VIII EDAD MEDIA

VII.5. LA ENTREGA DEFINITIVA: 1488 (y II)

En la referida Historia del marqués de Cádiz se conserva una serie de cartas que éste envía a la reina -precisamente a petición de ella- en las que se narra día a día la aproximación, el cerco y la presión psicológica ejercida sobre Vera y su territorio circundante, que provoca la entrega de la ciudad y gran parte de la comarca sin más complicaciones.

Lorca,7 de junio, sábado.

Ha llegado don Fernando y con él los siguientes señores con sus respectivas mesnadas, que suman en total 2.145 lanceros, 6.650 peones y 200 espingarderos. Al día siguiente sale el marqués hacia Vera con 2.000 lanceros y 4.000 peones, a quien seguirá un día después el monarca.

Vera, 9 de junio, lunes.

Tras pasar por Fuente de la Higuera en plena noche y con la idea de impedir la entrada de refuerzos en Vera, llega ante la plaza a las seis de la mañana. El día transcurre en largas negociaciones con los dirigentes de la ciudad, quienes dudan en entregarse inmediatamente o esperar la llegada del rey. Se observa que la plaza está casi despoblada y que en ninguna manera puede resistir la presión artillera que acompaña al ejército.

Después de escrita ésta -comunica en su carta don Rodrigo a la reina- salió el alcaide moro, e asentó con nosotros que daría esta noche cuatro rehenes para entregar mañana la fortaleza, porque era ya tarde y no había tiempo para ello. E así se dará la de Las Cuevas…”… los cabeceras de aquella cibdad… salieron á fabla con el Adelantado, é dixeronles como estaban en servicio del Rey, é que viniendo él en persona, luego le entregarian aquella cibdad con sus fortalezas”, narra de esta manera otro de los cronistas de los hechos.

Vera, 10 de junio, martes.

Con la llegada de Fernando, la ciudad se ha entregado junto con la de Cuevas, según se había acordado el día anterior. El día 11 es el elegido para que otras cinco o seis fortalezas sigan el ejemplo de las ya recibidas en poder de los castellanos. El punto de mira se dirige ahora a Mojácar que, aunque bien guarnecida, ha prometido entregarse sin resistencia.

Vera, 12 de junio, jueves.

El alcaide de Mojácar ha cumplido su palabra y la fortaleza se suma a las que van cayendo en un constante goteo. El camino hacia Almería está cada vez más expedito.

Vera ¿17? de junio, martes

Esta carta hace referencia a otras que no se han conservado. En la de hoy se notifica la rendición de la totalidad de las poblaciones del río Almanzora, las de la sierra de Filabres y la de Níjar, que sólo está a cinco leguas de la capital. En este día han hecho acto de presencia ante los castellanos los alguaciles de ambos Vélez para entregar sus respectivas fortalezas. Además, ambos se ofrecen para gestionar la entrega pacífica de Benamaurel, Galera, Huéscar y Orce, que ya están expectantes allá en tierra de Baza.

Vera, 30 de junio, lunes.

En los días anteriores el rey ha visto la ciudad de Almería y las escaramuzas que ha habido con los leales a El Zagal, que son cada vez menos porque prefieren permanecer en sus lugares para defenderlos. En el día de hoy el monarca ha regresado a Vera e inmediatamente ha determinado partir hacia Baza con el grueso del ejército.

Vera, 10 de julio, jueves.

El día 7 su majestad ha salido hacia Baza, pasando el 8 por Oria y el 9 por Cúllar. El día 10 Fernando V se presenta ante Baza. En esta última de las cartas del marqués se dice cómo el alguacil y moros de Huéscar han estado allí a ofrecer sus tierras, según se había anunciado.

De esta forma, según Hernando del Pulgar, tiene lugar la entrega de nuestras comarcas en la ciudad de Vera: “…luego vinieron ante él (el rey) los Alfaquíes é Procuradores de las Cuevas, é de Huéscar, é Hueral, é Sugena, é Alborca, é Moxácar, é Bedar, é Serena, é Cabrera, é de Lubrer é Ulela, é Sorbas, é Teresa, é Locayna, é Torrilas, é de Hiyunque, é Suebro, é Taraba, é de belefique, de Nixar, é de Huércar, é de Vélez el Blanco, é de Vélez el Rubio é de Cantoria, é de Cartabona é Oria, é Xercos, é Albor, é Alxamecid, é Beniandala, é Besitarafa, é Atahelid, é Alardia, é Alhabia, é Benialguacil, é Benilibel, é Benzano, é Benimina, é Almánchez, é Cotobar, é Benicaglat, é Lixar, é Fines, é Lula, é de Huesca, é de Orce, é Galera, é Castilleja, é Cúllar, é Benamaurel. Los quales entregaron luego las fortalezas que había en estos lugares al rey, é puso en ellas sus Alcaides; é dio seguro á los moros que dejaron la tierra, para que fuesen á morar á las partes que quisiesen con todos sus bienes; é los que quedaron por mudéjares en estos lugares, ficaron juramento de ser buenos é leales vasallos, é siervos del Rey é de la Reina, é de les pagar sus tributos, según lo ficaron los otros moros que quedaron por mudéjares en los otros lugares que se ganaron en los años pasados. Recebidos todos estos lugares, é puestos los Alcaides en las fortalezas que se entregaron, el Rey acordó de ir la cibdad de Almería, para ver el asiento ella, é si habría lugar este año para sitiar”, y así concluye para nuestra ajetreada tierra fronteriza la larga sucesión de siglos de inestabilidad social.

Era el día 12 de julio de 1488 cuando otro Rodrigo Manrique toma para Castilla la fortaleza de Huéscar.

El 26 de julio, sin duda extremadamente satisfechos por los resultados que les estaba dando la campaña que meses atrás no se decidían a iniciar, los Reyes Católicos comunican al Papa la caída de Vera “con otras villas, fortaleças y lugares fasta en número de cincuenta, en que hay veinte y tantas leguas de tierra… Crea vuestra Santidad que no menos es de estimar lo que en este anyo se ha fecho en servicio de Nuestro Señor y acrecentamiento de la Religión Christiana, que en qualquiera de los anyos pasados”

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Como consecuencia de esta interminable serie de décadas de acciones bélicas, surge un conjunto de torres de vigía, las atalayas, que va jalonando ese camino o frontera por donde puede discurrir en cualquier momento el enemigo.

Nuestra comarca está llena -aún- de ellas, las cuales nos hablan elocuentemente de la inquietud social que las hizo surgir en los oteros más destacados o al borde de las cañadas más transitadas, de manera que no había movimiento que pasase desapercibido. Todas ellas contaban con una guarnición, temporal o permanente, que controlaba los pasos de gentes y los transmitía con una asombrosa celeridad, tanto de día como de noche. Lógicamente, desde cualquier atalaya hay que controlar visualmente otras dos para que la conexión entre ellas no se interrumpa en ningún momento

El sistema es tan simple, y por ello tan genial, que no podía fallar en absoluto. En cuestión de minutos se podía transmitir un mensaje a cientos de leguas de distancia. Si por cualquier descuido de una guarnición ésta caía en poder del enemigo y no podía transmitir, este hecho era suficiente para disparar la alarma.

Las atalayas de nuestra zona presentan varias tipologías. Las hay de planta cuadrada y de planta circular. Las primeras pueden ser macizas, coronadas por alguna especie de cubículo en su parte superior. De este tipo no queda más que la torre de Ozmín, situada en las cercanías del Cortijo de los Llanos, en término municipal de Galera.

Dentro de las de planta cuadrada hay otra, igualmente en territorio galerino, que es hueca en su totalidad. Es la denominada torre de Teón, antiguamente llamada torre de Albarrani y que le da nombre a la zona en que se encuentra: pago de la Torre. Su función, además de la vigilancia del paso que es la cañada de La Alquería -en cuya margen derecha se encuentra- era la de dar refugio a las gentes que fuesen sorprendidas por cualquier partida enemiga en sus labores agrarias o pastoriles. Este tipo de torres-refugio tenía su acceso por la parte superior de la estructura.

El resto de las atalayas del término de Galera y sus vecinos es del tipo de base circular y desarrollo troncónico, que son las de construcción más antigua. La primera parte de ellas es maciza, acabando la construcción en un espacio superior hueco, desde el cual se emitían las señales. Como rodeando algunas de estas torres, por ejemplo la de Ozmín, se aprecian estructuras de mampostería que sugieren la presencia de algún tipo de cobertizo, tal vez para protección de la guarnición de las inclemencias del tiempo.

El sistema de señales se basaba durante el día en la utilización de humaredas. Por la noche era la luz de hogueras la que transmitía los mensajes precisos.

Además de las dos citadas, en el término de Galera persiste la torre de Fuente Amarga, que en la antigüedad se denominaba torre del Tarahal. Igualmente hay constancia documental de otra que ha desaparecido con el tiempo, la que se situaba en el área del Campillo y conocida en la documentación existente como torre de Gomériz.

La cronología de todas ellas parece corresponder precisamente a esta fase tan agitada de nuestra historia, más concretamente al siglo XI.

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