico capitán, la cosa se pone verdaderamente interesante. Tanto, que los alcaldes y regidores tuvieron que recurrir a un abogado “…para que (les) diese luz… atento a no haberse ofrecido función semejante en esta villa…”.
Y es que en los seis días y sus noches que tuvo la villa la fortuna de alojarlo la función debió ser continua. Un pequeño detalle de sus justificadas y castrenses exigencias: “…chocolate, azúcar y nieve que se necesitaba traerla tres leguas de distancia…”.
El curso de la guerra continúa mientras tanto en otros lugares de España y Europa. Por ejemplo, en 1704, además de la ya referida toma de Gibraltar por los aliados, éstos adquieren un resonante triunfo en la batalla de Blenheim (Alemania), considerada por tratadistas modernos como el momento en el que el centro de gravedad política europea se desplaza desde Francia a Inglaterra. En 1705 Cataluña firma un acuerdo con los británicos, el Pacto de Génova, en virtud del cual la reina Ana les asegura un suministro continuo de armas para mantener su activa oposición a Felipe V, comprometiéndose igualmente a respetar sus privilegios cuando llegase el momento de reinar el archiduque en todo el territorio.
En 1706 se produce la entrada del mencionado por sus partidarios como Carlos III de Habsburgo, ante la indiferencia y ostensible rechazo de la población. Pero de poco le valió esta victoria, que moralmente debió tener muy poco valor para él, cuando se dice que el pueblo de Madrid gritaba al paso de la comitiva desde la que se arrojaban monedas a los curiosos: “Viva Carlos III mientras dure el echarnos dinero”. Sólo dos meses más tarde cambian las tornas y es ahora el de Anjou quien entra en la capital de España, previo abandono de la ciudad por su antagonista.
Este año es el más movido en nuestra historia local respecto al conflicto de la sucesión. Y ello porque es crucial en el desarrollo de la guerra. Las filas y la causa de Felipe V conocen un momento crítico, de manera que parece intuirse una derrota definitiva. Veamos la situación.