GALERA TREINTA Y CINCO SIEGLOS DE HISTORIA (Capítulo nº 95)
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GALERA TREINTA Y CINCO SIEGLOS DE HISTORIA (Capítulo nº 68)
EDAD MODERNA
IX. 8g. LA AGRICULTURA (I)
Para tener una visión lo más cercana posible a la realidad agraria de la Galera del XVIII, hay que consultar nuevamente las respuestas que se encuentran en el Catastro del marqués de la Ensenada. No hay otro documento que mejor refleje la realidad de mediados de esta centuria, la cual no puede haber cambiado en mucho desde principios de siglo ni deberá hacerlo tampoco en las décadas siguientes.
La agricultura, naturalmente, sigue siendo la base de la economía de aquellos antepasados nuestros. Complementariamente, se desarrolla igualmente la ganadería a la cual hemos hecho alguna alusión con anterioridad, destacando su señalada importancia en momentos concretos.
La climatología, el factor más determinante en esta actividad, presenta -como por otra parte es normal- años favorables y años adversos, con un reflejo inmediato en los rendimientos. Hay veces en que el hambre vuelve a rondar a muchos vecinos de la villa como ha sucedido en épocas pretéritas. Por lo que a fertilidad de la tierra se refiere, así la valoran los peritos que asesoran a quienes redactan el Catastro referente a nuestro pueblo:
“… en esta Vª y su Termo. (Término) ay tierra de regadio y secano y en dcha. tierra de riego ay de senbradura de ortaliza, calma y viñas y dan un fruto en cada un año y otras q. nezesitan de otro, que son las de la terzera, de yntermedio y las de secano los dan en esta conformidad: de zinco en zinco años, tres de secano, uno de barbecho y otro de sembradura y tanbien ay en dchas. tierras de secano infrutifera por desidia y naturaleza… »
Los escasos rendimientos que declaran -7 fanegas de trigo por término medio en las tierras de primera calidad, por ejemplo- aun en el caso de que se hubiese ocultado la verdad a la hora de las declaraciones, llaman poderosamente la atención comparados con los actuales, sin ser estos equiparables a los de regiones más fértiles que la nuestra. La única explicación que se puede dar a esta baja rentabilidad es -obviamente- la ausencia todavía de abonos minerales y la utilización de semillas de baja productividad, en relación con las utilizadas actualmente.
Las medidas agrarias de superficie que se usan -hasta nuestros días incluso- son las llamadas “del marco de Abila», que se estructuran de la siguiente forma: Una fanega contiene doce celemines y cada celemín cuatro cuartillos “y sesenta y zinco pasos en cuadro».
La capacidad de estas tierras a la hora de sembrarlas es de esta manera, según las declaraciones recogidas por el Catastro: Transformadas dichas medidas al Sistema Métrico Decimal, éstas son sus equivalencias: REGADÍO: Fanegas de 1ª y de 2ª: 1747 metros cuadrados. Fanegas de 3ª: 2096 metros cuadrados. Hay una cuarta categoría, las fanegas de 4ª, que equivalen a 2795 metros cuadrados. SECANO: Fanega: 6439 metros cuadrados.
“… y por la fanega que es de primera calidad, para senbrarla de trigo se nezesita otra de dcha. especie y si mediana ocho zelemines, y si de ynferior, seis; quando se sienbra cáñamo se echa cada una siendo de la primera calidad, quinze zelemines de cañamón, si de zebada diez y ocho zelemines, en la de segunda doze y en la de terzera ocho y tanbien en la de terzera se sienbra zenteno y a la fanega se le hechan tres zelemines… en quanto a las de secano se siembra en ellas zenteno por ser estas mui ynutiles y delgadas y nezesita para cada fanega de las tres clases tres zelemines…»
Si hubiese que destacar dos aspectos que hoy nos llaman la atención, serían el cultivo de la seda, y por ello la morera, y la preocupación evidente de las autoridades por los nuevos plantíos de especies forestales que hasta ahora no se habían mencionado. Al fijarnos en los árboles frutales que cultivan, vemos cómo faltan bastantes de los que hoy día son -o han sido- corrientes en nuestra vega: almendros, pereros, albaricoqueros, melocotoneros, higueras, cerezos, etc., cuya aparición en nuestro panorama agrario habremos de fijarla en fechas posteriores a la que nos ocupa.
La dejadez por parte de algunos propietarios es así mismo patente en el Catastro. La cantidad de tierras “infructíferas por desidia de sus dueños» está cifrada en 172 fanegas de regadío y 1005 de secano, lo que representa unos porcentajes del 8’4% y del 15% respectivamente. Algunas de las parcelas que se repartieron en su día “no an usado de ellas y de ynmemorial tienpo a esta parte se an perdido sus linderos de suerte que todos los que tienen tierras de Provision saben tener tierras de secano y oy estan hechas comunes labrando el que quiere en ella sin ynpedirselo persona alguna ni pagar por dicha razon mas que los diezmos…»
Directamente relacionados con el trabajo en el campo, están los salarios de los jornaleros. No es muy halagüeña su situación si hemos de hacer caso -y parece que sí debemos hacerlo- a la documentación que venimos manejando. Cuando los peritos contestaron a la trigésima quinta pregunta dijeron textualmente lo que sigue a este respecto: “… cuando trabajan ganan a tres rrs (reales) y de comer una temporada al año; otra dos rrs. y de comer y otra un real y de comer…»
La diferente valoración de los jornales que se declara -tres, dos y un reales-debe obedecer a la mayor o menor penosidad de los trabajos que se realizan o a la especialidad que requieren (podadores, agramadores, etc.)
A continuación se ofrece una serie de Tablas las cuales muestran de forma esquemática la mayoría de los datos económicos contenidos en el Catastro.