GALERA TREINTA Y CINCO SIEGLOS DE HISTORIA (Capítulo nº 96)

X.5. LA CONSOLIDACIÓN DE LA GALERA ACTUAL (X)


IX.5.c. ABASTECIMIENTOS (II)


Fiel a su obligación, el Cabildo se preocupa del bienestar de sus ciudadanos y lo vemos
comprando, unos años más tarde -el 11 de enero de 1621- «dos tenajas (sic) para tener el
aceite en el estanco las quales se han entregado a Pedro Cabeza» vendedor del dicho aceite,
las quales han costado treinta reales..».
A juzgar por lo dicho, tampoco parece haber graves deficiencias en Galera en los
comienzos de la tercera década del siglo que nos ocupa. Antes al contrario, parece volvemos a
sintonizar con la realidad agraria de la época, la cual atraviesa por una fase de buenas
cosechas.
Las cosas, desgraciadamente, van a cambiar a peor en la fase siguiente, la cual nos va a
introducir en la segunda mitad de la centuria, cuyo comportamiento va suponer un deterioro
de la situación precedente. Sin embargo, hay un primer aviso en esta primera parte del siglo,
concretamente en 1625, en el cual las cosechas no deberían haber sido muy abundantes
cuando se establece por el Cabildo la prohibición de vender trigo en el exterior.
Éstas son las palabras textuales del acta de la sesión monográfica que celebraron sus
mercedes para atajar el mal:
«En la villa de galera en nuebe dias del mes de otubre de mill seiszientos y veinte y
zinco años juan gomez alcalde y andres bernabe y juan de salzedo regidores y justizia y
gobierno desta va dixeron que atento a la nezesidad que ay de tto (trigo) en esta va y
que algunos que lo tienen lo pueden bender fuera desta villa y resultara daño a los vos
della mandaron se pregone en la plaza esta va q. ninguna persona sea osada a bender
tto a ninguna persona ni presente forastera en qualquier forma so pena q. el q. fuere
aprehendido que benda el dcho. tto lo pierda o el dinero en que lo bendio demas de
que sera castigado con todo rigor como persona ynobediente a los mandatos de la
juzia. y ansi lo mandaron y firmaron»
Culminada ya la primera mitad del siglo, en 1669, tal vez por la acumulación de los
doce años de sequía que van desde 1644 hasta 1656, las cosas empiezan a ponerse mal otra
vez y el Concejo ha de deliberar sobre la venta del trigo que tiene almacenado en el Pósito en
su sesión del 24 de marzo. En primer lugar se da cuenta de que en los pueblos comarcanos el
precio está desde hace tres meses más caro que en Galera.
Concretamente aquí se venden las dos libras de pan a doce maravedíes, mientras que
fuera ya valen catorce «… a cuya causa, por gozar del beneficio, los vecinos comarcanos vienen
a esta dicha villa y se llevan el pan aunque lo susodicho se ha procurado remediar no se ha
podido hacer…»
¿Cuál es la dificultad para solucionar el problema? La picaresca. No en vano por estas
calendas deben andar dando tumbos Lázaro allá por Toledo, Guzmán de Alfarache en los
barrios bajos de Sevilla, Marcos de Obregón en Italia, o Pablos en Salamanca.
No se ha podido atajar este dispendio hasta ahora, sencillamente porque ha aparecido
en escena el mercado negro, ya que «… los vecinos propios de esta dicha villa con engaño y
cautela les compran el pan (a los vecinos comarcanos), con que se ocasiona excesivo gasto…».
Hemos de pensar, según esta situación, que había una especie de control del consumo
de pan, de forma que cada vecino debería de tener una especie de ración o cupo, los cuales se
eludían adquiriendo el pan a los forasteros, que venían a hacer su negocio.
Pero el asunto se agrava cuando se declara por parte de los munícipes que «…atento
queda poco trigo en el pósito y no se halla a comprar a causa de la mala voz que tiene la
moneda y si alguno se vende es a precio de a dos ducados la fanega y no a menos…».
Tres datos se extraen de esta situación:

  1. Queda poco trigo.
  2. La moneda que circula tiene mala voz, que es lo mismo que decir que está
    devaluada
  3. Como consecuencia de los anteriores, se dispara el precio de la fanega de trigo hasta
    los dos ducados.
    Ya se sabe, la ley de la oferta y la demanda.
    Mientras el precio oficial del Pósito está en los doce (en Galera) o los catorce reales
    (fuera de ella), en el mercado negro alcanza la cifra de dos ducados, que es casi doble.
    Por todo ello, se acuerda en primer lugar subir el precio de las dos libras de pan al
    mismo nivel que está en los demás pueblos de la comarca: a catorce reales. Fijan el precio de
    la fanega de trigo que haya de adquirir el Pósito en dos ducados -ni un céntimo más- y que el
    precio del remanente se mantenga en 21 reales la fanega mientras queden existencias.
    En estas circunstancias transcurren casi dos años. Seguramente la actividad comercial
    que se desarrollaba en la zona se paralizaría. Está claro que a falta de dinero contante y
    sonante los mercaderes deben tomarse unas vacaciones forzosas. Y cuando acecha la escasez
    la sociedad se encoge sobre sí misma y se prepara para esquivar los embates del hambre.
    Ésta debe ser la explicación para que nos encontremos que a principios de 1661 (26 de
    febrero) el mesón de Galera esté cerrado. Seguro que si hubiese sido buen negocio
    mantenerlo en funcionamiento no se le hubiese planteado este nuevo problema de
    abastecimientos a los regidores de la villa. Lo cierto es que hay quejas de los vecinos al estar
    desatendido por parte del mesonero y faltar los suministros que vienen de fuera y «… todo lo
    cual es en grave perjuicio de los vecinos… y dello se ocasionan de que los abastecedores que
    antes de agora solían venir no lo hacen por la causa de estar sin gente el mesón…»
    Desgraciadamente desconocemos la respuesta de Bernabé González, ese era el
    nombre del mesonero, a la solicitud que se le hace para que vuelva a abrir este servicio público
    tan necesario para el aprovisionamiento de la villa.

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