A principios del siglo XIX, por una decisión personal de alguna autoridad, se había iniciado la recuperación del cultivo de la seda en el Reino de Granada, de tanta tradición y calidad en tiempos de los nazaríes. Gran parte de la población, dedicada a otras actividades agrarias y ganaderas -sobre todo ganaderas, por las prohibiciones que los plantíos de moreras pueden incidir en el libre uso de los pastos- se oponen más o menos frontalmente a este proyecto. Tampoco los factores climatológicos ayudan a su desarrollo, y las plantaciones hechas con este fin languidecen. En el documento que se transcribe a continuación, fechado en agosto de 1804, se da noticia a Granada por parte del encargado de este proyecto:

“Remito a V.S. los adjuntos Estados en los que el de plantido no ha havido ninguno de los antiguos arruinado; de los nuevos no ha quedado ninguno y de los treinta y siete que he puesto en mis bancales con los escombros de la escarda, se han secado algunos y otros estan amarillas sus ojas y se van quedando como en los años anteriores; la cosecha de seda ha sido dos piojares y ha salido tan desgraciada que la han ylado al uso para medias segun me ynforman… “