GALERA TREINTA Y CINCO SIEGLOS DE HISTORIA (Capítulo nº 92)
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VI LA HISTORIA ANTIGUA
Cuando Roma lleva a cabo la ocupación de la península Ibérica en el siglo II antes de Cristo, la ciudad ibérica de Tútugi domina sobre lo que en la actualidad conocemos como comarca de Huéscar.
Una única población -con la que curiosamente aún no se ha dado- se alza en el panorama del norte de la provincia granadina con la misma importancia que la tutugiense: Basti, supuestamente establecida en las inmediaciones de la actual Baza.
Durante siglos, como hemos visto en el capítulo anterior, la infraestructura de la población de Tútugi se ha ido consolidando y adquiriendo cada vez una mayor importancia.
Basada en la explotación de las tierras -cultivadas sin duda alguna en régimen de regadío y de secano- así como en la presencia de una cabaña ganadera más o menos destacada, Tútugi era la única referencia poblacional de importancia con un censo que podía superar varios miles de personas, a juzgar por el número de enterramientos de esta época estudiados en su día por Cabré y Motos. Diseminadas en los hoy términos de Huéscar, Orce y Castilléjar principalmente, hay unas pequeñas agrupaciones humanas, sin duda alguna relacionadas administrativamente con Tútugi.
Este es el panorama que pueden presenciar quienes -soldados o mercaderes- llegan a la población con los primeros materiales de factura romana que se conocen en Tútugi.
La romanización, la impregnación de todo tipo de manifestaciones culturales procedentes de la península Itálica que tiene lugar en el finis terrae del mundo entonces conocido, se hace patente muy tempranamente en nuestra comarca y concretamente en los territorios administrados por la jerarquía ibérica de la ciudad establecida desde hacía más de mil años en el cerro de El Real.
Una vez más son los arqueólogos quienes nos den la base científica para esta afirmación. En las excavaciones que se practicaron en el cerro de El Real en los años 1962 y 1963 por W. Schüle y M. Pellicer, ya mencionadas, se llegó a conclusiones muy importantes sobre la importancia que, para el estudio de una amplia banda cronológica entre -900 y -600 tiene este yacimiento, a las que ya se ha hecho referencia en el capítulo anterior. Una afirmación del primero de los autores citados, es concluyente:
“…hasta el momento (1969) en ningún otro punto del Mediterráneo Occidental tenemos una estratigrafía, probablemente completa, que vaya desde el eneolítico precampaniforme hasta los tiempos árabes y la conquista de Galera por don Juan de Austria”
Este punto es el área situada entre el cerro de la Virgen de la Cabeza (Orce) y el cerro de El Real, en Galera.
Sin embargo, y aún sin conocer estas estratigrafías por no haberse excavado aún, el Estado español había intuido, ya en 1931, la destacada importancia de los restos ibéricos exhumados en la Necrópolis ibérica de Tútugi. Por Decreto del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, publicado en la Gaceta de Madrid número 155, de 4 de junio de ese año, se declara Monumentos histórico-artísticos pertenecientes al Tesoro Artístico Nacional una larga serie de ellos, entre los que se encuentra “la necrópolis hispánica de Galera”, que, como sabemos, había sido casi totalmente excavada unos años antes.
La romanización, como decimos, se inicia en los primeros momentos de la ocupación. Ello no supone, antes al contrario, ningún trauma social que se haya descubierto en los restos arqueológicos de los niveles del cerro de El Real. Así lo atestiguan Schüle y Pellicer cuando, al referirse al Estrato II del Corte IX practicado por ambos en el yacimiento, dicen:
“Es el nivel del momento que designamos ibero-romano, claramente fechado. Las construcciones tienen las características inmediatamente anteriores con gruesos muros de gran aparejo y fuertes sillares. Las tegulae y los ímbrices de la techumbre son abundantes”
Es decir, que aún no ha concluido la fase del esplendor máximo de la ibérica Tútugi cuando la presencia latina se hace patente en los niveles ibéricos de El Real. La fase siguiente, determinada por el que los arqueólogos llaman el Estrato I,
“Pertenece al período romano imperial. Los materiales de construcción son de gran riqueza, entre los que sobresale el mármol, molduras de yeso y estucos pintados en rojo, negro y amarillo… La cerámica característica es la terra sigillata en sus especies aretina, sudgálica, hispánica y clara. Estas especies datables con precisión… hacen que coloquemos este potente estrato (que alcanza más de 1 metro de grosor) en un momento que va desde Augusto hasta el siglo V después de Cristo”
Esta presencia, tan clara y tan profunda, va a dictar la historia de Tútugi, que sigue llamándose así hasta el final de este período, durante más de quinientos años.
El sentido práctico de que hacen gala los romanos en muchos aspectos de su cultura, se manifiesta inmediatamente en su reacción ante la realidad social que es la ciudad ibérica de Tútugi. Seguramente porque la actitud de sus habitantes no es reacia ante la progresiva romanización, como es el caso de otras ciudades peninsulares, el desarrollo de la ciudad de El Real no se trunca, sino que experimenta un considerable empuje, a juzgar por los restos arqueológicos hasta ahora conocidos.
Las distintas prospecciones arqueológicas que se han llevado a cabo en el territorio de Galera y municipios limítrofes, nos dan una idea de la “explosión demográfica” que experimenta esta comarca ya desde tiempos ibéricos. Esta relación de asentamientos, referida sólo a los que se encuentran en el curso del río Barbata, es suficiente para aproximarnos a la ocupación humana entre los siglos III/IV a. C. y III/IV d. C.:
Período ibérico.
Término Municipal de Galera. Ciudad y necrópolis de Tútugi, Cueva de Morillas, Cerro de La Cabeza, Castellón de Abajo y Cerro de Las Terreras
Término Municipal de Huéscar. Cucurujil, Vado de Los Veras, Cueva de Peroles, La Granja, Cueva Romero, Fuencaliente, Puente del Jueves y Cerro de Los Roncos.
Período romano:
Término Municipal de Galera. El Real, Buenavista, Cuevas Hundidas, Los Pollos, Puente de Tomás, Rambla del Almacil, Hoya de las Nanas, Loma y Cuesta del Quemado, El Batán, Ventevacío, Cueva de Morillas, Castellón de Abajo, Llanos del tío Catulo, Llano del Botero, Cortijo de Cerrea y Cañada de Macilucas.
Término Municipal de Huéscar. Cucurujil, Cueva de D. Alfonso, Cerro del Tonto, Cueva de Juan Pedro, Vado de Los Veras, Cueva de Peroles, Cañada de María, La Granja, Fuencaliente, Puente del Jueves, Cortijo del Aire, Cortijos Papados, Cueva Carada, Cortijo del Hambre, Loma de Haro y Cerro de Los Roncos.
Se puede observar que prácticamente todos los yacimientos con antecedentes ibéricos son ahora ocupados por niveles romanos. Igualmente, se ve que éstos últimos son más abundantes, lo que explica el desarrollo cultural que experimenta Tútugi y su demarcación territorial con la romanización.
Estos yacimientos, exceptuando la necrópolis ibérica y El Real, son de medianas o pequeñas dimensiones. Hay que verlos como asentamientos muy puntuales vinculados a la explotación agraria y la ganadería, dependientes de la ciudad, que se alza en el lugar más estratégico de la zona: en el cruce de dos ríos y sobre un cerro que domina visualmente un área muy extensa.
A partir del finales del siglo II tiene lugar en todo el ámbito romano la conocida crisis social que trae como consecuencia, entre otras, la proliferación de casas de campo más o menos importantes (villae o fundus) que alzan los terratenientes en sus posesiones, como lugares de recreo y de vigilancia de los trabajos agroganaderos que en ellas se desarrollan. Es en este momento cuando el valle del río Barbata que se sitúa entre Riego Nuevo y Fuencaliente comienza a verse poblado por esas construcciones que prácticamente lo cubren en su totalidad. En opinión de algunos expertos, es el resultado de un reparto de tierras en favor de soldados licenciados del ejército, que fijan en este lugar su residencia, conocido como centuriación.
Por su parte, Tútugi sigue siendo la única entidad de población de envergadura en la comarca. La explotación agraria y el desarrollo ganadero le dan cada vez más importancia económica como nos lo demuestran los restos de un templo que debió alzarse en algún lugar del interior de la ciudad.
Dicho templo, construido con bloques de caliza de gran calidad, así como de costoso mármol blanco, evidencia la pujanza económico-social que debieron alcanzar quienes mandaron edificarlo.
Afortunadamente, ya que han sido muchas las vicisitudes y las destrucciones que a lo largo del tiempo han sufrido sus restos, conservamos cuatro lápidas inscritas, tres de ellas de la primera mitad del siglo III d. C., una cuya cronología es más difícil de fijar, pero similar a las anteriores, y la inscripción de una quinta actualmente desaparecida.
Las dos primeras son honoríficas y están dedicadas respectivamente a la abuela, Julia Augusta, y al padre, Antonino Magno (más conocido con el sobrenombre de Caracalla), de Marco Aurelio Severo. La tercera de ellas está igualmente ofrecida en honor del emperador Marco Aurelio Antonino.
Además de honoríficas, las dos primeras lápidas tienen la particularidad de ser toponímicas, dándonos con ello el nombre de la ciudad.
La cuarta, de carácter funerario, la levantan Manlia Psyche y su hija Mysice en recuerdo de “Emilio Justo, amigo excelente”.
Por último, la quinta, que según la copia conservada también es toponímica, se alzó en honor del emperador Marco Antonio Gordiano.