COLOCACIÓN VIDRIERA DE LA RESURRECCIÓN EN LA IGLESIA DE GALERA
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GALERA TREINTA Y CINCO SIEGLOS DE HISTORIA (Capítulo nº 101)
X.5. LA CONSOLIDACIÓN DE LA GALERA ACTUAL (X)
IX.10. EL FACTOR RELIGIOSO
Con la llegada de 1665 -año que no parece estar entre los de extremada sequía-tiene
lugar la fundación de dos nuevas hermandades, esta vez bajo el patrocinio de la Virgen
de la Cabeza y de San Isidro Labrador.
La devoción mariana en su advocación de la Cabeza se difunde por gran parte de la
mitad este de Andalucía. Precisamente nuestra comarca viene a ser el límite oriental
de dicha área.
Benamaurel, Cúllar, Huéscar, María, Orce y Zújar son los pueblos, que junto con el
nuestro, adoptaron en uno u otro año de este siglo XVII o del anterior la festividad de
la Virgen de la Cabeza y en todos ellos existen ermitas y celebraciones más o menos
importantes.
Por lo que se refiere a Galera, cuenta don Marcelino Fernández que en los años
previos a la repoblación, los pocos vecinos que entonces había en la villa acudían al
santuario que había entre ésta y la de Orce, en término orcense. Hasta que debió
surgir algún desentendimiento entre ellos.
«Pero en 1665 los vecinos de ambas villas tuvieron no sé qué desazón y
principiaron a desunirse. Y siendo alcaldes Bartolomé Fernández… y Blas
Sánchez, determinaron que se fundara una ermita con el título de la Cabeza y
se juntaron 22 hermanos que principiaron a hacerla y tiene ocho varas en
cuadro y la imagen la trajeron de Granada»
Posteriormente, el propio don Marcelino aporta nuevos datos sobre la referida ermita,
fechados ya en 1732, la cual él mismo manda agrandar. A principios del siglo XIX el
santuario está prácticamente abandonado, según nos cuenta Juan Bautista Solsona a
quien haremos referencia en el capítulo dedicado a esta centuria.
Las escasas noticias que tenemos sobre la construcción de la ermita de San Isidro nos
la proporciona el acta del cabildo de 21 de septiembre del ya citado año de 1665.
Como hemos repetido, el Concejo designaba anualmente a los mayordomos de tales
ermitas y con esta fecha encontramos que se nombra a Isidro Martínez como
encargado de la de su santo.
Como los presupuestos también irían alcanzados, la obra del edificio no conoce su fin
hasta cinco años más tarde. Los labradores se encargaron de culminarla, reconociendo
así su patronazgo.
Por lo que a San Antón se refiere, sabemos que en estos años existía una imagen suya
en un cortijo de Fuente Amarga, propiedad de don J. Pedro de Rato, vecino de
Huéscar. Seguramente se había ido consolidando la costumbre de, en los días en que
se celebra su festividad, trasladar dicha imagen a Galera, donde se le ofrecía una
función.
Por las circunstancias que fueren -arraigo y extensión de la costumbre en la mayoría de
los vecinos, incomodidad de transitar por los caminos en esas fechas tan dadas a
factores climatológicos adversos- se decidió fundar una ermita al pie del Calvario y
adquirir un San Antón, lo que se llevó a cabo en 1670 siendo párroco de la villa don
Isidro Amorós. Y, como cuenta don Marcelino Fernández, «dándole principio a las
funciones anuales con pólvora». Que no podía faltar.
El templo parroquial iba a cumplir ya los cien años desde su reconstrucción y los fieles
tal vez echaban de menos una dependencia específica para albergar en ella el Sagrario.
La idea debió ir madurando en estos últimos años del XVII y poco a poco ir
consolidándose y entusiasmando a los vecinos. Así que en torno a 1680 se levanta en
la fachada norte del templo, junto a la torre, la capilla más importante con que se
enriquece la fábrica. El tiempo no ha pasado en vano y con él las modas
arquitectónicas. Siguiendo, por consiguiente, las nuevas corrientes, se adopta por los
constructores la decoración barroca que ostenta dicha dependencia. El coste de esta
sobresaliente obra corrió a cargo «de un buen Antonio Rodríguez, que, además hizo las
campanas de las ermitas y una infinidad de cosas».
Un hijo de este rico propietario galerino, don Benito Rodríguez Blanes, párroco de Las
Angustias y Santos Justo y Pastor -de Granada- fue destacado pintor. Por su dirección
se hicieron las imágenes de Ntro. Padre Jesús Nazareno y San Miguel Arcángel en
1734.
Antonio Rodríguez, concluidas las obras que se había propuesto se fue a Granada,
donde murió el 22 de mayo de 1737.
La íntima relación que hay entre el aspecto civil y religioso en esta época se refleja
perfectamente en los Autos de Buen Gobierno que, de vez en cuando, decretan las
autoridades concejiles. Junto a normas propiamente organizativas de la vida diaria de
los vecinos, se dictan otras que están especialmente vinculadas al desarrollo de actos
meramente eclesiásticos:
«… que todas las ocasiones que saliere el santísimo sacramento por viático a los
enfermos, todas las personas de catorce años arriba que se hallen en la villa
acudan a acompañar a su magestad, pena de una libra de cera aplicada para la
cofradía»
La cofradía a que se refiere podía ser la del Santísimo Sacramento, de la cual no
tenemos noticias concretas en este siglo, aunque sí en el siguiente.
«… que ninguna persona casada ni manzebo sean osados a jugar ningún género
de juegos que sea a los naipes en los días de fiesta antes ni mientras mayor y
mientras se reza el rosario de María Santísima públicamente por las calles»
Éste puede ser un indicio de la existencia de la Hermandad de la Virgen del Rosario, a
la que se refiere don Marcelino Fernández sin aclarar fecha de fundación a cargo del
beneficiado don Juan de Salmerón, compuesta al principio por treinta miembros.
«… que los labradores no tengan las carretas ni carros en las calles públicas y
acostumbradas ni en la plaza por el mal parecer y estorbo y para las
procesiones que se hacen…»
Tal vez donde más palpable era la colaboración entre las autoridades civiles y religiosas
fuese en el ámbito de la escuela primaria. Diversos documentos nos hablan de esta
interrelación en la que vemos cómo a veces en ausencia de maestro ejerce sus
funciones el sacristán. En otras podemos leer contratos mediante los cuales el maestro
correspondiente se comprometía a impartir una programación completamente
impregnada del espíritu religioso de la época. Hay constancia de la existencia de una
escuela primaria en 1675, a cuyo cargo estaba Francisco Méndez. Y no debió ser cosa
pasajera puesto que veintidós años más adelante se hace alusión a otro de los
maestros de la localidad, Andrés Sánchez