GALERA TREINTA Y CINCO SIEGLOS DE HISTORIA (Capítulo nº 95)
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TRABAJOS REALIZADOS EN LA NECRÓPOLI CON ANTERIORIDAD A LA CAMPAÑA OFICIAL DE 19181
I
A uno de nosotros1 se debe el reconocimiento de esta necrópoli, aunque hayamos de confesar que en él ha intervenido la casualidad, como sucede con muchos interesantes hallazgos: los imaginarios tesoros de la Marta, unidos a haberse descubierto en donde ella las profetizaba las ruinas de un templo romano, con la inscripción a Julia Mesa, cual reguero de pólvora prendió el fuego de rebuscas en los naturales del país, y los mayormente contagiados de esta antigua monomanía fueron en este caso las mujeres las cuales, dando principio ellas mismas a los trabajos, arrastraron tras de sí a los varones de sus familias y luego a todo el pueblo del campo en masa.
De las primeras contaminadas de la dolencia de la Marta fueron la mujer e hijas del colono del cortijo de San Gregorio, edificio situado en el corazón de la zona I de la necrópoli, como se precisa en el plano general que publicamos (lámina I). Ellas se dieron a excavar en un montículo inmediato a su casa. Bien pronto animáronse con las rebuscas, al ver que hallaban tierra afable, como si estuviese removida, y su asombro no tuvo límites cuando vieron ante sí varias vasijas, platos y una imagen femenina de piedra ricamente ataviada: Era el túmulo que hemos demarcado en nuestro plano con el número 20.
Este nuevo descubrimiento hízose popular, y la escultura de la deidad fue ensalzada y admirada en todo el país, acudiendo a contemplarla centenares de curiosos al cortijo, y bien pronto nuevos rebuscadores empezaron trabajos en las lomas de la zona primera de la necrópoli, distinguiéndose en primer término el cortijero de la, Cueva del Tío Tarima, llamado Justo Ferrer, el cual eligió como campo de operaciones las lomas contiguas a su vivienda.
Coincidió el descubrimiento de la escultura femenina con el segundo viaje que hizo uno de nosotros a esa región, como se dijo ya en el capítulo I, con objeto de ampliar sus investigaciones acerca de la gran ciudad ibérica que había comprobado existía en el Cerro del Real.
Apercibióse al instante de la trascendencia del hallazgo de la familia del cortijero de San Gregorio y de la verdadera clave que en sí encerraba el mismo, al reconocer la topografía del país, ya que los cerretes similares al excavado se repetían y multiplicaban extraordinariamente; y sin perder tiempo, con todo entusiasmo y celo, quiso en este viaje consagrarse tan sólo a explorar parte de la necrópoli de Tútugi.
El primer montículo elegido fue el del túmulo número 6 del plano general de las excavaciones, que, como el lector puede comprobar, dista muy poco del que excavaron primeramente. Observáronse al instante señales de estar hecho por la mano del hombre, y el resultado final fue hallar una sepultura de bastante interés, tanto por su forma tumular, completamente nueva para él, como distinta de todas las de su época que llevaba descubiertas.
Debido a la inclemencia del tiempo, que imposibilitaba los trabajos, regresó a su casa con el propósito firme de continuarlos tan pronto como el tiempo lo permitiera.
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