GALERA TREINTA Y CINCO SIEGLOS DE HISTORIA (Capítulo nº 92)
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VII LA EDAD MEDIA
VII.1. LA TÚTUGI VISIGÓTICA Y CRISTIANA
La crisis cultural que se atisba en los últimos siglos de la fase romana se materializa en los primeros de la Edad Media, siguiendo con ello la dinámica general del resto de Europa. Una casi absoluta falta de noticias es la tónica de este nuevo período cultural en nuestra demarcación territorial. Naturalmente, la ausencia de datos -monumentales, arqueológicos, bibliográficos, etc.- responde precisamente a esa profunda crisis. De manera que es harto difícil componer una panorámica más o menos completa de lo que aquí sucede entre los siglos IV y VII de nuestra era, en los cuales la tierra está ocupada por los vándalos silingos hasta mediados del siglo V. Tal vez como huella del paso por estas tierras de aquellos u otros pueblos del norte de Europa, quede en la toponimia galerina el nombre de Carrachila, adscribible a este período histórico pues su significado puede ser alquería de Achila. Precisamente esta etapa concluye con la ocupación definitiva de todo nuestro territorio por parte de los visigodos.
Un dato, por lo que más adelante se dirá, sí es seguro: la población permanece en el mismo solar, el cerro de El Real, y con el mismo nombre de los tiempos ibero-romanos.
Al igual que había sucedido con las influencias culturales que de todo tipo nos habían llegado, vía Mediterráneo, desde los tiempos prehistóricos del Calcolítico, debió de suceder, por simple lógica, con la introducción del Cristianismo en el área que ocupamos. La nueva religión, bien a través de gentes que van y vienen, bien mediante calculadas programaciones evangelizadoras, debió llegar muy tempranamente a Tútugi.
Ello se deduce al saber que en fecha no posterior a 314 tiene lugar en Ilíberris (Granada) el primer Concilio que celebra la Iglesia de Hispania. A él asiste Eutiquiano, primer obispo de nombre conocido de la diócesis de Basti. Precisamente estas dos diócesis, junto con otras del Sureste peninsular, son sufragáneas de la de Cartago Nova (Cartagena), respondiendo esta división territorial a la creada en su día con el nombre de Cartaginense por Roma.
Una disputa por cuestiones sucesorias, que enfrenta al en ese momento monarca visigodo, Agila, con el pretendiente al trono, Atanagildo, hace que éste pida ayuda al emperador de Bizancio para lograr sus propósitos. En 552 el ejército del imperio oriental desembarca en las costas mediterráneas del sur de la península y ocupa una considerable franja de terreno que se va a llamar Spania. En ella se puede incluir, si no toda, parte de nuestra comarca, por donde parece que pasa la frontera entre un territorio -el visigodo- y el otro -el bizantino-.
Los sucesivos reyes, molestos con la presencia extranjera, presionan una y otra vez sobre los intrusos y finalmente Suintila alcanza la satisfacción de expulsarlos en 625.
Uno de los famosos reyes godos, Sisebuto, dio a Tútugi la oportunidad de aparecer en la Historia por última vez con ese nombre.
El pueblo judío, tras la Diáspora, había hecho que un considerable número de sus miembros recalase en Hispania. Concretamente en la región que nos ocupa, su densidad debió ser considerable. Pronto debieron surgir roces con la población hispanorromana, hasta el punto de que los que pasando el tiempo se llamarían sefarditas, son cada vez más odiados. Y entonces empiezan a surgir leyes contra su expansión económica, social y cultural.
Toda esta presión se materializa en 612 en una disposición oficial, recogida en el Fuero Juzgo, que determina que, entre otras cosas,
“…los judíos que alguna cosa ganaron de nuestros antecesores por enganno, seya desfecha aquella ganancia, ó torne en poder del rey. E los siervos de los judíos que se ficieren baptizar, ó que quier que sean falados, entréguenlos a sus sennores, é los sennores los franqueen man á; é el peguiar que ellos avien, dévengelo dar luego en aquella franquedumbre”.
Expresamente citadas, vienen en el texto de la ley las localidades en donde se ha de aplicar:
“A los muy sanctos, é á los muy bienaventurados don Agrapio, é don Cecilio, obispos, é á los jueces daquel logar, é otrosí á los otros sacerdotes de aquella tierra de Brabi, é Desturgi, y de Iliturgi, é Turgi, é de Macia, é de Tugia, é de Tutugi, é de Egabro, é de Epegro, que son en estas tierras”.
Como dice González Barberán, “Esta relación nos permite comprobar con qué clase de poblaciones estaba homologada nuestra Tútugi en lo civil, en lo religioso y en lo económico”.
Y es que esas ciudades, lugar de asentamiento de comunidades judías, eran Granada, Córdoba, Cabra, Aguilar, Martos, La Guardia, Jaén, Mengíbar, Baeza y Toya. Una breve reflexión nos lleva a pensar que la Tútugi de los primeros años del siglo VII aún conservaba una destacada importancia. Hemos de tener en cuenta que aquellas comunidades se establecían preferentemente en núcleos de población grandes para ejercer una de sus actividades preferidas: el comercio.