GALERA TREINTA Y CINCO SIEGLOS DE HISTORIA (Capítulo nº 95)
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GALERA TREINTA Y CINCO SIGLOS DE HISTORIA (Capítulo nº 34)
X. EDAD MODERNA
REBELIÓN (IV)
¿Qué ambiente se respira en la parte norte de la actual provincia de Granada en aquellos días en que la sublevación se había materializado, como hemos visto, en gran parte del territorio granadino?
Además de las noticias que nos dan los historiadores generales de estos sucesos, tenemos datos particulares, de primera mano, palpitantes, del desasosiego en que vivían los cristianos de la zona. Se trata de algunas cartas1 que se reciben en estos días en Huéscar, procedentes de diversos lugares, en las cuales se van dando nuevas a los atemorizados oscenses, sobre movimientos de moriscos por la comarca, ofertas de ayuda, instrucciones, conducta que seguir con los moriscos de la localidad, etc.
Todo lo que se diga en relación con Huéscar y la tensión que progresivamente van experimentando sus habitantes según reciben noticias del exterior, debe ser válido para los habitantes de Galera, cuyo censo ya conocemos. Desgraciadamente no tenemos documentos directos de lo acontecido en Galera en este tiempo por motivos achacables a este suceso, según explicábamos en una nota precedente.
La intención de este capítulo, por lo tanto, es la de intentar comprender la situación, cada vez más agobiante, de unos y otros contendientes ante los derroteros que va tomando en todo el Reino de Granada la guerra.
Las continuas restricciones que se iban imponiendo a los conversos en sus formas de vida, tal y como se ha dicho en el capítulo anterior, dieron lugar a la consecución de un clima cada vez más tenso, sobre todo en la ciudad de Granada, cuyo barrio del Albaicín -muy populoso en este tiempo- estaba habitado en su práctica totalidad de cristianos nuevos.
Los rumores de un alzamiento eran cada vez más insistentes, como producto de las filtraciones habidas de las reuniones que de vez en cuando celebraban los más exasperados albaicineros en busca de soluciones. Hasta incluso la fecha del alzamiento, el día de Nochebuena, había trascendido a la calle.
De ello habían tomado buena nota las autoridades, tanto civiles como militares, montando guardias en los lugares más estratégicos de la ciudad. La Alhambra, centro neurálgico de la capital, se hallaba en continua alerta en los últimos días del mes de diciembre de 1568.
Pero no solamente era el Albaicín el único lugar proclive a la rebelión. La Alpujarra, cuya población era casi absolutamente morisca, difícilmente se sujetaba ante las continuas provocaciones de los alcaides. Este suceso que cuenta Mármol Carvajal parece ser el que sirve de espoleta para que se produzca la largamente esperada explosión:
“Acostumbraban cada año los alguaciles y escribanos de la audiencia de Ujíjar de Albacete, que los mas dellos estaban casados en Granada, ir á tener las pascuas y las vacaciones con sus mujeres, y siempre llevaban de camino, de las alcarías por donde pasaban, gallinas, pollos, miel, fruta y dineros, que sacaban á los moriscos como mejor podían. Y como saliesen el martes 22 días del mes de diciembre Juan Duarte y Pedro de Medina, y otros cinco escribanos y alguaciles de Ujíjar con un morisco por guía, y fuesen por los lugares haciendo desórdenes con la mesma libertad que si la tierra estuviera muy pacífica, llevándose las bestias de guía, unos moriscos cuyas eran, creyendo no las poder cobrar más, por razón del levantamiento que aguardaban, acudieron a los monfís, y rogaron al Partal y al Seniz de Bérchul que saliesen á ellos con las cuadrillas y se las quitasen; los cuales no fueron nada perezosos, y el jueves en la tarde, 23 días del dicho mes, llegando los cristianos á una viña del término de Poqueira, salieron á cortarles el camino y las vidas juntamente, sin considerar el inconviniente que de aquel hecho se podría seguir á su negocio; y matando los seis dellos, huyeron Pedro Medina y el morisco, y fueron a dar el rebato á Albacete de Órgiba; y demás destos, á la vuelta toparon con cinco escuderos de Motril, que también habían venido á llevar regalos para la Pascua, y los mataron y les tomaron los caballos. El mesmo día entraron en la taa de Ferreira Diego de Herrera, capitán de la gente de Adra, y Juan Hurtado Docampo, su cuñado, vecino de Granada y caballero del hábito de Santiago, con cincuenta soldados y una carga de arcabuceros que llevaban para aquel presidio, y como fuesen haciendo las mesmas desórdenes que los escribanos y escuderos, los monfís fueron avisados dello, y determinaron matarlos como á los demás…Con este acuerdo fueron á los lugares de Soportújar y Cáñar… y recogiendo la gente que pudieron… y sabiendo que la siguiente noche habían de dormir en Cádiar, comunicaron a don Hernando Zaguer su negocio, y él les dio orden cómo los matasen, haciendo que cada vecino del lugar llevase un soldado á su casa por huésped, y metiendo á media noche los monfís en las casas… los mataron todos uno á uno… Hecho esto, los vecinos de Cádiar se armaron con las armas que les tomaron… se fueron los mancebos la vuelta de Ujíjar de Albacete con los monfís, y don Hernando el Zaguer y el Partal fueron á dar la vuelta por los lugares comarcanos para recoger gente, y otro día se juntaron todos en Ujíjar...”.
La nueva del levantamiento se difunde rápidamente por el territorio, sumándose de hecho muchos lugares de aquella comarca. Inmediatamente surge la necesidad de nombrar a alguien que aglutine el movimiento rebelde y se toma la determinación de elegirlo.
El designado era un morisco de familia noble y rica, que estaba atravesando una situación muy propicia para aceptar la dirección del levantamiento y enfrentarse a los cristianos con la suficiente convicción. Se trataba de don Fernando, o Hernando, de Córdoba y Válor, descendiente, al parecer, de la dinastía Omeya y en la actualidad desempeñando una Veinticuatría.2
En este momento, como decimos, estaban en desgracia tanto él como su padre, que purgaba en galeras un delito que había cometido. De la misma manera, aunque el patrimonio familiar era considerable, una mala administración hacía que don Fernando anduviese “siempre alcanzado”. Como colofón, en las fechas que nos ocupan, nuestro protagonista estaba en la cárcel acusado de apuñalamiento. Escapado de la prisión, se dirigió a refugiarse a La Alpujarra, donde fue informado de la sublevación. Puesto en contacto con unos parientes -los Valorís- en la fecha crucial a la que nos venimos refiriendo, fue señalado cabeza de la rebelión y nombrado rey.
Este elección chocaba con el que, a su vez, habían llevado a cabo los albaicineros en la persona de Farax Aben Farax, surgiendo en este último un sentimiento de rencor por prevalecer el de don Fernando sobre el suyo, que duró hasta la muerte del flamante monarca. Estos hechos tenían lugar entre el 23 y el 24 de diciembre de 1568.
La noche del último de estos días, confirmando las sospechas de la población cristiana de Granada, se puso en marcha el plan tan largamente gestado del levantamiento del Albaicín.
Es de suponer que en nuestra comarca estos rumores de sublevación habrían llegado, aunque la lejanía de la capital haría amortiguar, al menos en principio, el desasosiego de los habitantes capitalinos.
Sin embargo, hay varios síntomas que nos hacen pensar que la presumible calma de la comarca de Huéscar era sólo aparente.
El primero de ellos es una carta de la duquesa de Alba al Concejo de Huéscar escrita tres años antes de los hechos que venimos narrando. En principio los asuntos que trata se pueden calificar como normales, que son relativos al gobierno de la ciudad en los aspectos laboral y administrativo (el comercio de la sal, el obraje de paños, la provisión del aceite…), pero hay un párrafo que se puede interpretar como un reflejo de las inquietudes que empiezan a vivirse en Granada:
“He holgado de entender q en los negos de ay aya sosiego, porq yo no desseo otra cosa sino q mis vassallos bivan en paz y quietud, y el daño q yo puedo resçebir es el q assi mismos se harian, el qual procurare yo sienpre de estorvarles, y no qrria q pagassen los buenos la ynquietud de los desasosegados”.
El segundo de los síntomas es la remisión de una carta desde Granada a Huéscar, con fecha del día 30 de diciembre de 1568, en la que se narran de forma vivísima los sucesos ocurridos en la capital desde Nochebuena. El autor de ella, cuyo nombre no hemos podido descifrar con total certeza, pero sí su apellido, De la Cueva, manifiesta la obligación que tiene con el Concejo de Huéscar y su obligación de dar aviso de lo que sucede en Granada. Por la manera de expresarse no podemos considerarlo como un funcionario, acostumbrado a redactar documentos con un estilo estereotipado. Su carta manifiesta una palpitante viveza, llena de espontaneidad, que no aparece nunca en los documentos de carácter oficial. Incluso la misma caligrafía se aparta de los cánones funcionariales. Ello nos puede sugerir que De la Cueva es, si no un espía, sí un delegado del Ayuntamiento de Huéscar en Granada cuya función puede ser precisamente la de informador de lo que está ocurriendo en la capital.
De confirmarse esta idea, habría que pensar que la situación en las semanas, o incluso meses anteriores, habría aconsejado tener contacto e información permanente con la dinámica de los hechos para saber a qué atenerse, ya que un porcentaje muy alto de la población de Huéscar, la casi totalidad de Orce y toda la de Galera y Castilléjar es morisca.
Así cuenta De la Cueva el intento de alzamiento del Albaicín en su carta:
“Yllres señores
por la obligacion q tengo al serbicio de va señoria quiero dar abiso como testigo de vista de lo q en esta cibdad de granada a pasado y pasa porq entiendo no abia ydo relacion tan berdadera… y es q el sabado en la noche primero dia de pascua de nabidad durmieron en el albaycin… cientos de turcos los quales dos oras antes del alba dieron pregon jeneral por todo el albaicin y tocaron atabalillos y de cajas diciendo a altas boçes parientes y amigos sali todos los que quisieredes yros con nosotros a berberia y bibir en nra. ley de mahoma q aquy os faboreceremos y os llebaremos sin nyngun peligro y os pornemos en salbamento en ntra. tierra y diciendo este pregon por las plaças del albaycin y visto q no salio nadie de los moriscos los dichos turcos a altas boçes les decian a los moriscos palabras feas diçiendoles q no cunplyan lo q tenian prometido q era servir a mahoma/ y al tropel y al ruido que tenian los turcos acudieron 4 guardas q estaban en el albaicin puestas por la çibdad haçiendo la centinela y llegaron cerca de los turcos y los turcos dieron en ellos y mataron uno de los guardas y de un alcabuçaço hirieron a otra guarda y las dos guardas huyeron y dieron noticia al concejal corregidor y de presente no lo creyeron y en el entretanto los turcos bisto q eran sentidos se abajaron hacia la puerta de guadix y la hallaron cerrada y con hachas la abrieron y por alli y por otro portillo q hiçieron en el adarbe se salieron darro arriba tomando el camino de la sierra y el corregidor con mucha jente fue a ber si era verdad lo q las guardas avian dicho… y los guardas lo llebaron al lugar… donde hallo la guarda muerta y le hallaron un alcabuçaço y una guchillada en la cabeça q le abria hasta la boca y la mano derecha cortada/…y el conde3 mando tocar a rebato y se juntaron mucha jente de a pie y a caballo y saco de todo la jente del marques4 tresçientos de a caballo y seiscientos ynfantes bien armados y fue en su seguimiento… y asi los ba siguiendo despues aca dicen por muy çierto q se an alçado ciertos lugares del alpujarra y q an alçado un morysco por visorrey el qual morysco se dice fernado de valor/… el marques a enbiado munchos tiros gruesos al padul no se en que a de parar esta cibdad esta muy alterada y con harto miedo todos andan armados dia y noche guardando la cibdad… a los de Ubeda baeza jaen… y los demas lugares an enbiado a llamar apriesa/ El miercoles deste vino un correo al marques de don diego de quesada en q deçia estar en trabajo y çercado y q le abian muerto un valeroso capitan y quarenta soldados5/… cada dia vienen correos diciendo q todos los lugares de moriscos se alçan y v. señoria vea lo q conviene para la guarda desa cibdad…/Escribiendo esta prendieron un morisco q era espia y vino a dar abiso a los del albaicin de parte de don fernando de valor q es el visorrey de los turcos avisandolos q para el dia de año nuebo q sera el sabado venidero abian de entrar en granada y esto se sabe porq la esposa lo a confesado y por eso uve de enbiar este mensaje a la posta para dar abiso a v. señoria de lo q pasa de granada y dicienbre treinta de 1568
besa las manos a v. señoria. Martyn de la Cueva”.
No es difícil imaginar la alarma que la misiva encendería entre los regidores de Huéscar, no muy bien provista de armas, como veremos más adelante, y con una muy considerable población morisca dentro y fuera de la ciudad.
A esto hay que añadir la llegada, con casi total seguridad, de otras novedades que se están produciendo en el entorno en estos últimos días de diciembre:
El día 26 de diciembre, y hasta el 2 de enero, Granada procede a avituallarse ante la evidencia de los sucesos que se avecinan.
Los efectivos humanos, así como las municiones y piezas de artillería no cubren las mínimas necesidades que se supone va a tener la ciudad en caso de un ataque masivo del enemigo.
1 Hemos de agradecer a don Agustín Gallego Chillón la facilidad que nos ha dado al aportarnos copias de estos documentos, procedentes del Archivo Municipal de Huéscar.
2 Cargo de regidor del Ayuntamiento de Granada, que se componía de 24 de ellos. De ahí el nombre.
3 Se refiere al conde de Tendilla.
4 El marqués de Mondéjar, capitán general de Granada.
5 El capitán don Diego de Quesada había sido enviado al paso de Tablate, lugar estratégico y único en el paso hacia La Alpujarra, que se había alzado en estos días junto con otros lugares de la comarca. Al llegar al lugar en cuestión lo encuentran abandonado y bajan la guardia en cuanto a vigilancia se refiere. Los sublevados, que habían urdido esta estratagema, se lanzaron sobre los fatigados soldados, infantes y caballeros, debiendo éstos batirse en retirada ante la presión morisca. Sólo la huida hasta las inmediaciones de Dúrcal evitó lo que podía haber sido una matanza.