GALERA TREINTA Y CINCO SIEGLOS DE HISTORIA (Capítulo nº 92)
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GALERA TREINTA Y CINCO SIGLOS DE HISTORIA (Capítulo nº 32)
X. LA EDAD MODERNA
REBELIÓN (V)
Con toda urgencia se despachan correos a las diversas ciudades de Andalucía en petición de socorros de todo tipo. Se determina que la ayuda venga por mar, ya que el paso a la costa está aún franco. Igualmente, ante la falta de soldados profesionales, se acuerda armar a la población civil.
Al día siguiente el presidente de la Audiencia de Granada, Pedro de Deza, da órdenes para que se envíen correos al Marqués de los Vélez, adelantado del Reino de Murcia, de la sublevación ocurrida en La Alpujarra y del grave peligro de que ésta pase a su demarcación y al Reino de Valencia.
Sólo un día después, el 28, la tierra de Almería se ha alzado casi en su totalidad. Los pueblos y lugares sublevados son Enix, Felix, Vícar y los de la taa de Marchena y Albolodouy. La ciudad de Almería se apresta urgentemente para su defensa. En Abla y Lauricena los rebeldes han destruido sus respectivas iglesias y han matado a los cristianos viejos.
Por lo que se refiere a Baza, en su comarca reina la tranquilidad porque el Marqués de los Vélez, apodado por los sublevados como “el Demonio de Cabeza de Hierro”, anda cerca y sólo su nombre causa verdadero espanto entre los sublevados.
A partir de este momento una serie de sucesos en cascada va a producirse en toda el área, de manera que la tensión de los habitantes de la comarca de Huéscar, tanto los de un bando como los del otro, va subiendo hasta seguramente hacerse insoportable en algunos casos.
Llega el Año Nuevo de 1569, que será decisivo en nuestra tierra.
El día 2 de enero De la Cueva empieza a escribir una carta, que no concluye hasta el 6, por la continua afluencia de noticias que se producen en Granada o que llegan a ella. Por su valor documental, la transcribimos en casi su integridad:
“Ylles señores
despues que escrebi la q va an (antes) esta ay de nuebo q cada dia se ban alçando lugares y dicen q los moros son mas de diez mill y q esperan socorro de arjel1 y estan recogidos en una sierra/ los nros. cada dia se ban juntando mas cada dia2 a guardar a los de baeza y ubeda y jaen y a cordoba dicen que vernan mañana deste y venidos q sean luego yra toda la jente a juntarse con los q estan con don diego de quesada y daran en ellos… Ellos estan agora junto a un lugar q esta en el alpujarra q se dice durcar los demas lugares cerca deste estan celcados (sic) y los nros. estan en el padul 4 leguas de granada y delos enemigos estan dos leguas/ Esta cibdad esta con harto miedo delos moriscos del albaycin y asi toda la gente anda armada…de lo que sucediere yo avisare yo quisiera abisar mas brebe mas como hay tanto peligro por los caminos no hay quien quiera caminar y asi enbio estas cartas con el herrero de baça. V. señoria myre por su cibdad porq conviene/ de granada y enero/3/1569
besa las manos de V. señoria. Martyn de la Cueva”.
Es evidente que la lectura de esta primera parte de la carta no es el mejor medio para tranquilizar a gentes que ven cómo día a día crecen los alzamientos en lugares de moriscos, estando rodeados precisamente por varios miles de presuntos sublevados. La imagen de una Granada revuelta, “con harto miedo” y armada hasta los dientes no es en absoluto apaciguadora. Un desembarco de argelinos, o turcos, en las costas de Almería tiene, o puede tener, repercusiones inmediatas en nuestra comarca, que se sitúa en uno de los pasos naturales que comunican la costa con el interior, a través del valle del Almanzora. Pero la carta no finaliza aquí.
Seguramente cuando se está a punto de enviarla a Huéscar, se producen novedades en la situación de La Alpujarra y Almería, que llegan tal vez a última hora del día 2 a Granada. El envío hay que retrasarlo en aras de una mayor información.
Se aprecia en el manuscrito que se ha modificado la fecha, anotada al final del párrafo precedente, transformando el 2 en un 3. Y a continuación redacta lo que sigue:
“otra nueba a benido oy dia de la fecha y es q las guaxaras del fondon con los lugares de don Juo de çapata juntamente se an alçado y an quemado al don Juo çapata con todos los crystianos biejos q en el estaban3/ Y en albuluduy y en santa cruz ny mas ny menos qmaron a todos los crystianos y catibaron a un hijo de don diego de castilla de seis años que estaba holgando con el alcayde/ mi posada es casa de sevastian arterony a la puerta de san jeronimo/ donde estare listo a ver en q para est (esto)…”.
Está claro, a juzgar por lo que está ocurriendo, no ya sólo en La Alpujarra, sino también en Almería, que el conflicto adquiere unas características escalofriantes. No hay cuartel ni piedad para nadie. Desde el lugar más insospechado y desconocido para las gentes de Huéscar, puede surgir el chispazo de la rebelión y, como consecuencia de ello, dar origen a matanzas tan horribles como las que llegan a sus oídos.
Pero la carta tampoco sale el día 3 de enero. En plena efervescencia de violentos sucesos, las ciudades, las villas, los lugares de moriscos, se alzan en masa y las noticias caen sobre Granada una tras otra. Otros tres días más retiene su dramática carta De la Cueva porque quiere reflejar en ella todo aquello de que se habla en la capital.
“y mas ay de nuebo q ay nueba cierta q almeria esta cercada y muchos lugares se an alçado y cada dia se ban alçando. El marques de mondejar salyo con dos mill ynfantes y de a caballo tres dias/ y tres leguas de granada le mataron las centinelas y le mataron 40 honbres/ …el marques llego bueno a el padul de el se q llegada la jente de sebilla y cordoba se dara la batalla/ del canpo de dalyas ay nnuebas q los moros se an llebado cuarenta mill cabeças de ganado lanar/ de granada y enero/6/1569 años de lo q ubiere en el canpo dare abiso porque me boy alla/ a benido mensajero
de va señoria servidor. Martyn de la Cueva”.
Si está cercada Almería, ¿qué no puede suceder aquí, en donde la preparación no es suficiente para contener un empuje a la desesperada de los moriscos de la propia Huéscar, de Castilléjar, de Orce y sobre todo -por el número de los que allí viven- de Galera?
El día 4 de enero, rápidamente, sin permiso real y ante las noticias del cerco de Almería, el Marqués de los Vélez recluta 2500 infantes y 300 de a caballo de Vélez Blanco y se dirige hacia ella para levantar el cerco. Le acompaña Juan Enríquez (hermano del señor de Orce, Galera y Cortes, don Enrique) con cien soldados de Baza, lugar de su residencia. Al día siguiente, y en otro escenario, tres mil moriscos -entre monfíes, alpujarreños y naturales del marquesado del Cenete- entran en La Calahorra y liberan a los monfíes que días antes había encarcelado el alcalde Molina de Mosquera. La fortaleza es cercada y asediados los cristianos que hay refugiados en ella. El alcaide, Juan de la Torre, emite desesperadas “ahumadas” desde las almenas del castillo en petición de socorro. Igualmente, hace disparar la artillería de la fortaleza para llamar la atención de la vecina ciudad de Guadix.
Naturalmente, la noticia del levantamiento se va extendiendo y el día 7 el Concejo de Quesada escribe al de Huéscar contando cómo se han enterado del alzamiento por el Ayuntamiento de Baza. Ofrecen apoyo, pero a la vez comunican que ya han enviado más de quinientos hombres al marqués de Mondéjar, que ha reclamado ayuda de la localidad.
Orihuela también se ha enterado por Granada del “insulto y atrevimieno que algunos moriscos de aquella ciudad y aldeas han hecho”, según comunican a los Justicia y Regidores de Huéscar en carta del día 8. Dicen comprender que “los animos desa ciudad (Huéscar) y estado no dexara destar algo que alterados”. Brindan su ayuda en caso que sea necesario socorro a su costa, empleándose en ello “como se vera por la obra hasta perdello todo”. En esta misma fecha Pedro Arias de Ávila, corregidor de la ciudad de Guadix, acude a La Calahorra y levanta el cerco, después de haber matado más de 150 moriscos.
Una nueva carta, del 9 de enero, llega desde Madrid enviada por la duquesa.
Éste es un documento de gran valor para entender de qué manera la casa de Alba, o al menos la duquesa, a la que toca vivir estos momentos, trata a sus vasallos, lo mismo cristianos viejos que cristianos nuevos.
La máxima preocupación que tiene es que se trate bien a los moriscos que hay bajo su jurisdicción. Para ello, según cuenta ella misma, ha escrito al gobernador de Huéscar recomendándole “que no diese lugar a que perdiesen los buenos basallos que son muchos por algunos malsosegados y no bien aconsejados”. Por lo que se refiere a ellos, Justicia y Regidores de la ciudad de Huéscar, confía en su cordura en lo referente a las prevenciones hechas para la defensa “de ese estado”.
En este tiempo el conde de Tendilla, ante la afluencia a Granada de contingentes militares procedentes principalmente de Andalucía, ordena que los soldados se alojen en las casas particulares de los moriscos que no han participado en la rebelión. La medida se considera altamente molesta por los afectados, argumentando que se atenta contra su intimidad. Se señalan las parroquias como lugares de alojamiento de la soldadesca, comprometiéndose los moriscos a atenderlos convenientemente en lo que a alimentación y camas se refiere. Se consigue una entrevista con Tendilla para exponer esta solución, pero éste la rechaza argumentado que “los soldados habían de ser regalados y muy bien tratados porque no se fuesen”.
“Pasó este negocio tan adelante -dice Mármol- que muchos moriscos, afrentados y gastados, se arrepintieron por no haber tomado las armas cuando Abenfarax los llamaba, y otros enviaron á decir á Aben Humeya que mientras el marqués de Mondéjar estaba fuera de Granada se acercase por la parte de la sierra con alguna cantidad de gente, y se irían con él”.
Hay constancia de la contestación del Concejo de Huéscar al de Orihuela, agradeciéndole su ofrecimiento y prometiéndole dar noticias de lo que pudiere suceder en adelante. En una parte de la misiva declaran que “no estamos sin gran sospecha de la necesidad”.
De la Cueva vuelve a comunicarse con la zona en carta fechada el 12 de enero.
Las noticias que aporta son mitad optimistas, mitad pesimistas. En primer lugar se refiere a la victoria obtenida por el marqués de Mondéjar en el estratégico puente de Tablate. Más adelante cuenta cómo el marqués se dirige a Órgiva, cercada por los moriscos. Entablada la batalla, los cristianos toman la iniciativa y logran la plaza tras causar en el enemigo más de quinientas bajas.
Granada se puede permitir el lujo de festejarlo y así se hace:
“oy vinieron estas nuevas al conde su hijo y el conde las publico por granada haciendo en el alhanbra alegrias haciendo tocar chirimias y despedir y tirar piezas de artilleria y hacer sacar banderas y trahillas por las almenas de lalanbra y asi esta cibdad esta alegre con esta nueva”.
Pero, de todos modos, la ciudad no se confía demasiado. Sobre todo de los vecinos del Albaicín, “dios nos defienda de ellos”, donde hay alojados 500 infantes y 100 escuderos.
El contrapunto lo pone, Lapaz, la situación de La Calahorra, cuyo final feliz ya lo conocemos nosotros de adelantado. Cuenta De la Cueva la comprometida situación del alcalde Mosquera de Molina, pidiendo ayuda a la ciudad de Granada.
Extrañamente tarde, el 15 , el señor de Castril, don Fernando de Zafra, comunica que ha tomado las precauciones necesarias “ante el alteracion y levantamiento que los moros an hecho en este reino”. Agradece el ofrecimiento de ayuda que le hizo Huéscar en días pasados.
A mediados de mes la Audiencia de Granada acuerda y decreta que los moriscos, tanto los que se han alzado en rebelión como los que no han participado en ella, pueden y deben ser vendidos como esclavos. Hay algunas limitaciones referentes a la edad de los afectados.
Una nueva localidad aparece en la correspondencia que en estas fechas está llegando a Huéscar. En este caso se trata de la villa jiennense de Segura de la Sierra.
Su carta, del día 27, aporta noticias hasta ahora no conocidas, referentes a los moriscos de Galera y a sus intervenciones en la comarca.
Hasta la fecha, ya que ninguno de los historiadores de la época lo ha recogido, sólo se sabía que Huéscar sufre un ataque por parte de los soldados de El Maleh el día 20 de noviembre de 1569 una vez alzada Galera. Sin embargo, a juzgar por esta misiva, los habitantes de Galera participan activamente en los desórdenes que se han generalizado por todo el Reino de Granada y atacan la ciudad de Huéscar en este mes de enero. Así lo narra la carta:
“Ylle Sor
por algunas cartas y nuevas asi de nras. espias q tenenos en nros. domyos (dominios) y en los de v sa como de otras personas abemos tenido abiso como en galera ay un canpo de moros y que desde alli desassosiegan esa ciudad y toda esa tierra y oy dia de la fecha desta tuvimos otro mensaje q asta I U D (mil quinientos) moros se atrebieron a entrar en esa ciudad y q los nros. recibieron poco daño y de los enemigos murieron mas de iii (trescientos) moros plega nro. Señor q sea asi que del balor y anymo desa ylle. ciudad no se puede esperar menos”.
1 El peligro de un desembarco del norte de África siempre había gravitado sobre los aterrorizados cristianos de la costa Este y Sur de Andalucía y más concretamente del Reino de Granada. Aunque nunca se produjo una acción de mediana envergadura en este sentido, lo cierto es que el peligro era real y hubo propósitos de llevarlo a cabo que por unas circunstancias u otras no se ejecutaron.
2 En la ciudad de Granada, como veíamos anteriormente.
3 Don Juan Zapata, vecino de Granada, estaba por estos días en Motril. Surgida la rebelión, se dirige rápidamente con gente armada a los Guájares para intentar evitar que los moriscos vecinos del lugar no sean molestados por los monfíes. Al llega r la población sus vasallos le recriminan que venga con soldados y le recomiendan que se vuelva a Motril. Él se niega a marcharse e intenta apaciguar a los más exaltados explicándoles que la presencia de soldados es para salvaguardarlos de ataques de los rebeldes. La situación se complica, Zapata se refugia en la iglesia con sus soldados y los cristianos viejos del lugar. Los sublevados clavan la puerta del templo para que no puedan salir, amontonan leña junto a ella y le prenden fuego. Los asediados intentan salir ante las proporciones que toma en incendio y los de fuera los acribillan conforme van escapando. Don Juan muere en el intento de abrir una salida por donde puedan huir los encerrados.