DESCRIPCIÓN, POR ORDEN GEOGRÁFICO, DE LAS SEPULTURAS DE LA NECRÓPOLI DE TÚTUGI Y DE SUS AJUARES RESPECTIVOS.

 
 
 

Planta del túmulo 76 Zapata del pilar central del túmulo 75

XVI

Un indicio en pro de esta teoría nos han deparado las excavaciones de la sepultura que describimos: en las tierras de relleno de la cámara, y a profundidad de un metro del nivel de la era, o sea, por consiguiente, a 70 centímetros sobre el pavimento del sepulcro, vimos hundida la segunda losa de la cubierta, y contigua a ella se encontraron los fragmentos de un tarrito de barro rojo, barnizado, de los que se consideran como saguntinos o de técnica sigillata

Sepulturas 68 a 74. Los rebuscadores antiguos y modernos de tesoros han dado fin funesto a sus ajuares. Sólo hemos podido apreciar ahora que la mayor parte de las cámaras funerarias de estas Sepulturas tienen forma de cista excavada en la tierra, sin obra de piedras de mampostería o de sillería. Algunas de esas cistas, por ejemplo la 70, es de dimensiones regulares, no inferiores a las de la cámara del túmulo 34.

Sepultura 75. De este barrio, el más aristocrático de la necrópoli de Tútugi, sólo profanáronse en la antigüedad la presente sepultura y la 76, porque los túmulos que las encierran son de tales dimensiones, que se denuncian por sí mismos.

Júzguese la importancia de la sepultura 75 por los dibujos y detalles fotográficos de la lámina XII. A esa aportación gráfica añadiremos en breves notas lo que por los dibujos apenas se puede apreciar: el pavimento de la cámara y del pasillo es de tierra apisonada y luego recubierta por una delgada costra de yeso. También se estucaron con yeso todos los muros interiores del monumento. Las paredes del vestíbulo se construyeron en talud y revocáronse con barro. Son de yeso marmóreo la columna, zapata y cornisa. Es muy interesante la forma y sección de la columna, que tiene achaflanadas las esquinas por cuatro medias cañas cóncavas. No pueden apreciarse las molduras en la parte superior de las cornisas por estar rotas, quizá bajo la presión de las tierras que recubrían la bóveda. La otra mitad de la zapata no ha podido encontrarse y fue triturada tal vez al hacer el agujero de la bóveda, por el cual penetraron verticalmente los primeros violadores de la sepultura, de cuyo ajuar sólo hemos visto pequeños fragmentos de cajitas de piedra policromada, del mismo estilo de la que se describirá minuciosamente en la sepultura 76; trozos de vasos griegos e ibéricos, en menor número que los de la cámara que antes hemos citado, y de hierro, un clavo grande con una anilla y un pedazo informe.

En la penúltima hilada de sillares del muro lateral derecho existe una hornacina.

Las aristas de la parte inferior de la columna aparecieron sumamente desgastadas: puede ser debido al roce de una cadena, cuyos restos se hallaron en la base de ella. Y, por último, una serie escalonada de círculos de piedra vimos aún en la superficie externa del túmulo, que servían para contener las tierras y conservar así la forma cónica del mismo.

Sepultura 76.- Con no ser esta sepultura tan rica como la anterior en el despiezo arquitectónico de la cámara mortuoria, y a pesar de que en su fábrica no existen aquellos bellos motivos escultóricos, ni alcanza las dimensiones de la otra, sin embargo, para el estudio del arte pictórico primitivo español y para el conocimiento más exacto de los ritos funerarios, ofrecía el presente túmulo materiales valiosísimos de investigación, que evidentemente le realzaban en aprecio arqueológico sobre todos. Pero ellos desaparecieron casi por completo; debiendo hacer constar, según nuestro criterio, que los documentos que nos quedan deben ser reputados quizá como un indicio de otras muchas obras mucho más trascendentales, de que sólo se tiene una idea vaga, o sea, que hay que establecer inducciones, a la vista de obras procedentes del ajuar de esta sepultura, para presumir el grado artístico de su decoración mural pintada, ya que no es posible adivinemos la significación de los asuntos que desarrollaba, en multitud de escenas y episodios, cubriendo todo el interior de la estancia fúnebre.

La cámara mortuoria, cuyo cuerpo principal acusa la forma de un cuadrilátero regular, tiene de lado por el interior 2’45 metros; y el callejón de acceso, 4’30 de largo por 0’83 de ancho. (Véase lámina VII-3). Las paredes fueron hechas de piedras toscas de escaso tamaño, apenas desbastadas por la superficie visible. Después de haberse revocado con yeso todo el interior, se pintaron de arriba abajo los muros de la estancia misma con figuras policromadas, de pequeñas dimensiones, que se relacionarían con el acto del sepelio y con episodios bélicos, venatorios o domésticos de los allí enterrados, según testimonio de los actuales y últimos rebuscadores de tesoros, que en 1916 la excavaron, y de infinidad de personas de Galera que fueron allí en peregrinación al cundirse la noticia del descubrimiento.

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