GALERA TREINTA Y CINCO SIEGLOS DE HISTORIA (Capítulo nº 95)
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GALERA TREINTA Y CINCO SIGLOS DE HISTORIA (Capítulo nº 42)
XI. LA EDAD MODERNA
II. … DIOS TE ME GUARDE DE MAL (y II)
Por su parte, Mármol relata así los hechos:
“Mientras se peleaba en la villa, andaba don Juan de Austria rodeandola por defuera con la caballeria; y como algunos soldados, dejando peleando a sus compañeros, saliesen a poner cobro en las moras que habian captivado, mandaba a los escuderos que se las matasen; los cuales mataron mas de cuatrocientas mujeres y niños; y no pararan hasta acabarlas a todas, si las quejas de los soldados a quien se quitaba el premio de la vitoria, no le moviera; mas esto fue cuando se entendio que la villa estaba ya por nosotros, y no quiso que se perdonase a varon que pasase de doce años: tanto le crecia la ira, pensando en el daño que aquellos herejes habian hecho, sin jamas haberse querido humillar a pedir partido; y ansi hizo matar muchos en su presencia a los alabarderos de su guardia. Fueron las mujeres y criaturas que acertaron a quedar con las vidas cuatro mil y quinientas, asi de Galera como de las villas de Orce y Castilleja y de otras partes”
Hita, que durante todo su relato está constantemente en la parte ideológica del bando cristiano -como es lógico por otra parte- hace un comentario muy significativo cuando concluye su narración de los hechos acontecidos en Galera, una vez ha caído la villa en manos de Austria a un precio tan alto de sangre:
“Se usó de tanto rigor y severidad con las mujeres y criaturas, que me parece se llevó el estrago mucho más allá de lo que permitía la justicia y era propio de la misericordia de gente española, que siempre se señaló hasta en favor de los bárbaros; no hubo piedad para ninguno, alcanzando la muerte no sólo á las mujeres, sino también á las criaturas bautizadas”.
En el APÉNDICE IV se relacionan los nombres de todos los vecinos moriscos de Galera -casi quinientos- que habían sido propietarios de sus tierras hasta 1570. La totalidad de ellos salvo escasísimas excepciones- fue víctima de los hechos que acabamos de narrar.
Por parte cristiana las bajas, siendo numerosas, son muy inferiores a las habidas en los alzados: más de doscientos muertos y más de quinientos heridos. Entre esos muertos se halla un número de mandos tan alto que hasta ahora no se había alcanzado en ningún momento de esta cruel guerra.
El saqueo que se sucede a continuación da lugar a un sustancioso botín de esclavos, “trigo y cebada que bastara para sustento de un año”, así como “rico despojo de seda, oro, aljófar y otras cosas de precio que se aplicaron (capitanes y soldados) para sí”.
Pero el delito de lesa majestad -comparable al que hoy calificaríamos como contra la seguridad del Estado- en que habían incurrido los sublevados no se pagaba sólo con las vidas. Había que dar un ejemplo para que el miedo cundiese entre los que aún estaban alzados y depusiesen su actitud ante lo que había ocurrido en Galera. Por lo tanto, lo que queda en pie del pueblo se arrasa, se le prende fuego y se siembra de sal como el gesto más elocuente de que la maldición que ha caído sobre él1. Y para que no vuelva a suceder y a nadie se le olvide, se decreta que nunca más se alcen viviendas en el lugar que se acaba de destruir.
Durante seis días más permanecieron las tropas en la villa, ya que al siguiente de su toma, contrariamente a lo que había sucedido en las semanas precedentes, llovió y nevó copiosamente sobre la comarca. Ello hacía imposible sacar de ella toda la impedimenta hasta que el tiempo y los caminos mejorasen. En este plazo la soldadesca se repartió el botín y se acabó por derruir lo que había quedado de muralla.
La noticia de la caída de Galera se conoció inmediatamente en toda España, donde causó el consiguiente júbilo. No en vano gran parte de la juventud de la nobleza española había participado en esta acción junto con el príncipe. Hay constancia, por ejemplo, de haber llegado la novedad a Italia antes que a muchas importantes ciudades españolas.
El suceso debió ser recordado durante bastantes años y Calderón de la Barca lo utiliza, junto con otros del Reino de Granada, para escribir un drama titulado Amar después de la muerte. La obra se inspira en los amores que mantienen El Tuzaní y La Maleha -hermana del capitán morisco que levanta Galera a la rebelión-. Ambos personajes aparecen en la parte novelada de la crónica de Hita, al igual que muchos otros de carácter ficticio. Curiosamente, Calderón comete un error geográfico, ubicando Galera en Las Alpujarras.
También en los romances populares suena el nombre de Galera a cuenta de la tragedia que en ella se ha vivido. Uno de ellos narra la escena en que Muza sostiene entre los brazos a su amigo, el joven Maestre de Calatrava, que se desangra por unas heridas recibidas. El primero se lamenta así:
“Cuán desdichado fue el día
que yo salí de Granada
a socorrer a Galera,
que nunca en Galera entrara,
pues tanto mejor me fuera
no estar con el Rey en gracia
que ver morir en mis braços
tal amigo y tal espada”
Por lo que se refiere a los supervivientes fueron trasladados, junto con otros de Huéscar, Orce y Castilléjar a La Mancha en calidad de esclavos generalmente. Durante unos años Galera va a quedar despoblada después de más de tres mil años de ocupación permanente.
Ginés de Pérez de Hita, siguiendo su costumbre de concluir cada uno de los capítulos de su obra con un romance que resume lo narrado, se contagia de la tristeza que la situación de la villa y sus habitantes debieron producirle y así lo expresa:
Mastredajes marineros
De Huéscar y otro lugar
Han armado una Galera
Que no la hay tal en el mar.
No tiene velas, ni remos,
Y navega y hace mal;
El castillo de la popa
Tiene muy bien que mirar.
La carena es una peña
Muy fuerte para espantar.
Quien pudo galafatearla,
Bien sabe galafatear.
No lleva estopa, ni brea,
Y el agua no puede entrar
Sino por escotillón
Hecho á costa principal.
Marinero que la rige
Sarracino es natural,
Criado acá en nuestra España
Para su mal y nuestro mal.
Abenhozmín ha por nombre,
Y es hombre de gran caudal.
Confiado en su Galera
Va diciendo este cantar:
‘Galera, la mi Galera,
Dios te me guarde de mal,
De los peligros del mundo
Y del príncipe don Juan,
Y de su gente española,
Que te viene á conquistar.
Si deste golfo me sacas
Delante pienso pasar
A la vuelta de Toledo,
Madrid y el Escurial;
el Pardo y Aranjuez
Los presumo visitar
Y llegar á las Asturias,
Do otra vez pudo llegar
Abenhozmín mi pasado,
Que vino de allende el mar,
Y poseyó las Españas
Casi mil años, o más’.
La Galera fue a encallar;
No puede ir adelante,
Ni puede volver atrás.
Cristianos la rodearon
Por haberla de tomar;
Toda es gente belicosa,
Con ellos el gran don Juan.
Comienzan de combatirla,
Y ella quiere pelear
Sin darse á ningún partido
Antes quiere allí acabar.
Fuertemente la combate
El de Austria sin la dejar;
Con cañones reforzados
Comienza á cañonear.
Poco vale combatirla,
Que es fuerte para espantar,
Hasta que le arrojan dentro
Pólvora, fuego, alquitrán,
Con que le dan cruda guerra
Y al fin la hacen volar.
Así acabó esta Galera
Sin poder más navegar.
1 El hecho de sembrar de sal viviendas, tierras, localidades enteras… como es nuestro caso de Galera, es una vieja costumbre castrense que se remonta nada menos que a la época visigótica española. Quienes eran acusados de traición eran sometidos, entre otras penas, a la siembra de sal y posterior quema de su vivienda.