GALERA TREINTA Y CINCO SIEGLOS DE HISTORIA (Capítulo nº 95)
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PRIMERA SUSPENSIÓN DE LA FIESTA DE SAN ANTÓN EN GALERA DESDE 1940
PRIMERA SUSPENSIÓN DE LA FIESTA DE SAN ANTÓN EN GALERA DESDE 1940,
TRAS LOS AÑOS 1937, 1938 Y 1939, CON MOTIVO DE LA GUERRA CIVIL
Las actuales circunstancias que ha impuesto la pandemia de la COVID-19, han hecho que la centenaria fiesta en honor de San Antonio Abad, o San Antón, se tenga que suspender tras 80 años de celebración ininterrumpida.
Ésta es una de las fiestas de las que tenemos constancia documental más antigua de Galera. Precisamente por la ausencia de ella en este año de 2021, es por lo que queremos ofrecer a los lectores el texto que a ella se refiere, incluida en el libro titulado LA PARROQUIA DE LA ANUNCIACIÓN DE GALERA. HISTORIA MILENARIA Y PATRIMONIO.
Ésta es la primera referencia que se hace a la devoción a San Antón:
“Por lo que se refiere a San Antón, nunca ha habido una Hermandad instituida como tal, pero sí un gran número de devotos que han mantenido las celebraciones en honor del abad de la Tebaida a lo largo de los siglos. Incluso podemos fijar un año para la decisión de edificar su ermita, que estuvo en pie hasta su demolición en los primeros años sesenta del siglo XX en las afueras de la población, como nos relata el cura Fernández: ‘En 1670 se tenía la costumbre de hacer una fiesta a San Antonio Abad, que lo traían de Fuente Amarga la Alta… y reconociendo los vecinos que faltaban a la devoción, la encomendaron a un buen artífice, que determinaron hacerle una ermita al pie del Calvario… y se siguió la obra concluyéndose en el mismo año, dándole principio a las funciones anualmente con pólvora…’”
Sólo 4 años después, la ermita ya estaba hecha, como se deduce de esta otra noticia:
“Muy poco más adelante, el Concejo, entre otras disposiciones para el buen gobierno de la villa, se reúne el 3 de febrero de 1674 y nombra mayordomos de las ermitas de San Isidro (Juan de Gea y Juan Verdejo el mozo), de San Marcos (Bartolomé Pérez y Antonio Revelles), San Antón (los mismos de San Marcos) “y de mi señora santa ana” (José de Buendía y Ambrosio Pérez). Lo cual indica la importancia que estos nombramientos tienen en la vida diaria de los galerinos”.
Ahora es una alusión al cerdo, o “marrano” de San Antón, donde se destaca el respeto que se le tiene a este animal, destinado a engrandecer las fiestas del santo abab:
En muchas ocasiones, la redacción de un Auto de Buen Gobierno ocupaba los primeros días del mandato de la Justicia y Regimiento de la villa. Naturalmente, las apreciaciones personales, las inquietudes más profundas y las devociones particulares de los regidores se reflejarían en los distintos apartados de estos documentos. La costumbre de tener sueltos ciertos ganados, como el de cerda, estaba regulada en cierta manera por dichos preceptos para que el previsible daño en los cultivos fuese el menor posible. Es entrañable la excepción que en este articulado del 1 de enero de 1699 se hace con un cerdo determinado:
‘… y en caso de que no obedezcan dicho mandato, sus mercedes dan permiso a los dueños de los sembrados para que si cogiesen algún lechón, lo maten sin riesgo alguno, excepto el lechón del señor San Antón, que a ése no se da permiso que lo maten, sí que el mayordomo lo recoja y lo ponga en cobro…’”
No se escapa la presencia de la pólvora en estos días del crudo enero para darle personalidad propia a esta festividad:
“O incluso se siente en la obligación de animar y dar esplendor a las celebraciones, más o menos religiosas, pero relacionadas con la conmemoración de algún santo, cuanto se preocupan el día 15 de enero de 1737 de que las fiestas en honor de San Antón sean divertidas. Este día acuerda el Concejo renovar el repuesto de pólvora que custodia habitualmente para ‘… desta manera animar a los vezinos a azer las fiestas de la soldadesca de Sn antonio abad… y renovarla con ziento quarenta libras de polvora fina pª el dho repuesto…”. Esta pólvora servía así mismo para las fiestas, también de soldadesca, “… de la madre de dios de la Cabeza en el ultimo domingo de abril…’”.
El Ayuntamiento, consciente de que pueden producirse accidentes con el uso de la pólvora, se cura en salud –como se sigue haciendo en la actualidad- y se hacen las consabidas advertencias a los vecinos:
“Creadas las hermandades, el Ayuntamiento se va desligando poco a poco de las obligaciones en cuanto a organización de fiestas religiosas, como es natural. Su participación en ellas, como vimos regulado en el Concordato de 1884, se limita ahora a su asistencia a las funciones que tradicionalmente presidía. Desde esta fecha, únicamente actúa de manera muy puntual. En este caso, su papel es reglamentar los actos que pueden entrañar algún peligro para los vecinos. Así lo hace, por ejemplo, con motivo de las fiestas de San Antón en 1862:
‘… El Sor. Alcalde presidente manifestó está concedida la licencia para la funcion de San Antonio Abad y que deseaba oir la opinion del Ayuntamiento respecto a las medidas de precaucion que debieran tomarse para los disparos de la soldadesca, y el Ayuntamto acordó proponer al Sor. Alcalde como mas conveniente que parece debe prohibir se hagan disparos dentro de poblado, y que aun fuera se cuide de que se hagan de forma que eventualmte no puedan causar perjuicios, por ejemplo de arriba para abajo, cuidando que los atacadores o baquetas no vayan de ningún modo puestas en el arma…’”
El libro citado, LA PARROUIA DE LA ANUNCIACIÓN DE GALERA…, con concluye de la siguiente manera en el apartado dedicado a las fiestas que nos ocupan:
“En paginas anteriores hemos ofrecido las informaciones que sobre esta fiesta aparecen en la documentación de los siglos XVII, XVIII y XIX.
Sin embargo, aquellos datos no son suficientes y hemos tenido que recurrir a la memoria de las gentes que vivieron aquellas fiestas en su máximo esplendor, hace ahora unos cien años. En junio de 1990, tuvimos la ocasión de mantener una larga conversación -que grabamos- con don Tomás Viedma Soriano y don José López Martínez, ambos con 80 años de edad. Y esto es lo que nos contaron:
La llamada Hermandad de San Antón, ya que no es una hermandad al uso como otras de la localidad con sus estatutos, reglamentos, lista de hermanos, etc., la componían vecinos del pueblo que surgían más o menos espontáneamente para organizar, participar y disfrutar de estas varias veces centenarias fiestas.
Los participantes se adscribían en uno de estos dos grupos, absolutamente independientes el uno del otro: Los Mayordomos y Los Jefes.
Los Mayordomos que se responsabilizaban cada año eran doce, aunque había una lista de espera mucho más numerosa, a cuyos componentes les iba tocando organizar la fiesta según un turno establecido. Su misión, como decimos, era la organización de todos actos religiosos: novenarios, procesiones, misas, etc. Eran la parte civil de la organización.
Imagen de San Antón anterior a 1936.
Los Jefes, cuya misión eran llevar a cabo los desfiles, las dianas, las retretas, etc., eran el Capitán (que ostentaba en todo momento la vara de mando), el Abanderado (que porta la bandera como los hacían los alféreces desde el siglo XVI), el “Pincho” (que porta el ‘pincho’, una alabarda del siglo XVI) y el Cadete. Este último y el Paje, solían ser jóvenes familiares de los Jefes. Concretamente el Paje estaba encarnado por una niña de corta edad, vestida con el máximo primor posible. Además de los citados, como asistentes de los Jefes había cuatro Cabos y un número indeterminado de Soldados, (la ‘Soldaesca’).
En la tarde del día de los Reyes ya ‘zurría la caja’, es decir, tenía lugar el anuncio de las fiestas mediante un recorrido por el pueblo de algunos de los participantes, acompañados de la música tradicional de San Antón: la caja o el tambor y las cornetas.
En la actualidad, el día 7 de enero comienza el único Novenario que se ofrece, frente a los dos con que antes de la Guerra Civil de 1936/39 se veneraba al Santo. Antes de 1936 su imagen se trasladaba sin ceremonias especiales desde su ermita hasta la iglesia para proceder al primero de los Novenarios, ya que una vez pasadas las fiestas, se ofrecía otro más, en este caso encargado por algunos devotos particularmente.
El día 15, la ‘entrá del cajero. Recordando alguna época indeterminada en que en la localidad no había quién tocase la caja -imprescindible-, se contrataba a un cajero, que venía de Benamaurel. Los miembros más destacados de la agrupación militar lo esperaban por el camino de Castilléjar y hacia media tarde entraban al pueblo batiendo el referido instrumento como señal del comienzo de los días importantes. Esa noche ya hay retreta, el toque militar nocturno en el ejército español. Cuando el Santo permanecía todo el año en su antigua ermita, los componentes de esta ronda se acercaban al santuario y le ofrecían su música como homenaje.
La mañana del día 16 era, y es, la primera diana. Hacia el mediodía, para recordar que era ya era fiesta, se recorría la población nuevamente con la música. Al atardecer, procesión con la imagen del Santo desde su ermita hasta la iglesia para asistir a la última de las novenas. En ésta y en la siguiente procesión, la comitiva estaba encabezada por la Soldadesca, a continuación iba la imagen escoltada por los cuatro cabos y detrás los Jefes. Cerrando la comitiva procesional, desfilaban los doce Mayordomos -generalmente vestidos con capa- y la parroquia. Durante el tiempo en que la antigua ermita estuvo en ruinas, y hasta su demolición, dicha imagen estaba durante todo el año en la iglesia parroquial. Para recordar y llevar a cabo esta procesión de la tarde del día 16, la noche anterior algunos miembros de la ‘hermandad’ trasladaban la imagen casi de incógnito a su ermita para cumplir adecuadamente lo que se había hecho ya costumbre;
El día 17, por la mañana, después de la diana reglamentaria, el pueblo volvía a animarse, ya que los Jefes, primero, eran recogidos de menor a mayor grado en sus domicilios por la Soldadesca y, una vez juntos, se pasaba por los domicilios de los doce Mayordomos para recogerlos también y asistir todos a la solemne Misa en honor de San Antón. Este ritual de la recogida se había desarrollado también la tarde anterior. Tras concluir la Misa -a la que asistían todos sin excepción- se organizaba la segunda procesión para trasladar al Santo a su ermita. Una vez depositada la imagen en su capilla, se procedía al juego de la bandera, en el cual el Abanderado solía abrir el turno, ya que esta demostración de habilidad y fuerza podían ejecutarla todos los asistentes que así lo deseasen.1
Componentes de la “soldaesca” a principos del siglo XX. A la izquierda, aparece el Cascaborras.
Concluida esta parte, la comitiva, de nuevo en procesión, acompañaba a la Parroquia hasta la iglesia y después las secciones, la civil y la militar, como ya habían hecho el día anterior, se iba cada una de ellas, separadamente, a la casa que habían alquilado para hacer la ‘función’. Era el momento del ‘refresco’, que se limitaba a ofrecer a los asistentes vino, algunas tapas y el consabido obsequio de una mezcla de garbanzos y cañamones tostados con pasas y, a veces, incluso con peladillas. Estos gastos eran sufragados por los Mayordomos, quienes invitaban a los Jefes a su ‘casa, los cuales a su vez correspondían de la misma manera, lo que suponía un intercambio de invitaciones entre ambos sectores. Este día era el reservado para la rifa del ‘marrano de San Antón’ que, donado por algún vecino, se había engordado durante varios meses en la calle, gracias al pienso que le ofrecían los vecinos a la puerta de sus casas. La retreta, como los dos días anteriores, cerraba los actos de esta jornada.
El acto más importante del día 18 era la ‘Misa de los Jefes’ en la explanada que había frente la ermita. También se conoce a esta celebración como ‘Misa de Campaña’. Se llamaba Misa de los Jefes porque eran ellos quienes la organizaban, la pagaban y recaía sobre ellos el protagonismo, aunque estuviesen presentes ambos grupos. En el transcurso de esta Misa, la Soldadesca solía hacer descargas con los retacos y arcabuces que portaban sus componentes, al igual que algunos devotos encendían hogueras en las inmediaciones de la ermita -normalmente de aristas del cáñamo ofrecidas por algunos cosecheros- que las iban acumulando junto al santuario en los días anteriores. Tras otra demostración del juego de la bandera, San Antón era trasladado nuevamente hasta la iglesia parroquial, donde se le ofrecía el segundo Novenario, y allí permanecía hasta el día de la Candelaria (2 de febrero), en que se devolvía a su ermita de una forma más sencilla. A primeras horas de la tarde, Mayordomos, Jefes y Soldadesca subían a la explanada de la ermita de la Virgen de la Cabeza, donde una vez más se jugaba la bandera.2”.
1 En ningún momento, los informantes citados utilizaron la fórmula de “jurar la bandera” o “bailar la bandera”, expresiones incorrectas que se están imponiendo últimamente, ya que en dicho acto no se jura nada, ni lo que interpreta la bandera multicolor de la Hermandad es un baile, sino un agasajo u homenaje de tipo religioso al titular de la ”Hermandad”.
2 En este punto queremos hacer una reflexión. Si tenemos en cuenta algunos de los elementos que intervienen en la fiesta: humanos (Capitán, Abanderado, “Pincho” o Alabardero, Cadete y Paje, así como la Soldadesca), materiales (vara de mando, alabarda -“pincho”-, tambores, cajas, cornetas), músicas (diana, retreta, marchas militares), ceremonias (desfiles, descargas de arcabucería), días en que se desarrollan (15 a 18 de enero, fechas en que la Galera morisca está sublevada en 1570 contra el Rey y asediada por las tropas de don Juan de Austria), lugar de esta última vez del juego de la bandera (el Cerro de la Virgen de la Cabeza, solar de la villa sublevada), paralelismos con otras fiestas muy similares (Fiestas de Moros y Cristianos en Orce en estos mismos días, en contraposición con las que tienen lugar a finales de abril en Cúllar, Benamaurel y Zújar), nos lleva a deducir con casi total certeza que esta fiesta de San Antón de Galera es el resto de una antigua Fiesta de Moros y Cristianos, que tal vez se repetiría a final de abril, a juzgar por alguna escasa pero elocuente información custodiada en el Archivo Histórico del Ayuntamiento de la villa.