DESCRIPCIÓN, POR ORDEN GEOGRÁFICO, DE LAS SEPULTURAS DE LA NECRÓPOLI DE TÚTUGI Y DE SUS AJUARES RESPECTIVOS.

Lámina V Lámina XVI

XI

Sepulturas 18 y I9.- La 18 corresponde al último túmulo de tres que en sentido descendente se construyeron en una estribación de la zona primera, y que a modo de espolón se ve entre dos especies de ensenadas que se dedican al cultivo de vides y árboles frutales. Han sido los túmulos 18 y 19, excavados por los rebuscadores de tesoros, por los cuales sólo tenemos noticia de que en la última, o sea en la 19, se encontró, al extremo de la cámara sepulcral, un apartado, consistente en un cajón hecho con tres grandes losas, en cuyo interior había un ajuar bastante numeroso consistente en vasijas, urnas y platos, todos ellos completos. Fue excavada por la mujer del cortijero Blas.

Sepultura 20.- El descubrimiento de esta sepultura dio origen, como se hizo constar en el capítulo anterior, a la serie de excavaciones, de la presente necrópoli. Era la cámara mortuoria de aparejo de mampostería y tenía callejón de entrada, no pudiendo precisarse tamaño, y orientación, porque, a raíz de su hallazgo, el propietario del terreno extrajo las piedras con que fue edificada para contener las tierras de las parcelas vecinas. El ajuar se componía de: cuatro vasijas gemelas (tipo 2, lámina XVI), de tamaño distinto, las cuales primeramente hemos de decir que fueron repintadas, tal vez en el acto del sepelio, de un rojo uniforme; y en segundo término, que se cubrían esos recipientes por platos, siendo singular el de la urna mayor, que termina con una granada, la cual se modeló con el mismo barro de la tapadera, y el de la más pequeña es notable por lo aplanado de su forma (Véase la lámina XVI, números 3 y 28). Además constaba de otros dos platos, que todavía conservan restos de una especie de enyesado artificial, debajo del que, por dentro y fuera de ambos, vense unos grabados, muy irregulares de líneas onduladas (lámina XVI-10); también un kylix, dos anforitas de pasta vítrea con labores de matices distintos, verde y amarillo sobre azul oscuro: una palmeta de bronce, terminación acaso del asa de un oenochoe, de estilo griego, y la escultura de diosa femenina de que hemos hecho mención, que adquirió del cortijero Blas el restaurador belga. Los restantes objetos pasaron a la colección Motos.

Dicha imagen religiosa es de lo más interesante y peregrino que se conoce en la estatuaria prerromana. Está sentada en un sillón, cuyos brazos representan dos esfinges mitradas, y sostiene la diosa un gran plato a la altura de los pechos, los cuales se ven taladrados, con objeto de que por ellos tuviera salida el líquido que se depositase en el interior de la estatua por el vaciado de la cabeza. Viste túnica, finamente plegada y mangas cortas, y ciñe su cabeza una rica diadema, cual las esfinges, que además llevan suntuosos y anchos collares. Mide unos 20 centímetros y es de alabastro.

Sepultura 2I.- No sabemos si hubo algo en su interior.

Sepulturas 22 a. 25.- Esas cuatro también están alineadas en el mismo sentido y, por tanto, paralelamente a las 18 y 20, en otra estribación de topografía más pronunciada que la correspondiente a las anteriores. No poseemos datos de lo que en ellas se encontrara, ni intervinimos en su excavación.

Antes de proseguir en el intento de exponer la configuración de los restantes túmulos y sus ajuares respectivos en la zona primera de esta necrópoli, hemos de recordar nuevamente algo de lo que anotamos al principio de este capítulo, a saber: que al lado de los grandes monumentos han aparecido multitud de Sepulturas humildes. No pocas redúcense a una urna, con pinturas o sin ellas, ya sea pequeña o de regular tamaño, de una forma o de otra, conteniendo los huesos incinerados, y por lo regular sin ningún otro detalle que indique si aquellos restos son de varón o de hembra. Esas humildes sepulturas, o están casi a flor de tierra, en las pendientes de los grandes túmulos, o en las inmediaciones, indicadas o no por una tosca piedra que les sirve de estela. Generalmente y como cosa ritual aun en estos modestos enterramientos, obsérvase que los ajuare-s funerarios no descansan sobre la tierra virgen, sino ya sobre un pavimento de cal, de confección esmerada y con composiciones pictóricas en los de cierta categoría social, o ya sobre una exigua lechada de yeso dispuesta en un simple hoyo.

Otras sepulturas, tan humildes como las anteriores en muchos casos, pero casi siempre de ajuar más numeroso, y que generalmente pertenecen no a individuos aislados, sino a familias enteras, se encuentran bajo las oquedades, naturales o bien agrandadas por mano del hombre, de los bancos de caliza, que a modo de diademas albas salen a la superficie casi en las cimas o crestas de las estribaciones.

Parte de este último género de sepulcros se ha descubierto porque los denuncia una losa puesta en sentido vertical que tapa el nicho. Los hay que son semiartificiales y aun con su callejón de entrada, construidos con aparejo de mampostería. En las urnas cinerarias más ricas de ornamentación, de las sepulturas cobijadas o semicobijadas bajo los aleros de los bancos de caliza, predominan las estampaciones de rosetas, cruces, diagonales y signos arborescentes entre dos líneas circulares de color rojo. En algunos ajuares de guerreros hemos creído ver, entre los haces de hierros oxidados, que la espada falcata es sustituida por la de la Tène y por el puñalito corto con empuñadura doble globular. Las fíbulas, aunque escasísimas, son de bronce y de la Tène I (véase lámina V, parte inferior).

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