VIII EDAD MEDIA

VII.2. LA GALIRA MUSULMANA (I)

La decadencia de la monarquía visigoda, como es suficientemente conocido en la Historia general de España, propicia la penetración de diversos contingentes militares -no tan numerosos como pudiera parecer- procedentes del norte de África, impulsados por un fervor religioso islámico en plena expansión. Es, como ha sucedido tantas veces, la primacía de una sociedad caduca -en este caso la hispano-visigótica- sobre otra que se encuentra en un momento máximo de su desarrollo: la musulmana.

A decir de los especialistas, muy limitados por las grandes dificultades que presenta el estudio de esta primera fase de penetración, la ocupación de la península Ibérica se debió en mayor medida a pactos y negociaciones que a hechos de armas, principalmente en las regiones meridionales.

Rachel Arié relata así los primeros momentos de la conquista y penetración del Islam en España:

A principios del verano de 710, año en que Rodrigo sucedió a Witiza en el trono de Toledo, los árabes se hallaban ya sólidamente establecidos en el norte de Marruecos y concluían la conquista del Magrib central bajo el mando del gobernador de Ifriqiya, Musa b. Nusayr. (Este gobernador), por iniciativa propia y sin consultar con el califa omeya de Damasco, al-walid, decidió intentar en primer lugar la ocupación de algunos territorios litorales; contaba para ello con las promesas de colaboración del exarca de la plaza de Septem (Ceuta), todavía en poder de los bizantinos … Dicho dignatario, el conde Julián, facilitó la primera expedición musulmana a España, una simple incursión de 400 hombres a las órdenes del oficial beréber Tarif contra una isla próxima al puerto que ha conservado su nombre (Yazirat Tarif, de donde procede Tarifa) en ramadán del año 91/julio de 710. Mientras, Rodrigo se hallaba en el norte del país, en la región de Pamplona, intentando sofocar una revuelta de los vascones. El éxito de Tarif indujo al lugarteniente de Musa, un oficial beréber liberto, el mawla Tariq b. Ziyad, a formar un cuerpo de desembarco compuesto por 7000 hombres (beréberes en su mayoría, además de algunos libertos y escaso número de verdaderos árabes), el cual, con el auxilio de la flotilla del conde Julián, atravesó el estrecho y se instaló en la ladera de la montaña de Calpe (la futura ciudad de Gibraltar, en árabe Yabal Tariq, la montaña de Tariq), en abril o mayo de 711, o sea en rayab o saban del año 92. Tariq estableció más al oeste, frente a una pequeña isla llamada isla verde (al-Yazirat al-jadra, de donde procede Algeciras), una base para que pudiera servir de reducto en caso de retirada. Algunas semanas más tarde tuvo lugar el encuentro decisivo entre el cuerpo de desembarco musulmán -al que se habían sumado cinco mil infantes beréberes- y las tropas regulares de Rodrigo, al oeste de Tarifa, en Wadi Lago (río Barbate), encuentro que finalizó con la derrota de los visigodos; así pues, Tariq tenía abiertas ante sí las puertas de Andalucía. En las proximidades de Écija, una masa de población descontenta y deseosa de escapar a la servidumbre, se unió a Tariq, en tanto que los judíos de Andalucía le presentaban también su apoyo. A principios del año 93/octubre de 711, el liberto Mugit se apoderó de Córdoba. Toledo, la capital de los reyes visigodos cayó sin ofrecer resistencia alguna. Musa b. Nusayr, temeroso de que toda la gloria de la conquista recayera en Tariq, pasó a España en ramadán del año 93/junio de 712 con un ejército de 18.000 hombres, en su mayoría árabes y entre ellos jefes qaysíes y yemeníes. Tras la conquista de Sevilla y Mérida (sawwal del año 94/junio-julio de 713), se reunió con Tariq en Toledo, y se dirigió a Zaragoza, cuya conquista supuso la dominación de todo el valle del Ebro. Tras estos hechos, el califa al-Walid ordenó a Musa regresar a Siria en compañía de Tariq, para que le dieran cuenta de las conquistas llevadas a cabo. En el verano de 714 (finales del año 95), ambos salieron de España, conquistada casi en su totalidad, y a la que ya no regresarían.

Durante el breve mandato de Abd al-Aziz, hijo de Musa b. Nusayr (714-716), los generales musulmanes prosiguieron la conquista de las regiones subpirenaicas, tomaron Pamplona y, más al este, Tarragona, Barcelona, Gerona y Narbona. Tras la partida de su padre hacia Oriente, Abd al-Aziz parece que se aseguró la posesión de Ébora, Santarem y Coimbra, en el actual Portugal. Se dedicó a pacificar la Andalucía oriental y Levante; se apoderó sucesivamente de Málaga y Elvira, prosiguiendo luego su avance hacia la región de Murcia, donde concluyó un tratado con el señor visigodo allí reinante, Teodomiro (en árabe Tudmir, nombre que pasó a designar la provincia de Murcia)”.

En la lucha que se plantea al principio entre los granadinos y Teodomiro, consta la destrucción del castillo (hisn) de Galera por parte de un emir. Es la primera referencia que se tiene de la población desde la contenida en el Fuero Juzgo, anteriormente citada.

Ante la evidencia de la superioridad militar, cuyos contingentes estaban compuestos por soldados beréberes y árabes sirios, Teodomiro decide concordar con Abd al-Aziz. Según el pacto (rayab del año 94/abril de 713), los territorios pasaban a depender directamente de los conquistadores -concretamente los de raza árabe y religión musulmana-, mientras que la población autóctona recibía protección a todos los efectos en pago a su sometimiento. Tudmir, por su parte, salvaba su honor ejerciendo su autoridad en un área muy concreta, aunque estaba obligado igualmente al vasallaje. Éste se materializaba mediante el pago de un impuesto en moneda y en especie (“un dinar, cuatro celemines de trigo, cuatro de cebada, cuatro medidas de mosto, cuatro de vinagre, dos de miel y dos de aceite”). Curiosamente, los esclavos y los siervos sólo estaban obligados a contribuir con la mitad de lo que lo hacían sus amos.

Una vez muerto Teodomiro en 743, el territorio que había incluso recibido su nombre se integra plenamente bajo la autoridad de los omeyas -emires dependientes de Damasco primero y califas de Córdoba después- que gobiernan prácticamente toda la Península desde Abd al-Rahman I b. Mu’awiya (756/788) hasta Hisam III al-Mu’tadd (1029/1031). En este último año se consolida la desmembración de la España califal con el nacimiento de los reinos de taifas. No todo este tiempo estuvo gobernando la casa omeya, sino que entre 981 y 1009 se suceden tres califas pertenecientes a la casa de los amiríes. El primero de ellos fue el famoso Almanzor (Muhammad b. Abi´Amir al-Mansur). En el horizonte del Este andaluz aparecen las dinastías de los ziríes granadinos y de los Banu Sumadih de Almería, que van a tener una destacada importancia en el desarrollo de nuestra historia de este tiempo. El linaje granadino se extiende desde Zawi Ziri (1013/1020) hasta >Abd Allah b. Buluggin1 (1073/1090) y el almeriense desde Ma’n b. Ahmad Ibn Sumadih (1041/1052) hasta Ahmad Mu’izz al-dawla (1091/?).2

En 1086 tiene lugar la entrada en España de los almorávides, a petición de los reyezuelos de Sevilla, Badajoz y Granada acaudillados por el sultán Yusuf Ibn Tasufi que, acompañado de sus contingentes de la guerra santa y ayuda de las milicias andaluzas, derrotó a los castellanos en Zallaqa (Sagrajas, cerca de Badajoz). Los almorávides eran partidarios de la ortodoxia maliquí y practicaban cierta pureza en las costumbres. Como los reyes de taifas veían que, a pesar de esta derrota, los cristianos seguían con sus ofensivas, llamaron nuevamente al sultán almorávide, que regresó y puso sitio a Aledo (Murcia), donde estaban resistiendo éstos a la espera de un auxilio de Alfonso VI, cuya llegada era inminente. Yusuf Ibn Tasufin, viendo las desavenencias entre los musulmanes españoles, no presentó batalla y regresó a Marruecos, pero los doctores de la ley andaluces lo llamaron para que administrase Al-Andalus y retornó el año 1090. Decidió destituir a los emires Acomo traidores a la causa del Islam, irreligiosos, corruptos e impíos y culpables de haber recaudado impuestos ilegales@. Yusuf se anexionó todo el territorio de los reinos de taifas, excepto Zaragoza y Valencia, pudiéndose decir que a principios del siglo XII España se había convertido en una provincia almorávide. Cinco sultanes de esta tribu berberisca se sucedieron entre Yusuf Ibn Tasufin (1061/1106) y Ishaq b. Alí (1145/1147).

Hacia el final del período señalado, los almorávides caen poco más o menos en los vicios que habían venido a combatir. Como consecuencia de ello reaparece una breve etapa de nuevos reinos de taifas acaudillados por familias poderosas. Ante esta situación, las tribus almohades apuntan hacia la península ibérica, desembarcan en las costas andaluzas e inician un lento avance. En 1147 toman Sevilla, Córdoba en 1149, Badajoz en 1150 y Silves en 1151.

1 Este rey de taifas granadino, que debió someterse al soberano almorávide Yusuf Ibn Tasufin, marchó al exilio al norte de África, donde escribió sus Memorias, ilustrativas de la vida y costumbres de los reinados ziríes.. Murió en Agmat en fecha desconocida.

2 Por estos años se desarrolla la leyenda del olivo milagroso que dicen estar situado en esta región, concretamente en una iglesia cercana al castillo de Mirabayt (Mirabete), en el actual término de Huéscar. Se decía que el día 30 de abril de cada año florecía por la mañana y al llegar la noche ya habían madurado las aceitunas. Tanta expectación suscitó, continúan arrando la leyenda, que los habitantes del territorio, hartos de las masivas peregrinaciones que el olivo originaba, llegaron a talarlo. Sin embargo, éste rebrotó nuevamente, repitiéndose el maravilloso suceso. Hasta al Papa llegó la noticia y en 961el Santo Padre se dirige al califa cordobés comentándole el fabuloso hecho, añadiendo ahora que la floración tenía lugar el día de Navidad. Para hacer aún más apetecible el misterio, afirma el Obispo de Roma que bajo las raíces del árbol hay enterrado un mártir crstiano, cuyos restos desea recuperar. El geógrafo al-Zuhri, que vivió en el siglo XII, asegura que él visitó el prodigioso olivo el día de la ansara, o fiesta de San Juan, narrando con detalle el proceso que tiene lugar ese día, consistente en que las olivas del árbol “ a medida que transcurría el día verdeaban, al mediodía comenzaban a blanquear, y a media tarde se ponían rojizas. Los peregrinos, entonces, se apresuraban a cogerlas antes de madurar completamente”. Además del citado geográfo, otros autores de la época como al-Udri, Ibrahim ibn Ya´qüb al-Isra´ili, al-Himyari o al-Qazwini, refieren este curioso .

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