Galera Treinta y Cinco Siglos de Historia

VIII

EDAD MEDIA

VII.5. LA ENTREGA DEFINITIVA: 1488 (I)

Paralelamente a la presión que año a año sufre el Reino de Granada por parte de los cristianos -muy especialmente de los Reyes Católicos- en el interior del territorio nazarí se estaban desarrollando luchas intestinas que no hacían más que aminorar su potencial militar.

Es de sobra conocido el desencuentro entre Boabdil (Muhammad XII) y su tío, El Zagal, que no se limita a disputas de carácter teórico, sino que llegan producirse enfrentamientos armados. Todo ello provocado, a su vez, por las graves disensiones que habían aparecido entre Boabdil y su padre, por cuestiones de sucesión. El rey Chiquito había buscado apoyo de Fernando V de Aragón para conseguir sus pretensiones y éste no había dudado ni un instante en ofrecérselo con la intención de debilitar al enemigo. El descontento que esta situación creó en Granada hizo que los partidarios del viejo Muley Hacén buscasen un defensor de la integridad nazarí en su hermano -El Zagal- y tío, por tanto, del díscolo heredero.

A partir de este momento ambos se enzarzan en una serie de acciones militares, que contempla el rey Católico con lógica y creciente satisfacción. Y aunque los contendientes alcanzan a entender el daño que esta situación les causa a ellos y al propio reino que se disputan, no llegan a solucionar definitivamente su pleito. Antes, al contrario, Boabdil vuelve a las andadas y pacta con Fernando la entrega de Granada.

Dentro de la programación que los Reyes Católicos diseñan para el asalto final, determinan ocupar en primer lugar la zona occidental del Reino granadino, que tenía como punto neurálgico la ciudad de Málaga. Ello supone grandes ventajas en el desarrollo de la guerra, entre las que destacan el aprovechamiento de los recursos de aquellas comarcas una vez ganadas y el impacto psicológico que conlleva la caída de la ciudad, naturalmente incluido en ella su puerto, lugar por donde se puede producir un desembarco en favor de los asediados.

Como segundo punto del plan, está en la mente de los militares castellanos el bloqueo del Estrecho y el control de la navegación en ese punto, cerrando de ese modo la posibilidad de un apoyo naval.

En tercer lugar se contempla el ataque, no en rápidas y esporádicas razzias contra territorio enemigo, sino más bien ataques de gran envergadura a centros neurálgicos, de gran valor material, estratégico y psicológico. Su caída envalentona a unos y atemoriza a los otros.

El primer golpe, de gran efecto propagandístico, aparte de la toma de Zahara (Cádiz), es la caída de Alhama de Granada. La noticia de su pérdida resuena como un anticipo del final en todo el Reino nazarí.

Paseábase el rey moro / por la ciudad de Granada /desde la puerta de Elvira / hasta la de Bibarrambla/ ¡Ay de mi Alhama! /. Cartas le fueron venidas / de que Alhama era ganada. / Las cartas echó al fuego / y al mensajero matara. / ¡Ay de mi Alhama!”

Con la llegada de 1487 las actividades se incrementan y los RRCC consiguen un ejército, apoyado por el resto de los reinos peninsulares, que nunca había sido tan numeroso.De acuerdo con el plan, se internan en el territorio occidental y caen Vélez Málaga y la Axarquía.

De una forma completamente organizada, los ejércitos llegan a las inmediaciones de la ciudad de Málaga y la sitian. La ciudad aguanta, pero el 18 de agosto se entrega. Los cautivos, que son unos 15.000, corren distinta suerte con los nuevos dueños de la situación. Los campesinos son entregados a los mandos del ejército, mientras que el alcaide de Gibralfaro y sus más allegados son recluidos en la ciudad de Carmona. Hay un sector, el compuesto por los llamados “helches1 que es ajusticiado públicamente.

El resto, que son unos 8.000, se destinan a ser prendas de intercambio por cautivos cristianos -en el mejor de los casos- o pasar directamente a ser esclavos si no pueden manumitirse. Muy pocos consiguen esta liberación, ya que la cantidad de dinero exigida es muy alta y el tiempo que les dan para recaudarla muy corto. Únicamente los más favorecidos por la fortuna alcanzan la libertad, y eso antes de que se produjese el asedio. El resto, aunque lo intentó, no pudo conseguirlo.

Los moros de Malaga enbiaron a Granada e a Baza e a Guadix e Almeria e por todo el reino de Granada, e a los moros e reyes de allende, a demandar limosna para el rescate; e de todos ovieron por respuesta que tenian tantas necesidades que non los podian socorrer; assi que de aquende ni de allende no pudieron remediarse”.

La conclusión fue la venta de unos tres mil sitiados en los mercados de esclavos de las principales ciudades andaluzas de Occidente, así como un considerable contingente de mujeres jóvenes que acaban en Valencia igualmente como esclavas.

Ganada Málaga por los Reyes Católicos, tornaron a hazerse guerra los dos reyes tío y sobrino, y por el fabor que contino el Rey Católico daba al sobrino, el año 1488, el dicho rey Chiquito prometió de dar al rey Católico la ciudad de Granada, en cuya Alhambra posaba, si ganase a Guadix, Baça y Almería, que obedecían a su tío, con la ciudad de Bera y otras villas y fortaleças. Y assí los Reyes Católicos començaron la guerra por la parte de Murzia, y dándoseles Bera y los Bélez, Blanco y Rubio… dieron bista a Almería y Baça… Y passando adelante se les dio Huéscar”.

A partir de ahora la meta está en Baza, que tiene la llave de la capital del Reino. Pero no hemos de adelantar acontecimientos.

En contraposición a lo que había sido la campaña anterior, ésta del levante granadino presenta en principios dos importantes variantes o diferencias: la primera de ellas es el menor número de participantes -originado por las epidemias sufridas en la Andalucía occidental y el cansancio acumulado por aquellos en los meses anteriores-; el segundo factor determinante es la presencia del animoso Zagal, que se multiplica e impide desarrollar en su totalidad los planes cristianos frente a Almería, Guadix y Baza.

El 22 de diciembre de 1487 los Reyes Católicos firman en Zaragoza una orden de reclutamiento que envían a Sevilla, ordenando la preparación de una nutrida hueste, compuesta de lanceros a la jineta (500), ballesteros (1900), lanceros, espingarderos(400), cavadores2 (1000) y oficiales pedreros (100), en los siguientes términos:

E por lo que este año, con la ayuda de Dios, se ha de çercar de los moros, es en parte qués neçesario levar más gentes que la que fasta aquí, vos mandamos e encargamos que la dicha gente tengays presta e aperçebida enteramente, e nos la enbieys toda, con el pendón desa dicha çibdad e con el nuestro asistente della, al lugar e al día que nos vos lo enbiaremos mandar”

Sin esperar la anunciada segunda orden, don Rodrigo Ponce de León, duque de Arcos y marqués de Cádiz, sale de la recién conquistada Zahara y se dirige a Almuñécar con intención de tomarla. El Zagal, avisado, desbarata los planes del marqués antes de que llegue a la población costera y éste debe volverse a Marchena, tras haber recibido en Loja la adhesión de los alcaides árabes de Íllora, Moclín y Montefrío

El 11 de marzo de 1488, frente a la esperada orden de inicio de las actividades, Fernando e Isabel firman en Valencia una revocación de su carta de reclutamiento de diciembre pasado, quizá propiciada por la situación política aragonesa e internacional en la que estaban inmersos los monarcas. Don Rodrigo reacciona intentando convencerlos de su error, pues estaba completamente seguro que el momento por que atravesaban era el idóneo para atacar. Y lo hace con tal vehemencia que les ofrece toda su fortuna para financiar la campaña.

Tal vez empujados por los argumentos del marqués de Cádiz o por otras motivaciones, los Reyes Católicos reconsideran su postura de aplazar las actividades y deciden concentrar sus fuerzas en la frontera murciana, fijando el punto de reunión de todas ellas en Lorca el día 5 de mayo.

En la Historia de los hechos de don Rodrigo Ponce de León, marqués de Cádiz, de autor anónimo, se anota puntualmente que “ninguno de sus grandes no vinieron, diciendo que estaban cansados e gastados; y el Rey y la Reyna ovieron placer dello, porque cuando muchos se juntaban había algunas confusiones, e con el marqués (de Cádiz) solo el rey se tenía por muy acompañado”.

El 12 de mayo sale don Rodrigo y pasando por Écija, Córdoba y Baeza, cruza la sierra de Segura -rozando ya nuestras tierras por el norte- y llega a Lorca.

El Zagal había reforzado fuertemente las fortalezas de Guadix y Baza creyendo que el golpe que se preparaba le iba a venir precisamente por allí. Pero enterado a tiempo de que en realidad el enemigo se dirigía a la almeriense Vera, acude a ella con rapidez.

Pese a su ágil movimiento, el marqués se le adelanta y lo espera en las inmediaciones de la localidad, reforzado además con gentes del adelantado de Murcia, don Juan Chacón. Desde Cantoria, El Zagal inicia su aproximación a la ya sitiada ciudad, extremo éste desconocido por él. Un veloz movimiento del alcaide de la amenazada plaza permite que El Zagal se entere de su situación y hace que desista de sus planes.

“”Muy triste, lagrimando, llamándose rey sin ventura, se fue a Guadix, y llegando, mandó despedir la más de la gente, y él se retraxo a una cámara, en la que estuvo ciertos días sin ninguno verle”.

Pero no fiaban los reyes todo en la fuerza militar que habían conseguido reunir en la frontera. Había un segundo resorte, eficacísimo, del que no estaban dispuestos a prescindir. Era la utilización de la intriga para debilitar al contrario, que tan buenos dividendos les había reportado en ocasiones anteriores.

Simultáneamente a la preparación castrense, en abril salen de la ya cristianizada Murcia unas cartas dirigidas a influyentes personajes musulmanes de Granada y Almería en las cuales se les garantiza un trato de favor, -para ellos y para sus familias, amigos y criados- de manera que no se les va a molestar en absoluto si colaboran en la entrega de estas ciudades, en las que pueden permanecer viviendo si así lo desean, rodeados con todas sus propiedades y derechos, e incluso “si mas quisiéredes yr a las tierras e partes de allende, que lo podays fazer; o si quisiéredes estar e bivir e morar en nuestros reynos de Castilla o de Aragón o de Valencia, que lo podays fazer”.

El efecto de esta política es demoledor y el edificio nazarí comienza a estremecerse desde sus cimientos.

1 Denominación que se daba a los cristianos que habían renegado de su fe católica.

2 Especializados en abrir caminos para el paso de los carruajes más compactos en los que se transportaba las piezas de artillería pesada y demás bagajes necesarios para una fuerza militar.

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