GALERA TREINTA Y CINCO SIEGLOS DE HISTORIA (Capítulo nº 64)

LA EDAD MODERNA

IX. 8g. LA ADMINISTRACIÓN EN EL SETECIENTOS (III)

Poco a poco el aspecto de la villa y corte va cambiando. La idea es erradicar de alguna manera la inseguridad ciudadana y conseguir que la capital de España se ponga al nivel que le corresponde. Mas en el horizonte se cruza, como hemos visto que de vez en cuando sucede, una serie de años de sequía, cuyas consecuencias inmediatas son la escasez y el alza de los precios. El pueblo madrileño llega a pasar hambre en algún momento, lo cual lo lleva a escandalizarse por las inversiones que se están haciendo en la capital: empedrado de calles, alumbrado público, palacios en construcción, etc. Para erradicar la impunidad con que se cometen delitos, amparados los malhechores por la genuina vestimenta de la época, Esquilache determina intervenir igualmente en este ámbito y decreta la decisión por todos conocida de modificar igualmente estas amplias indumentarias. Es la gota que colma el vaso. El ministro, odiado por la población por haber accedido a la creación de un monopolio para la venta de los artículos alimenticios de primera necesidad, incrementándose con ello los precios, se convierte en el blanco de todas las iras y tiene lugar el conocido motín de Esquilache. La alteraciones duraron dos días, en las cuales se llegó a derramar sangre. Este suceso le costó el puesto al italiano. El motín de Madrid debió de reflejarse igualmente en otros lugares y el propio Consejo Real tuvo que intervenir, emitiendo el documento que a continuación transcribimos parcialmente:

«En la villa de Madrid a cinco de mayo de mil setecientos y seis años los señores del Consexo de Su Majestad dixeron: Que son repetidas las notizias justificadas que al Consexo llegan de las asonadas de algunos pueblos prevaliendose del ejemplar de aberse abaratado los abastos con inmenso dispendio del Real Erario dirigidas a obligar a sus respectivos magistrados a azer lo mismo, solicitando luego se les conzedan indultos de estos excesos por los mismos medios violentos extendiendose a otras pretensiones contra la subordinacion devida a la autoridad Publica. Y abiendo examinado esta materia con la reflexion que el caso pide… y la nezesidad de desengañar a la Plebe para que no caiga en excesos tan sediciosos, fiada en indultos y perdones que nada le aprovechan…mandaron por via de regla general que en todos los pueblos que lleguen a dos mil vezinos intervengan con la justizia y rexidores cuatro diputados que nombrara el comun por parroquias o barrios… Si el pueblo fuese de dos mil vezinos abaxo el numero de diputados del comun sera de dos tan solamente…»

De paso, el Consejo de Su Majestad aprovecha las irregularidades que se vienen produciendo, «que en muchos pueblos el oficio de Procurador Sindico es enajenado», y da el siguiente aviso a posible navegantes, de los cuales nosotros podíamos tener alguno de ellos:

«Considerando tambien el Consejo que en muchos pueblos el ofizio de procurador sindico es enajenado y que suele estar perpetuado en alguna familia o que este ofizio recae por costunbre de privilexio en algun rexidor individuo del aiuntamiento acuerda que en las tales ciudades sin exceptuar las capitales del Reino o provinzia villas o lugares donde concurriessen estas circunstanzias nombre y elija anualmente el comun guardando hueco de dos años a lo menos y los parentescos asta quarto grado inclusive… el cual tenga asiento tanbien en el ayuntamiento despues del Procurador Sindico perpetuo y boz para pedir y proponer todo lo que conbenga al publico…»

Está claro que las cosas han comenzado a cambiar, no sólo en el aspecto material, sino también desde el punto de visto político. La figura del Procurador Síndico que diseña Carlos III es un avance enorme en cuanto a protección de las clases más desfavorecidas se refiere, a la vez que procura sanear las, en algunos sitios como es evidente, carcomidas estructuras inmovilistas e interesadas. Otra cosa es que quien tuviese la obligación de aplicar este deseo lo llevase a cabo escrupulosamente. Pero, por lo que a nosotros atañe, no parece que dicho Auto fuese tomado a broma y el 13 de julio tiene lugar en el ayuntamiento la primera elección de diputado del común. Para ello, en cumplimiento de las sanas costumbres de Castilla -que no todo iba a ser negativo- «se paso recado politico a los sres. beneficiados de esta parrochial a fin de q. en el dia treze … manden tocar la canpana convocando a el pueblo para q. por el se saque y nombre dchos. Diputados . Los elegidos fueron don Marcelino Tomás, mayor, y Andrés Pérez Aro.

En noviembre de 1771 hereda el título del XV Señora de las villas de Galera y Orce, siendo la 10 de la Casa de Ossorio de Moscoso, Doña María Vicenta de Moscoso de Zúñiga, que no conoce sucesión y muere con unos 24 años. Por ello ha de hacerse cargo de la Casa su tío, Don Manuel Bernardino de Carvajal Zúñiga. En él recaen los títulos de XVI Señor de la Casa y Estado de Baza y 11 de la de Carvajal-Abrantes. Era el año 1776.

La filosofía que poco a poco va calando en las gentes de esta ya segunda mitad del siglo -estamos en 1774- deja notar sus efectos en las localidades, cuyas autoridades están impregnadas de la nueva concepción de la política que décadas atrás comenzó a difundirse por toda Europa. El pueblo va adquiriendo un mayor peso específico y las mejoras que se procuran para él no hacen más que confirmar esta afirmación.

A Galera debía de haber llegado esta inquietud y como para demostrar el movimiento no hay mejor forma que moverse, eso hacen nuestros munícipes en la sesión del 9 de junio. En el orden del día figura el proyecto de construir una fuente para el abasto público. La que había antigua, que la había, se encontraba a estas alturas «inmunda y sin el aseo y proporzion debida». Pero como parece que ello no es suficiente, la propuesta va a más y se pone sobre la mesa la posibilidad de construir un matadero «con la proporzión y aseo que es debida a ofizina tan precisa al beneficio de este común». Desconocemos si ambas obras se llegaron a realizar. Pero, fuese como fuese, está claro que Galera se ha subido en el carro del progreso.

Y eso está muy bien. Porque el ejemplo cunde y quién mejor que la persona designada por el pueblo, el Procurador Síndico General, que en mayo de 1775 recaía sobre la persona de don Bartolomé Pérez, para proponer al Concejo que se hagan diversas obras públicas tales como presas de regadío, aprovechando Ael considerable fondo q. en el dia tiene@ el Pósito de la villa el cual, tal vez excepcionalmente, goza de un saneado superávit. Y eso en el mes de mayo, época que tradicionalmente hacía aparecer la escasez, una vez agotada la cosecha del año anterior y aún por recoger la del presente. Seguramente sería en este tiempo de bonanza económica cuando el Pósito decidió comprar acciones -en noviembre de 1787 tenía diez- en el Banco Nacional de San Carlos.

Mas, como todo no puede estar completo, alguna «desazón» -como diría don Marcelino Fernández- había surgido entre el alcalde mayor de las villas de Galera y Orce en 1786, entonces don Juan Andrés Morcillo, por la cual los autoridades galerinas no lo reconocen como tal. La cosa debió ser seria, ya que el asunto llega nada menos que hasta el rey. Éste, contemporizador, dicta una Real Provisión con fecha de 24 de febrero para que los díscolos munícipes vuelvan a la obediencia debida. Así debió de ser.

De algo de esto se enteraría, sin duda alguna, el nuevo Señor de Galera, ya el XVII y 21 de la Casa de Carvajal-Abrantes, Don Ángel María Agustín de Carvajal y Gonzaga, que había sucedido a los doce años en 1783 y declarado mayor de edad en 1788.

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