CALLE CORTIJO DEL CURA

Aproximadamente en el extremo suroccidental del término municipal de Galera se encuentra una de las tres aldeas con que cuenta éste: el Cortijo del Cura.

No hay datos, que sepamos, del origen de esta agrupación de viviendas, construidas o excavadas en el terreno. Pero suponemos que tendrá bastante que ver con las inmigraciones que se experimentaron a mediados del siglo XIX desde el levante (principalmente los pueblos limítrofes de la actual provincia de Almería) hasta estas tierras.

El nombre de “cortijo del cura” era el que llevaba en principio el actual “cortijo de San José”, propiedad del sacerdote don José Sánchez del Barco y Barnés, en cuyas inmediaciones fueron levantándose las casas y excavándose las cuevas que dieron lugar a este anejo. En este paraje hay un afloramiento de una de las curiosidades geológicas más destacadas del término municipal de Galera: las paleosismitas, testigos de un terremoto que tuvo lugar hace unos 800.000 años.

Es el núcleo habitado más alejado de la cabeza del municipio, ya que a muy pocos centenares de metros de éste se halla el límite con el término de Castilléjar. Relacionado con el punto por donde pasa esta línea divisoria, hay una hablilla -que no creemos con ningún fundamento histórico, pero que creemos tiene un especial encanto- en cuanto a la forma de establecer dicha “frontera”.

Se cuenta que cuando se estaban trazando los límites municipales de cada término, se reunieron el alcalde de Castilléjar y el de Galera para ver de qué manera más equitativa lo hacían. Después de estudiar una y otra fórmula eligieron la siguiente:

El día señalado para ello, ambos regidores se levantarían antes de que saliese el sol y, justamente cuando éste despuntase por el horizonte, se pondría en camino cada uno en dirección al pueblo vecino, es decir, el de Castilléjar hacia Galera y el de Galera hacia Castilléjar, a lomos de una caballería. Donde se encontrasen sería precisamente la mitad del camino y allí fijarían el lindero.

La madrugada elegida, ambos se pusieron en marcha desde sus respectivos pueblos al vivo paso de sus acémilas. El sol se había levantado dando la señal convenida. Tras dejar Castilléjar a su espalda, su alcalde estaba enfilando el camino que lleva directamente a la cueva de Alarique, cuando a lo lejos divisó un individuo montado en burra, que venía en dirección opuesta. Metro a metro, el confiado munícipe iba intentando adivinar de quién se trataba, hasta que la sospecha le asaltó: “¿Es el alcalde de Galera?”

Un tiro de piedra más adelante se confirmó el augurio. ¡Era el alcalde de Galera, y estaba a punto de meterse en el mismo Castilléjar, a menos de media legua del pueblo!

“¡Es que en Galera sale antes el sol, dijo sonriendo el galerino, y por eso he madrugado más que tú!”, se justificó ante el castillejarano.

Como el trato es el trato, ambos se apearon de sus acémilas y establecieron que el límite entre ambos pueblos “ahora y para siempre”, estaría bajo la denominada cueva de Alarique. Desde entonces, en Castilléjar llamaron a los de Galera “los madrugaores”. Pero de eso ha pasado mucho tiempo.

Tanto, que está todo olvidado.

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