DESCRIPCIÓN, POR ORDEN GEOGRÁFICO, DE LAS SEPULTURAS DE LA NECRÓPOLI DE TÚTUGI Y DE SUS AJUARES RESPECTIVOS.

Corte y pavimento policromado del túmulo 2

IX

Dicho segundo rectángulo viene a caer sobre la techumbre de la cueva de labor del citado don Juan Heras. Este señor, a quien somos deudores de gratitud y sumo reconocimiento por sus bondades con nosotros y por su noble conducta al darnos toda clase de facilidades para excavar en su propiedad, aun en perjuicio de sus intereses, nos comunicó que al hacer su casa-cueva se desprendieron de la techumbre varios objetos pertenecientes a ajuares funerarios de sepulturas humildes.

Nada nos extraña ello, porque también hemos visto otras sepulturas recientemente profanadas entre el primero y segundo rectángulos.

Sepultura 2ª.- Como se dijo antes, se encuentra en la era de dicho señor, casi en el centro de ella y ligeramente desviada hacia el Norte. Fue descubierta por el mencionado señor al desmontar, hace pocos años, unos cerrillos, y no quiso reconocerla cuando su descubrimiento, por cuya causa estaba persuadido de que aún permanecía intacta. Autorizados para estudiarla, dimos pronto con ella, y dolorosamente vimos que sus colonos la habían ya profanado, hecho que nos pareció muy natural, porque estaba a unos treinta centímetros de la superficie; pero nos consideramos dichosos cuando se descubrieron en parte sus pinturas murales y todas las del pavimento. Este sepulcro fue abierto en forma de rectángulo, de 2,20 metros de largo por 1,37 de ancho, con orientación de Este a Oeste en terreno de margas yesíferas; después de obtenido el rectángulo, se revocaron el piso y las paredes con yeso, y luego fue pintado todo él.

Las pinturas actuales, reproducidas en la lámina IX, estamos convencidos de que no son las hechas cuando se construyó esta sepultura, sino que pertenecen a una segunda época o a su restauración, porque se ve muy bien que al descascarillarse parte de ellas, debajo aparecen nuevos motivos ornamentales, con colores opuestos a los de encima, y además subsisten todavía manchas rojizas debidas a la oxidación de los hierros del ajuar primitivo, manchas que han traspasado de abajo a arriba la capa de pinturas más moderna. Por tanto, los motivos decorativos de la primera época fueron todos enjalbegados con una capa recia, y sobre ella desarróllose la segunda composición. En ella interviene, ocupando todo el pavimento, un gran rectángulo de color rojo, en el que se dejaron veinticuatro espacios para figurar en ellos especies de aras, sobre las que aparecen medias lunas. Las aras se destacan, alternando por series, ya. Sobre fondo negro, ya sobre el blanco del enjalbegado; en las que tienen su fondo obscuro, la media luna es blanca, y al contrario en las series opuestas. Otro tanto acontece con el motivo inferior a las aras, y sobre éstas y debajo de las lunas se divisa una línea de color amarillo.

En las paredes variaba la decoración: Aún se conserva un zócalo de ocho centímetros de anchura con tres trazos paralelos; y a partir de ese zócalo se pintaron extrañas combinaciones geométricas y florales, que debieron recubrir toda la superficie de los muros. Innumerables fragmentos de estuco, decorados siempre en rojo, yacían unos recubriendo el pavimento y otros, sin desprenderse, ocupando su lugar propio. En estos últimos se veían con preferencia fajas de hojas de yedra y de zis-zás o dientes de sierra.

En la distancia que media entre este enterramiento y el del número 3, orientándonos al Sudeste, descubrimos otra cavidad rectangular que tenía en su fondo sólo cenizas de cremaciones.

Sepultura 3ª.- Ya no se conserva ella, pues el sitio que ocupaba fue rebajado, hará unos seis años, para ensanchar la era de referencia. Se construyó a pocos metros de la anterior, hacia el Este, y tenía forma de rectángulo. El ajuar de esta sepultura ha ido regalándolo poco a poco don Juan Heras a sus amigos; de algunos de los objetos que lo componían desconocemos el paradero; no así de la pieza primordial, que era un vaso italiota, tipo oxybaphon, que fue donado a don Macario Golferichs, de Barcelona, y éste a la vez a don Marcelino Coll, el cual lo conservaba en sus posesiones de Llaveneras. El susodicho descubridor tuvo también la atención de obsequiarnos con las últimas piezas del lote de esta sepultura, que consistían en un vaso de forma cilíndrica, pero con un pequeño gollete, todo él pintado de rojo y de 25 centímetros de altura, y restos de armas de hierro, en su mayor parte indeterminables, menos los de una espada falcata y lanzas, por las que se deduce que este sepulcro perteneció a un guerrero.

Sepulturas 4ª y 5ª.- Profanadas y destruidas por los rebuscadores de tesoros.

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