GALERA TREINTA Y CINCO SIEGLOS DE HISTORIA (Capítulo nº 95)
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LAS MISAS DE LOS GOZOS
No ha habido posibilidad de señalar o localizar el origen de esta práctica. Tampoco abundan -yo no conozco ninguna- las publicaciones sobre este asunto en particular. Por ello es necesario echar mano de las conjeturas para situar históricamente esta magnífica manifestación, de la que -como advertía al principio- quedan ya tan pocos ejemplares.
No obstante, si analizamos una Misa de los Gozos, si nos preguntamos sobre su finalidad, inmediatamente llegaremos a la conclusión de que se trata de moniciones cantadas -con melodías y letras eminentemente populares- de algo que era necesario explicarlo a gentes con un bajísimo nivel de instrucción, por el hecho de celebrarse en latín hasta los años sesenta de nuestro siglo.
Y hemos de ver estas corrientes popularizadoras directamente relacionadas con aquella intención del Concilio de Trento que citábamos en otro apartado:
“… que tienen por objeto realzar la majestad del gran sacrificio de la misa y estimular los espíritus de los fieles, con estos signos visibles de piedad y religión…”
Por consiguiente, no sería desacertado situar el origen de estas Misas a finales del XVI, popularizándose, difundiéndose y diversificándose en el XVII.1
Se popularizan en el sentido de que llegan a conectar perfectamente con el pueblo al tener el acierto de tomar prestadas sus formas literarias y musicales. Se difunden por extensas áreas de todo el Levante peninsular y se diversifican al adquirir giros y matices distintos, de acuerdo con el lugar en que enraízan.
Está claro que detrás de estas composiciones hay plumas con un nivel literario que no se puede calificar de popular, a juzgar por la calidad de algunas letras que conocemos. Sin embargo, quienes concibieron y lanzaron esta Misa, estaban perfectamente integrados en el sentir de los campesinos, pastores y artesanos de la época.
Felizmente, se produjo un encuentro entre las composiciones que tenían como finalidad apartar a los fieles de las corrientes heréticas que corrían por Europa y la tradición secular en forma de villancicos navideños, cantos de inocentes, pastorelas, etc. La amalgama de estos elementos dio lugar a piezas magistrales para los fines que se perseguían.
Y todo ello con una sorprendente pluralidad de manifestaciones -tan lejos de nuestra actual ramplonería y adocenamiento-, que se puede encontrar tantas variantes como lugares en que se celebraron.
En el caso de la Misa de los Gozos que se sigue cantando en Galera, ésta debió de construirse en un principio tal y como algunas otras que aún están en vigor: una serie de composiciones explicativas del desarrollo del Sacrificio, sin variación alguna ni en la música ni en la métrica de las letras.
Tal vez formaran parte de ella originariamente las Coplas de la Virgen, que no son ni más ni menos que composiciones procedentes del Sur de Francia o de Cataluña, denominadas precisamente Gozos, dirigidas a ensalzar a la Virgen o a Jesucristo, e incluso a muchos santos del martirologio romano.
Estas letras circulaban impresas desde muy tempranamente. Es más que probable que fuesen dichas composiciones, tal vez aportadas a Galera por sus repobladores levantinos del siglo XVI, las que diesen lugar a la denominación de estas Misas. Curiosamente, ellas -las letras a que nos referimos- han perdido su nombre original para denominarlas en Galera como coplas de la Virgen.
Cuando se produjo la masiva emigración -esta vez en sentido contrario, lo que son las cosas- de los años 50 y 60 de este siglo, la Misa de los Gozos de Galera estuvo a punto de desaparecer. Dos factores, el haber quedado activa la Hermandad de las Ánimas que la conserva y el trasladar la hora de su celebración de la madrugada al anochecer, pudieron haberla salvado.
Efectivamente, la Hermandad siempre consideró que mantener la Misa merecía la pena y, con mayores o menores esfuerzos, la cantaba año tras año. Igualmente, la creciente comodidad que se iba estableciendo en la sociedad, hacía muy difícil sostener esta tradición ejecutándola nueve días seguidos, en lo más crudo del invierno, a las seis de la mañana. Por ello, perdiendo sin duda alguna el valor de ser una Misa de alba, se ganó en asistencia de hermanos -protagonistas al fin y al cabo de los cantos- y de fieles.
Algo que suele hacer reflexionar y suscitar un sentimiento de respeto a quienes por primera vez asisten a una Misa de los Gozos, es la costumbre de, al finalizar cada una de ellas, colocarse en el cancel de la iglesia uno de los hermanos de capa y, con una bandeja, solicitar limosnas a quienes van saliendo del templo. Cuando la demanda, muda por otra parte, es correspondida, el peticionario recuerda con la fórmula ¡Ánimas Benditas! en favor de quienes van encaminadas todas estas actividades.
Pero lo que hace a la Misa de Galera ser un poco especial con respecto a otras es su variedad de letras y, especialmente, de músicas. Normalmente, como ya se ha dicho, este tipo de manifestaciones suele estar compuesto por una sola tonada, que se repite a lo largo de todo el proceso. A lo sumo, las hay que presentan dos variantes musicales.
El Galera, por una serie de circunstancias, la Misa de los Gozos se ha ido enriqueciendo a lo largo de los siglos y ha llegado hasta nosotros con cuatro melodías diferentes, todas ellas ejecutadas con guitarra, bandurria, laúd, pandero y platillos, habiéndose perdido el uso del tenor y del violín en las últimas décadas:
a) Las coplas de la Misa, que deben ser las originales y se ocupan de explicar a los asistentes cada momento por el que transcurre el Santo Sacrificio.
b) Las coplas de la Virgen, que son las que en otros lugares se denominan como Gozos.
c) La copla de la Aurora, un préstamo evidente de la Hermandad del Rosario a la de las Ánimas.
d) Los aguilandos, villancicos navideños de una gran tradición y antigüedad, incorporados en fecha no precisada a la Misa.
Para explicar mejor cada una de estas modalidades, es conveniente tratarlas de forma individual.
Jesús Mª García Rodríguez.
Fragmento del texto publicado en el
BOLETÍN DEL INSTITUTO DE ESTUDIOS “PEDRO SUÁREZ” de Guadix, Granada. Año XI. Número 11. Enero-Diciembre 1998
11 Un curioso antecedente, salvando las lógicas distancias, podía ser la noticia que nos da Mercedes García Arenal cuando transcribe en su obra “Los Moriscos” el Memorial que el caballero cristianizado don Francisco Núñez Muley envía a la Audiencia de Granada, responsable de ejecutar las prohibiciones que se dictan por la autoridad correspondiente en contra del acervo cultural que conserva este grupo étnico. Dice Núñez Muley que “…el arzobispo santo (Fray Hernado de Talavera)…en la Alpujarra, andando en la visita, cuando decía misa cantada, en lugar de órganos, que no los había, respondían las zambras… (y)… cuando en la misa se volvía al pueblo, en lugar de Dominus vobiscum, decía en arábigo Y bara ficun, y luego respondía la zambra.”