GALERA TREINTA Y CINCO SIEGLOS DE HISTORIA (Capítulo nº 92)
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DESCRIPCIÓN, POR ORDEN GEOGRÁFICO, DE LA TUMBAS DE LA NECRÓPOLI DE TÚTUGI Y DE SU AJUARES RESPECTIVOS
XII
El foco principal de toda esa serie descrita de enterramientos estuvo entre los túmulos 19 al 29, en la base de dos bancos de piedra, que afloran al principiar el descenso de una especie de ensenada, a cuyo pie también hay unos viñedos. En la lámina V se ve la reproducción genuina
de la cerámica que hemos descrito y de un lote funerario hallado en el lugar anterior, con las circunstancias anotadas. Pertenecen las urnas a tres enterramientos de una misma familia, por el hecho de que cada una de ellas guardaba sus huesos carbonizados humanos y su correspondiente fíbula
La colección Motos contiene parte del ajuar, muy interesante, de otra sepultura, la cual tan sólo iba separada de la anterior unos centímetros. Ella tenía su callejón de acceso, en que se halló un haz de armas, donde se apreciaban una espada falcata, dos lanzas de hoja bastante ancha y de nervio muy pronunciado, y fragmentos de un soliferreum o dardo.
En la cámara se encontraron muchos vasos y urnas, cuyas formas no se han podido precisar; pequeños platillos campanianos fragmentarios, por efecto de la cremación; una urna sin pintar de forma esférica, con huesos humanos dentro; dos pendientes de oro, en forma de morcilla, de corte circular, y el acostumbrado plato que sirvió de tapadera; también, otra urna, de igual forma y tamaño que la anterior, con fajas circulares en rojo y estampaciones de relieve, conteniendo igualmente huesos, que se descubrió en uno de dos nichos gemelos, labrados en el fondo de la cámara bajo un banco de roca, y tapados luego con dos losas1; finalmente una cajita de piedra caliza con su cubierta a dos vertientes, que medía 28 centímetros de altura por 37 de longitud máxima. Entre los huesos humanos de la cajita halláronse unas fusayolas y varias cuentecillas de collar, de pasta, y unos pendientes de oro en extremo sencillos, pues consisten en un hilo arqueado, cuyos extremos se enlazan uno con otro.
Sepultura 26.- Esta, así como las 27 a la 29 y las 34 a 36, habíanse construido en una pequeña explanada, que se dedica al cultivo de cereales desde tiempo inmemorial. Las labores agrícolas, por tanto, rebajaron y transformaron el aspecto de los túmulos citados, a excepción del 29, que tiene aún forma tumular, a causa de sus exageradas proporciones, por cuyo motivo le denominan los habitantes del país el Pingorote, y ha impuesto su nombre a toda la [plazuela y a su estribación, que por debajo se extienden. Además de las sepulturas descubiertas en este sitio, muchas otras se profanarían al roturar el terreno, y quizá sea ya casi imposible dar con algunas de ellas, por los rellenos procedentes de las inmediatas, que las recubren en demasía.
La base de la sepultura 26 estaba casi a flor del suelo, como puede precisarse en la lámina VIII-I, y es de forma muy original y nueva en esta necrópoli. Presenta una cámara circular, de 3,15 metros de diámetro interior, con su corredor de entrada algo desviado y con orientación al Suroeste, de 3,10 de largo por 0,67 de ancho. Los muros constan de dos hiladas de toscos sillares, y su grosor es de 1,10 metros. Comoquiera que para la anchura de los muros no eran suficientes dos piedras desbastadas por el lado exterior, se tuvo que rellenar el espacio entre una y otra con cantos o piedrecillas.
El callejón e interior de la cámara se pavimentaron con una recia, capa de-yeso, y ésta aparece casi hasta llegar al fondo de la estancia en donde descubrimos un tabique de yeso con una serie de repliegues, rincones, etc., según se reproduce en la citada lámina, que basta para formar idea de su desarrollo y forma singulares. Sólo hemos de añadir que ese laberíntico murete tenía su zócalo pintado de rojo, el cual, por término medio alcanzaba una altura de 12 centímetros, y en algunas esquinas y rincones, brusca y simétricamente, ascendió hasta 18.
Por desgracia, y como se comprende muy bien, una sepultura del género e importancia de la que tenemos ante la vista no pudo pasar desapercibida al roturar el terreno, y la profanaron los rebuscadores de tesoros. Sin embargo, por los fragmentos y restos del ajuar que aún se encontraron en el interior de la cámara, casi todos ellos en los rincones del murete de yeso, podemos aún reconstruir mentalmente la forma de los siguientes objetos: Un gran vaso, tipo kélebe, de confección indígena y hecho con barro del país; este vaso, en vez de decorarse con representaciones de figuras, como sus modelos griegos, todo él se pintó uniformemente de color rojo bruñido. Una gran vasija ibero-púnica, pintada de blanco y luego de rojo, como las de la sepultura 34, que luego describiremos. Una nueva imitación indígena de un vaso griego de forma oxybaphon. Una jarrita de cuello alargado, como las procedentes de Archena, que tienen pinturas de animales quiméricos. Otros vasos, de forma indeterminada. Un kylix auténtico. Una tacita de bronce con dos aletas de forma rombal, colocadas horizontalmente. Fragmentos informes de hierro.
Debemos hacer constar que tras el murete de yeso interior en forma de zis-zás no existía pavimento alguno de yeso, y solamente apareció un relleno de tierra apisonada para sostener el endeble tabique del laberinto
Sepultura 27.- Merced al celo y amabilidad del propietario del terreno, nuestro buen amigo don Juan Heras, ya citado varias veces, ha podido uno de nosotros2 adquirir el ajuar de esta sepultura y obtener datos referentes al modo y circunstancias de su hallazgo.
Un procaz muchacho y listísimo buscador de tesoros, el Pajarero, que arriba se nombró, y figura entre los protagonistas del saqueo y destrucción de la necrópoli de Tútugi, en la primavera de 1919 hizo algunas calicatas en la explanada del Pingorote. Encontró, a distancia aproximadamente de cinco metros de la anterior sepultura de cámara circular y en dirección Sureste, otra del mismo género que la precedente, redonda, pero sin callejón de acceso, y cuyos muros no estaban hechos de piedra sino de tierra virgen.
Con grandes indicios de verosimilitud, perteneció esta sepultura a dos individuos guerreros, porque el ajuar se compone de dos lotes que constan de su respectiva urna cineraria, conteniendo restos humanos; un cacharrito, dos platos, que uno de, ellos servía de tapadera, y armas de hierro. Un lote sólo contenía una espada falcata en dos fragmentos y una tira cilíndrica arrollada e incompleta, que quizá sea de un soliferreum. El otro era más numeroso y de novedad, con espada falcata doblada, que, juzgando por ciertos detalles que se aprecian en la hoja, estuvo damasquinada con plata; una lanza corta; una pieza plegada en zis-zás, de uso: desconocido; un asa para el embrace del escudo, y un casco, que tiene la extraordinaria rareza de ser también de hierro.
Los objetos metálicos de esta sepultura, como en general todos los descubiertos hasta la fecha en la necrópoli de Tútugi, se conservan deplorablemente, primero por las horrorosas cremaciones funerarias, que derritieron los metales o los dejaron en un estado de semiplasticidad .que los metamorfoseó, y, segundo, por la acción destructora del salitre, que tanto abunda en el país.
Una urna cineraria está decorada con cuatro fajas circulares de color rojo y una zona de improntas de relieve que representan rosetas; mide ella 22 centímetros de altura, y 15 de diámetro el plato tapadera correspondiente, que carece de decoración. La otra es menos alta, pues sólo alcanza 12 V2, y se adornó con dos fajas circulares en rojo, que dejan una gran zona intermedia, rellena con líneas más o menos verticales y paralelas y con semicírculos concéntricos, en uno de cuyos juegos se convierten los círculos más interiores en tercios de ellos.
El plato que recubre su boca tiene de diámetro 12 centímetros. (Véase el número 31 de la lámina XVI.) Los tarritos pequeños miden. 5 por 8 y 7 por 8 centímetros; los platos rotos, 18 y 20 de diámetro. La forma de dichos tarritos es la del número 17 de la última lámina citada.
Las espadas, faltando a una la terminación de su hoja, miden 65 centímetros de longitud, y la doblada, sin empuñadura, 50 id.; 19 la lanza, y el casco 19 de altura, 26 de diámetro el mayor y 20 el menor por 8 milímetros, término medio, de grosor en los bordes.
1 El otro nicho estaba vacío.
2 Cabré.