VIII EDAD MEDIA

VII.2. LA GALIRA MUSULMANA (y II)

Por lo que se refiere a nuestra comarca, hay que mencionar al rey taifa de Valencia Ibn Mardanix, de lejana ascendencia cristiana, conocido como el rey Lobo, que se declaró vasallo de Alfonso VII de Castilla y extendió sus posesiones desde Valencia y Murcia a Jaén, Baeza, Guadix y Carmona. Se apoderó de Écija y entró en Granada. Apoyado por su suegro Ibn Hamusk, se opone a la penetración de los almohades que, sin embargo, tomaron Almería en 1157. En 1163 Ibn Mardanis se enfrenta al sultán almohade Abu Ya=qub Yusuf I, quien le arrebata Andújar y provoca varias algaras en sus territorios de Baza y Sierra de Segura, sufriendo una severa derrota en las cercanías de Murcia.

La referencia más cercana en este período a Galera es la que, citando al cronista Ibn al-Sala, apunta González Barberán: “Durante su estancia allí por esos días (1165), se envió un escuadrón bendito de los almohades y de los árabes… Y trajeron de la parte de Galera y Caravaca y Baza y de los montes de Segura un considerable botín y muchos rebaños de acémilas, vacas y decenas de millares de ganado y se llenó el río (de Castril) y se colmaron de riquezas las manos de los almohades con innumerables bienes…”.

Poco a poco se generaliza el domino almohade en Al-Andalus, que se va extender desde Abd al-Mu’min (1130/1163) hasta Idris Abul Ula (1266/1269).

El reino nazarí de Granada surge como consecuencia de la descomposición del imperio almohade y de las rivalidades y ambiciones de los reyes de taifas. Al morir en Marraqués el califa Yusuf al-Mustansir en 1224 se generalizan las rebeliones de gobernadores almohades andalusíes. Estas circunstancias las aprovechó Fernando III de Castilla para proseguir la Reconquista, violenta o pactada, de los territorios musulmanes de España.

Desde los primeros momentos, Tútugi conoce la ocupación musulmana y se producen al menos dos cambios. El primero de ellos es que la localidad es rebautizada y pierde su milenario nombre para adquirir uno nuevo: Galira, que parece significar “tierra de cosecha”, o Gadeira, denominación que puede aludir a la estrechez del paso natural en donde se halla establecida. El segundo cambio es el de ubicación. Por estas fechas, más o menos tempranamente, Tútugi queda abandonada en el cerro de El Real y Galira se alza en el que hay inmediatamente a Poniente y que hoy conocemos con el nombre de cerro de La Virgen de la Cabeza.

El impacto que debió causar entre los pobladores de la zona la presencia de nuevas gentes -una vez más- de lengua, religión y costumbres absolutamente distintas a las usuales es fácil imaginarlo. En la memoria de las gentes debió quedar un indeleble recuerdo de estos hechos, que pudo haber llegado de boca en boca hasta mediados del siglo XVIII, naturalmente transformado y ciertamente fabulado.

Hacia 1730, don D. Marcelino Fernández, cura natural de Galera y beneficiado de su Parroquia, escribe una historia local, en la actualidad desaparecida. No obstante ello, algunos fragmentos se han podido conservar y presentan las características típicas de la época en cuanto a estilo y rigor histórico.

Aunque sólo sea por su carga emocional y literaria, y asumiendo su gran componente fantástica, no nos resistimos a transcribir textualmente el relato que de este período hace nuestro paisano, hace ahora más de 260 años.

Pero volviendo a la primera entrada de los moros en España, viendo los cristianos la celeridad que traían de irse apoderando de todos los pueblos, pues dice el Arzobispo don Rodrigo (De Rebus Hisp. libro 3, cap. 22) que parecía diluvio de moros y que se habían roto las cataratas de África para desembarcar moros que llovían sobre estas costas del mar Mediterráneo y entonces, unos se retiraban a los montes más eminentes, a sus espesuras y breñales con sus familias, otros huían a las montañas de Oviedo, otros a Vizcaya, otros a Navarra y otros se quedaban en la Sierra de Cazorla por áspera y montañosa, otros sierra Seca, otros en la Cabrilla, otros en la sierra de Segura y finalmente otros más inmediatos, porque no podían sus fuerzas alcanzar a huir más como en Marmolance, Huéscar la Vieja y en la Sagra.”.

En esta confusión que padecieron los vecinos de Galera o Salaria con la invasión de los moros entrándoseles en sus casas a raudales, pareciéndole a algunos que en la Sagra tendrían alguna seguridad, aunque el sitio estaba algo inmediato, allí se refugiaron. Entre los que se quedaron inmediatos fueron dos hermanos acaudalados y mancebos que lástima de perder sus caudales y la esperanza de volver a poseer sus bienes raíces, estos dos vivían en la villa de Galera y al ver tan gran plaga de moros, tomaron su dinero, alhajas y ganado y se retiraron al término de Huéscar a lo intrincado de una sierra que le llaman hoy la Sagra y que supedita las más encumbradas sierras de los tres reinos: Murcia, Granada y Jaén.

Los cuales dos hermanos se apellidaban con el nombre de Moncayo; mas uno de ellos, pareciéndole no estar seguro en el dicho sitio, determinó de entrarse la sierra adentro hasta la ciudad de Tarazona, donde hay otro monte tan encopetado como la referida Sagra, y antes de separarse estos dos hermanos, trataron el uno con el otro que sin verse ni juntarse por los riesgos que amenazaban, habían de saber el uno del otro todos los años y para esto dijo el que partió para Navarra que su destino era el morar y vivir en un monte que hay inmediato a la ciudad de Tarazona, el cual determinaba la cumbre de la Sagra y que para que no hubiera duda del día en que había de ser este correo y poder participar esta noticia el uno del otro, determinó que fuera el día 24 de junio y que la seña había de ser: Siendo de día, echando humo y de noche flamada, lo que por muchos años ejecutaron hasta que el hermano que vivía en la Sagra de Huéscar murió y aquel año faltaron las señales prevenidas y vino en conocimiento el otro hermano de su muerte, quedando en la Sagra de Huéscar la memoria heredada de unos en otros en un sitio que permanece y se llama la Sagra Chica, al sol poniente un pedazo de monte con el nombre de Moncayo y en el monte de Tarazona permanece hoy el dicho monte con el nombre de Moncayo y el origen de uno y otro sitio nacen del suceso de estos dos hermanos. Este suceso fue por los años de Cristo 715, con poca diferencia.

No hay que pensar, como se dice con anterioridad, que la ocupación musulmana fuese masiva en cuanto a número, ni homogénea en cuanto a etnias. Sabemos, en lo que a la primera cuestión se refiere, que no serían muchos más de 30.000 los invasores que se reparten por toda la península en los primeros años. Precisamente en nuestra comarca nos consta que en Orce, tal vez Urs al-Yamaniyyin1, se estableció una comunidad de soldados árabes del sur, conocidos como yemeníes.

A partir de este momento una nueva sombra cae sobre la historia del territorio que nos ocupa, ya que apenas si existen documentos -por lo menos conocidos- sobre el devenir de las gentes que aquí vivían.

Es lógico pensar, por la situación geográfica en que se encuentra, que nuestra tierra fuese agitada por las casi continuas tensiones sociales que se desarrollaron entre 888 y 912. Efectivamente, propiciadas por la diversidad cultural y racial a que pertenecían los conquistadores -beréberes y árabes como se ha dicho, a los que se suman con el tiempo aquellos cristianos que se habían ido convirtiendo al Islam y ahora se denominan muladíes– surgen diversos enfrentamientos civiles.

Uno de ellos, que tiene como teatro de operaciones la cora de Jaén, “… se inicia en territorio jiennense en el ángulo sudoccidental de la cora y se va extendiendo por el S.E. de la misma hasta la Sierra de Segura, siguiendo aproximadamente los límites de Jaén y la cora de Ilbira…”, región que nos afecta de lleno.

Para complicar más el asunto, la Sierra de Cazorla se vio igualmente afectada por estos disturbios, lo que nos autoriza a pensar que nuestra demarcación estuvo metida en ellos en buena medida.

Tal vez el personaje más destacado en este momento sea el muladí Ibn Hafsun, que mantuvo en jaque con sus revueltas gran parte del sur peninsular, hasta el punto de que se puede afirmar que hubo un tiempo en que era señor absoluto del territorio situado entre Algeciras y Murcia.

La intervención, finalmente, de Abd al-Rahman III fue calmando todas estas convulsiones hasta que la situación social se llegó a normalizar en 929. En este año se proclama el Califato de Córdoba y todas las familias que componen el panorama social de la época -muladíes, mozárabes, árabes y beréberes- acatan la autoridad centralista del califa. En esta época conocemos, por el acto de sumisión que se celebra a tal fin, el nombre del gobernador de la cora de Baza: Abd Allah ben Ahmad ben Abi Abda.

1 Dato facilitado por Vicente González Barberán a los autores en una carta de 14.02.1990.

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