GALERA TREINTA Y CINCO SIEGLOS DE HISTORIA (Capítulo nº 96)
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DESCRIPCIÓN, POR ORDEN GEOGRÁFICO, DE LAS SEPULTURAS DE LA NECRÓPOLI DE TÚTUGI Y DE SUS AJUARES RESPECTIVOS.
XVII
No pasó mucho tiempo, después de halladas las pinturas murales, cuando los mismos excavadores de esta sepultura, ante el fracaso de no haber encontrado riquezas en la excavación de la cámara, creyeron que eran un ardid las composiciones pictóricas para disimular el hueco o puerta en que se ocultaron los objetos de valor o por donde se comunicaba con otras habitaciones, o sea, las del tesoro.
Dicho pensamiento fue la sentencia de muerte de las peregrinas pinturas, pues principiáronse a picar todas las paredes, no dejando ni un centímetro de los estucos policromados.
Uno de nosotros,1 entre el cúmulo de cascotes y escombros que hubo de remover para estudiar de nuevo lo que quedaba de la sepultura de este túmulo, halló Varios trozos de cerámica ibérica, así como también bastantes fragmentos de vasos griegos con figuras sobre fondo negro, y pedazos de bronce, que unos, por su forma y grosor, deben pertenecer a un casco de guerrero, y otros, calados, tal vez sirvieron de refuerzo o de adorno a un escudo; una artística asa de oenochoe, con una cabeza de Sileno en la parte inferior y una figurilla de ratón
junto a la charnela de su tapadera; dos anillas, también de bronce, varios trozos de hierro informes, y, por último, dos fragmentos de piedra labrada, que pertenecieron a otras tantas tapaderas de cajas cinerarias, con molduras de ovos convexas y lisas, y los restos incompletos
de aquella cajita de que en el capítulo III hemos hecho alusión, caja que reputamos de lo más interesante que se conoce de esta época, hoy por hoy, en España.
Ella es de forma cuadrilátera, y mide 41 centímetros de longitud, por 32 de ancho y 28 de altura. Fáltanle los tacos de soporte, que quizá fueron lisos, como la caja; se cubre por una tapadera, de ocho centímetros de grosor, con friso de moldura y sobre cuyo plano horizontal hay labrado, en la misma piedra, un plinto, de 31 por 14 y 2 centímetros, donde posaba la escultura de un animal, del que aún se conservan tres de extremidades.
El interés y mérito arqueológico de esta cajita consiste en estar pintada a cuatro colores, con representaciones de figuras humanas, animales quiméricos y motivos geométricos y florales. En el frente, sobre fondo blanco puro, constitúyese un cerco de franjas: la superior, de postas en negro; la inferior, de rombos yuxtapuestos hechos a líneas negras, exceptuando uno de cada cuatro, que está lleno de color rojo, y las laterales, con meandros en rojo y negro, rosetas en negro y dos hojas rellenas de encarnado. En medio se desarrolla la siguiente escena: a la derecha, una figura de hombre sentado en un sillón y sosteniendo, al parecer, con la mano derecha una lanza; otro individuo varonil, al que falta la mitad superior, dobla las rodillas ante el personaje sentado, y, por fin, otra figura está de pie, en el extremo izquierdo, presentando con la mano derecha una roseta, dos de cuyos pétalos son encarnados. Las manos, brazos y caras se pintaron de color rosa; todos los contornos y cabelleras, en negro, y lo que se conserva del torso de la figura central y pies de las tres imágenes, en rojo.
De las dos superficies laterales de la caja, sólo se conserva la de la ‘derecha, con este asunto: un grifo perfilado de negro sobre fondo rojo; marco de dientes de sierra, en bermellón oscuro, meandros y rosetas; postas nuevamente en negro y follaje serpeante sobre la tinta de fondo del grifo.
No podemos dar ni la más ligera descripción de las pinturas que había en el reverso de la caja, a causa que el salitre de la cámara las ha atacado y hecho perder por completo. Casi otro tanto acontece con las del tablero de cubierta, pero aún se apreciaron en él dos guarniciones con dientes de sierra en bermellón, circundando así la tapadera como el plinto, trazos de follaje serpeante y líneas de postas en negro. Lo poco que nos resta de la escultura de animal está pintado con un tinte oscuro pardo. A pesar de que la decoración de encima de la cubierta ha sido muy castigada, consérvanse muy bien los motivos ornamentales de la moldura vertical de toda ella. En la zona superior, entre dos líneas negras, desarróllase una serie de cuadriláteros, con sus diagonales perfiladas también en negro; algunas de esas líneas, que forman aspas, se rellenaron en parte con color rojo, obteniéndose así dibujos de doble hacha, y la concavidad de la misma moldura se cubrió con ovos en rojo y negro.
Si lanzamos la hipótesis de que el artista que pintó esta caja fue el mismo que intervino en la decoración de los muros de la cámara mortuoria, cuya pérdida tanto sentimos; si concedemos al mismo mediocres facultades artísticas, y si se le considera a la vez natural del país, aunque orientado hacia las corrientes culturales arcaicas del Oriente, no creemos distar mucho de un sano juicio.
Las piezas del ajuar de esta sepultura, menos el asa con la cabeza de Sileno, forman parte de las colecciones arqueológicas del señor Marqués de Cerralbo.
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