DESCRIPCIÓN, POR ORDEN GEOGRÁFICO, DE LAS SEPULTURAS DE LA NECRÓPOLI DE TÚTUGI Y DE SUS AJUARES RESPECTIVOS.

Cabré y Motos 107

 

XIII

Sepulturas 28 y 29.- Fue expoliada la primera al roturar la meseta, y la segunda, o sea el Pingorote, se ignora cuándo lo fue, porque ha tenido indefectiblemente que sugestionar a todas las generaciones el túmulo que la encierra, por sus proporciones colosales, en relación a todos los de esta parte de la zona primera de la necrópoli. Pero dispuestos a ver si su excavación podía aportar a nuestro estudio algún dato, nos decidimos a ello, empezando por la cúspide.

Comprobamos que todo el túmulo es artificial y de tierra, sin ninguna obra de piedra. Se profundizó hasta seis metros, descubriendo ya el pavimento primitivo de la sepultura, que media unos 4,50 por 3 metros y unos 2 metros de altura. No se halló nada en su interior.

Hay referencias fidedignas, dadas por los naturales del país, de que el anterior dueño de este terreno, Juan Antonio Rubio, habrá unos cuarenta años, hizo rebuscas en este túmulo, y halló en él un guerrero a caballo, de bronce, el cual fue cambiado a un buhonero por una sartén, y éste dio como obsequio dicha figura a cierto caciquillo de Huéscar, conocido por el mote del Pasiego1.llamado Juan Manuel. El otro, según referencias de Policarpo Cuartero, vecino de Galera, lo halló en 1916 Manuel Naranjilla, en el Real.

En la colección Cabré existe una cabecita de varón, de mármol, que adquirió él mismo en cierto establecimiento de bebidas de Galera, la cual fue cedida a su dueño por unos rebuscadores de tesoros de la necrópoli, en pago de consumo.

Sepulturas 30 a 33.- Parte de estos túmulo-se excavaron accidentalmente hace mucho tiempo, al explanar una era. Otros, por gentes ávidas de tesoros.

Sepultura 34.- Si los hados adversos de la necrópoli de Tútugi, encarnados en los primitivos profanadores y rebuscadores de tesoros, ya romanos, visigodos o árabes, más probablemente estos últimos, no hubiesen declarado muerte cruel al ajuar de esta sepultura, hubiéramos, exhumado intacta una serie de objetos de interés extraordinario, que, constituía uno de los depósitos funerarios prerromanos de mayor arte y novedad de este cementerio. El ensañamiento inútil de la destrucción aludida salta a la vista con decir que un gran vaso griego pintado, forma oxybaphon, un kylix, un jarrito de vidrio con irisadas coloraciones, una vasija con su tapadera, como las descubiertas en las sepulturas 11 y 20, y cuatro grandes ánforas iberopúnicas fueron rotas en mil pedazos, y sus fragmentos, en su mayor parte, se han descubierto entre las tierras de relleno de una gran cista, que era la cámara sepulcral, excavada en la tierra de mangas, y cuyas medidas eran de 4,50 metros por 2,80, y 1,55 su profundidad. Dichos fragmentos, revueltos los de unas y otras vasijas, lo mismo iban hallándose casi a flor de tierra, que en un lado o en el opuesto; ya en profundidad media, o ya descansando sobre el pavimento natural de la sepultura.

No se ha podido precisar la altura del oxybaphon griego, pero si el diámetro de la boca, que mide 37 centímetros. Como puede apreciarse por la lámina XV, la composición pictórica del anverso, que se, destacaba sobre fondo negro, en rojo, es de un arte depurado, tanto en las proporciones de las tres figuras como en la expresión y vida de las mismas: representa una escena de música.

De los cuatro vasos iberopúnicos solamente se han podido restaurar dos, y ello gracias al celo y entusiasmo desplegados por el subdirector del Museo Arqueológico de Madrid don Francisco Álvarez Osorio, a cuyo cargo está la sección a que pertenecen, pudiendo afirmarse que ellos son de tal novedad, por su forma. y arte, que resultan peculiares y exclusivos de esta necrópoli en España.

Dichos cuatro vasos, pintados de blanco y luego con rojo, deben incluirse en el género de los otros tres descritos, hallados en la sepultura 6, de forma púnica; pero hay que agruparlos aparte, porque tienen sus modalidades propias, impuestas quizá por iberos, siendo una de ellas la modificación de la base en sentido plano, en lugar de ovoideo. El mayor de los dos restaurados mide 57 centímetros de altura, y el más pequeño, 53. Difícilmente pueden interpretarse los motivos ornamentales que decoran ambas vasijas, porque al restaurarlas se vio que faltaban algunos trozos, y además la capa inferior blanca es muy poco consistente y con el tacto desaparece, arrastrando consigo la pintura roja. No obstante ello, puede indicarse que en la vasija mayor hay una zona superior de postas; debajo, otras dos con rayas atravesadas en sentido escaleriforme; luego, un ancho espacio central con signos enigmáticos, entre los que se aprecia una cabeza de caballo; a continuación, una nueva faja con dobles poetas, y, por fin, otra de zis-zás, que tiene los huecos internos rellenos de trazos verticales. La vasija más pequeña se conserva peor, de modo que en el anverso y reverso vemos únicamente las postas superiores y el zis-zás inferior, más una zona de ajedrezados junto a las postas; en el lado izquierdo ciertas manchas parecen representar unos cisnes. (Vasija central de la lámina XV.)

Ente los fragmentos de las otras dos vasijas irrestaurables, del mismo género que las anteriores no hay duda que existen motivos decorativos distintos de los descritos, que consisten en meandros, fajas de dos líneas retorcidas entre sí, ojivas, etc., etc.

1 De otros dos guerreros con sus armas, montados a caballo, tomamos nota como descubiertos en la región. Uno lo descubrió el colono de la cueva de los Cipreses,

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