GALERA TREINTA Y CINCO SIGLOS DE HISTORIA (Capítulo nº 40)

4. Sublevación de los moriscos

XI. EDAD MODERNA

I.GALERA, LA MI GALERA… (y VI)

28 de enero, viernes.

Se inician los trabajos de excavación de dos minas junto a la anterior. Al día siguiente llegan a Galera las municiones y los cañones provenientes de Cartagena para incrementar la presión sobre los sublevados. A renglón seguido se fortalece la batería de El Real con dos cañones reforzados, un tercio de culebrina y otras cuatro piezas más. Para cubrir el ángulo noroeste se alza una nueva batería en las inmediaciones de “El Salitre” con cuatro de las piezas recién llegadas.

Una noche, avisados ya los moriscos de la gravedad de las minas para la integridad del pueblo y de ellos mismos, salen unos 200 a impedir las obras que, a marchas forzadas, se están haciendo bajo sus pies. El factor sorpresa no les vale, ya que rápidamente se da la alarma y tienen que retirarse sin poder impedir la ejecución de la trampa que se les prepara.

30 de enero, domingo.

Un muchacho se escapa de la villa y es detenido inmediatamente. Llevado ante don Juan descubre las necesidades que están pasando los asediados, fundamentalmente de pólvora y de plomo1, aunque no de alimentos, de los que tienen “para dos años”. Cuenta el miedo que ha causado a la población la explosión de la mina, como consecuencia de la cual han muerto unos seiscientos o setecientos defensores.

Tanta es la necesidad de los sitiados, que se atreven a enviar a seis de ellos para obtener pólvora y plomo de Purchena. Una de estas noches sorprenden a uno de ellos cuando viene de regreso, lo detienen y lo someten a tormento para que informe. No consiguen que hable. Al día siguiente se produce otra aprehensión. Esta vez se trata de un joven de unos 20 años, natural de Castilléjar y alojado en Galera, que confiesa que ha sido comisionado para pedir socorros a Aben Aboó. En su declaración, que coincide mucho con la ofrecida por el chico que se había escapado el día antes, además de lo ya conocido por Austria y su Consejo, cuenta las graves disensiones que surgieron entre los soldados de Carvajal y los refugiados de la comarca, hasta el punto de que los primeros – unos 400- han abandonado la villa temiendo que el fin está cercano y no hay posibilidades de escapar. El detenido cuenta que en el pueblo hay mucho miedo a las represalias que puede tomar Austria por los daños que se le están causando a su gente.

Conocidas estas noticias, la tropa cristiana respira aliviada, pues el fin se adivina cercano.

Basado en estos informes, don Juan ordena reforzar las guardias nocturnas principalmente, ante una evasión en masa de los refugiados. Hasta una partida de jinetes se ocupa de recorrer continuamente los lugares por donde se puede producir la huida.

Igualmente, ante la posibilidad de que vengan refuerzos de Almería, Austria envía una noche 200 jinetes hacia Serón para comprobar si en el camino hay algún movimiento de tropas que puedan inquietar su campamento.

En este ambiente tenso, una de estas noches los centinelas de las eras hacen sonar la alarma, pues creen haber detectado un intento de huida por aquella zona.

1 de febrero, martes.

Intento de huida de algunos de los combatientes de la villa. 2 de febrero, miércoles. Los centinelas que rodean la villa apresan a dos moriscos de cuatro que han escapado la noche anterior. En sus manifestaciones sobre la situación del pueblo coinciden con las ya conocidas. Una novedad, sin embargo, se desprende de su testimonio: para esa misma noche o a la siguiente está prevista una salida masiva de los refugiados. Es en ésta cuando un grupo de combatientes intenta estorbar el trabajo de preparación de las minas.

Sospechando de un socorro del exterior, don Juan envía de nuevo un grupo de soldados por la vía de Serón. Únicamente les ocurre un incidente con cuatro arrieros moriscos que van camino de Cúllar. En cuanto a avistar contingentes de ayuda, no hay nada de qué temer, informan al Consejo. El nerviosismo dentro de Galera es tal que las salidas para hostigar de alguna manera a los cristianos se menudean, como vemos.

3 de febrero, jueves.

Dos de los refugiados salen del pueblo “con alpargartes bañados en aceite, y con muchos cabos de cuerda, breados de resina y pez encendidos, llegaron sin que los sintiesen á las trincheras y les prendieron fuego; con lo cual ardieron al instante levantando grande llamarada”.

4 de febrero, viernes.

Los servicios de vigilancia sorprenden a otro de los seis enviados a Purchena, que intenta entrar en la villa con su carga de munición. Las declaraciones que le sacan -tras aplicarle el correspondiente tormento- concuerdan con las que se han ido conociendo los días anteriores.

5 de febrero, sábado.

Un nuevo miembro de aquella cuadrilla de seis porteadores de pólvora cae en manos de la vigilancia.

6 de febrero, domingo.

Se culmina la obra de ambas minas, con lo que se cierran sus respectivas bocas. Las compañías, que durante todo este tiempo han estado realizando trabajos de mantenimiento y preparación, ultiman la puesta a punto de sus armas. Las trincheras se rehacen tras el incendio de la noche del día 3. Los capitanes mantienen constantes encuentros para estudiar órdenes y consignas de última hora. Las plataformas se aprovisionan de pólvora y de proyectiles, de hierro o de piedra, según el calibre de las piezas. La caballería recorre por enésima vez los circuitos -día y noche en las últimas jornadas- para que la trampa no deje de ser letal para los moriscos. El Consejo de Su Excelencia se mantiene reunido deliberando las estrategias más favorables. Se envía, una vez más, un contingente de caballos hacia Purchena para obtener información sobre movimientos de soldados moriscos en dirección hacia Galera. Los servidores del hospital de campaña han preparado todo el material que se espera se vaya a necesitar al día siguiente, que se considera como crucial, definitivo.

Al caer la tarde, a punto ya toda la máquina de guerra, don Juan arenga a sus hombres, siguiendo las costumbres militares en estos casos y las instrucciones que conocemos le habían sido enviadas desde la Corte. Más o menos, pudo decir esto que apunta Hita con su evidente pátina literaria, muy del gusto y estilo de su época e intencionalidad:

Valerosos capitanes y maeses de campo, que por vuestras hazañas y altos hechos gozareis de inmortal fama… ahora ha llegado el caso de que alcanceis mayor reputación volviendo por España y por su honra, para que no quede mancillada por la infamia de los moros rebeldes… mostrándose sus enemigos con armas, haciendo grandes daños á sus pueblos, cometiendo sacrilegios escandalosos… España y la religión santa que profesamos piden justa venganza… Muera ese bando de Mahoma, ardan sus casas, allánense por tierra los muros de sus pueblos y los cimientos de sus torres, viértase y riegue el suelo la sangre mora, pásese á cuchillo toda esa vil canalla, ningún sexo perdone el duro acero, ni la edad tierna se reserve de la guadaña de la muerte; alcanzando furibunda á todas partes, no quede decrépito, ni tierno infante… que se eximan de tan riguroso destino. Habida esta memorable victoria, yo empeño mi palabra… de interceder con el rey para que tenga cuenta de todos aquellos que en este caso se distingan ostentando su gran valor… Mas al que mañana en el asalto no hiciere su deber se le dará el castigo correspondiente, y será tratado como merece quien se muestra cobarde en semejantes casos”

El Consejo de Guerra diseña el siguiente plan de ataque para el día siguiente, 7 de febrero, “martes de carnestolendas”:

1º. A las seis de la mañana se prenderá fuego a las dos minas, que deben estallar simultáneamente.

2º. Una vez saltadas las minas, toda la artillería comenzará disparar sin pausa durante una hora completa.

3º. Cesado el fuego de la artillería, soldados especialistas comprobarán el efecto causado por las minas y las plataformas correspondientes sobre el castillo y las defensas que lo protegen.

4º. En caso de no haberse abierto accesos convenientes, la artillería volverá a disparar sobre las defensas una hora más.

5º. Finalizada esta segunda tanda de disparos, se procederá nuevamente a revisar el acceso. En caso de persistir las dificultades, se aplazará el asalto.

6º. Que inmediatamente después de concluir este bombardeo, si ha sido efectivo, la infantería ejecute el asalto de la villa aprovechando la confusión provocada por el ruido de los cañonazos, el humo y la polvareda que éstos causarán.

7º. La señal para el ataque será cuando se escuche un disparo de una sola pieza de cada una de las plataformas, seguido de una descarga general de todas ellas.

8º. El tercio de Nápoles acometerá desde su posición de las eras. De esta unidad atacarán 3 compañías, quedando las restantes en retaguardia para atender los socorros necesarios.

9º. El tercio de don Lope de Figueroa lo hará desde su situación en la popa con otras tres compañías.

10º. Don Antonio Moreno, con cuatro de sus compañías, asaltará la villa igualmente desde el sureste. Este contingente será apoyado por las compañías mandadas por el capitán Gabriel de Montalbo.2

11º. El ataque ha de ser al mismo tiempo desde todos los puntos.

12º. Las compañías a las que no se les señala posición de ataque ni de reserva, estarán de guardia en el campamento.

1 Concuerda perfectamente este dato con el siguiente fragmento de una carta que envía El Habaquí a Abenabó: “… e ansí mesmo le hago saber que anoche recebí una carta de Galera disiendo, como se les avia acabado la polvora, plomo e bastimento, e que no tenian por donde meter gente. Por lo tanto dizen que en allegando su carta a Ujijar, les embiemos socorro; y esto conviene que se haga en todo caso, y es justo para nuestro bien”.

2 El número de asaltantes, sólo en la parte del castillo, supera los mil de ellos.

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