GALERA TREINTA Y CINCO SIGLOS DE HISTORIA (Capítulo nº 106)
- EL SIGLO XVIII (V)
IX.8d. INCIDENCIAS DE LA GUERRA DE SUCESIÓN EN ANDALUCÍA Y EN NUESTRA
COMARCA
En los primeros días de agosto Felipe V desplaza de Madrid a su oponente y la noticia es
comunicada por el Presidente de la Junta de Granada al Obispo de Murcia, exhortándole a que dé
gracias a Dios por ello, y a que haga demostraciones públicas de la alegría con actos de culto.
Mientras tanto, don Íñigo de Arroyo, que debía haber trasladado su residencia a Huéscar, vuelve a
exprimir a los Concejos para obtener más socorros de los habidos hasta ahora.
En esta ocasión insiste en echar mano de los dineros del Pósito -sólo a los intereses generados por
los préstamos- para mantener la ya conocida compañía de caballos en Murcia. Y como los dineros
de años pasados se deben haber agotado, indica que se disponga ahora de los venideros. En la
misma carta recuerda que aún no han mandado a su destino los tres caballos pedidos el día 25 de
julio, cuando ya están a 9 de agosto.
Nuestros soldados están destinados en el Regimiento de Infantería de don Antonio Monteluí, que se
halla en Monteagudo, a un paso de Murcia. Y el Concejo de Galera está en contacto con dicho
Regimiento en donde actúa como capitán don Andrés García Marques, natural de nuestra villa.
Y a su vez el capitán se dirige a los Justicia el 24 de agosto recordando que los soldados de Galera
allí destinados deben ser relevados por otros. En la misma carta el sargento mayor insiste en la
necesidad del relevo, pues en caso de no ser así se perderá la buena fama que ha adquirido Galera
entre los mandos de la agrupación militar por su valiosa colaboración.
Pero seguramente la moral -mejor aún los recursos- debe estar en horas bajas, porque el día 25 de
este mismo mes vuelve a escribir don Íñigo a Galera, esta vez desde Granada, reiterando su
reclamación sobre los tres caballos que debe aportar el pueblo a la compañía de Murcia. Ya no es
posible dilatar más la entrega y el día 28 el escribano de Huéscar don Manuel Amorós y Bustamante
da fe de la entrega que hace el regidor de Galera Antonio Bermúdez de los tres caballos.
Por estos días llega una novedad a los distintos pueblos de la comarca comunicando que algunos de
los soldados que estaban destinados en Monteagudo han desertado. El asunto es realmente grave y
se avisan penas para los reincidentes y quienes se resistiesen de dos años y medio de presidio en
Orán. Por su parte, el Concejo de Galera dispone colocar edictos en las partes públicas y
acostumbradas y bajo las mismas penas contenidas en el despacho de Granada a todos cuantos
recibieren en sus casas o les dieren mantenimiento a los escapados.
En el escrito explican que en caso de aparecer alguno de los soldados no los deben recibir ni los
padres, ni los familiares, ni los amos. Y que, además de ello, su obligación es avisar a las
autoridades locales para que éstas los pongan a disposición de sus superiores. Mas no para aquí la
castrense medida. Para mayor efectividad de ejecución de estas órdenes, se dispone que algunas
personas de confianza ronden la mayor parte de la noche por las calles del pueblo. E incluso se llega
a violar la intimidad de los hogares de los soldados huidos para comprobar si están escondidos en
ellos. Y no sabemos nada más de este asunto. Pero probablemente se solucionaría de manera poco
traumática, puesto que no hay constancia de expedientes sobre soldados aprehendidos por el delito
de la deserción en fechas posteriores.
No fue la costa murciana el único testigo de la presencia de soldados galerinos de esta época. En
varias fechas de abril del año siguiente, 1707, hay referencias a la formación de una compañía de
milicias para el socorro de la costa de Granada. Y si una compañía excedía las posibilidades
pecuniarias de la villa, el hecho de crear dos de ellas era poco menos que imposible. Eso, al menos
opinaba el Concejo, argumentando «la cortedad de los vecinos, que no llegan a ciento ochenta y
porque ya hay una compañía de la que es capitán don León Sánchez Romero, vecino de Orce».
Sin embargo, la razón de la fuerza debió de imponerse y los sufridos munícipes, al recibir la real
Cédula de Su Majestad «dijeron que la obedecían y obedecieron con el respeto debido, besaron y
pusieron sobre sus cabezas como a carta de su rey y señor y en cuanto a su cumplimiento, que
poniéndose un auto de dcha. Real Cédula y de todos los demás autos que la acompañan y demás
que en su virtud se hicieran en el Libro del Ayuntamiento de esta villa se dé la dcha. posesión a
dcho. don Santos Martín de Chaves por ahora y sin perjuicio del derecho que esta villa tiene para
acudir ante S.M. y demás partes que le convengan a representar los justos motivos que sobre ellos
tiene».