PRÓLOGO

 
 
 

Jesús Fernández Fernández
Jesús Mª García Rodríguez

GALERA TREINTA Y CINCO SIGLOS DE HISTORIA

PRÓLOGO

Pues ya está aquí el libro: el libro de Galera. Y no lo digo porque se llame así, sino porque lo es. No es un “libro” sobre la villa decana de la Cultura en la comarca, sino “el libro”; la obra prácticamente definitiva -ninguna lo es, ya que la vida sigue- sobre la prehistoria, la historia y la cultura de un núcleo humano asentado ininterrumpidamente desde hace más de tres milenios.

Lo llevábamos esperando desde años; justamente los que ha costado a sus autores reunir documentación, transcribirla en muchos casos -algo pesadísimo-, sistematizar datos y noticias, estructurar la obra y, sobre todo, escribirla.

Ha sido un trabajo a dos, en el que han formado tándem el Aabuelo@ heredero histórico de la villa, depositario del testigo de cuanto, poco o mucho, se sabía en Galera sobre Galera -Jesús Fernández Fernández- y su joven amigo, compañero y discípulo espiritual -Jesús María García Rodríguez-. Los dos, como dicen ahora los jóvenes, en expresión procedente de Sevilla, “muy buena gente”.
En rigor, ni Jesús es un abuelo ni Jesús María un mozuelo. Son ambas expresiones las que utilizo conscientemente, pero en su valor simbólico, en cuanto uno es el que conserva la tradición de la familia, y el otro es el que, captando íntegro el mensaje, tiene vigor como para recogerlo y pasarlo a su generación y a la siguiente, con ansias vitales juveniles, capaces de comerse el mundo.
Quiero aclarar que no hablo -aunque los respeto al máximo- de una pareja de “eruditos locales” al antiguo uso, heroicos en su soledad pero faltos de formación crítica, científica y metodológica. Aquellos hombres, aún con sus carencias, pero gracias a su fidelidad y su trabajo, normalmente trillando implacablemente los archivos locales, resultaron ser auténticos notarios del pasado, al testificar en muchas ocasiones sobre aconteceres y documentos, posterior y desgraciadamente olvidados o desaparecidos por incendios, despojos o guerras.

Han sido estos personajes, frecuentemente, quienes, en muchos lugares, constituían la “élite” de los pocos que “tenían letras”; aparte de los maestros, estaban los sacerdotes, médicos, farmacéuticos, militares retirados… o próceres locales: aunaban letras, cariño y apego a su pueblo y sus gentes, muchas veces ante la indiferencia o la ironía de sus paisanos, que estimaban rareza su manía de buscar pergaminos y d escribir sobre cosas viejas. Como si fueran Quijotes soñando locuras entre libros de caballería. El caso es que, bien visto, Quijotes sí que eran, como estos dos Jesuses lo son.
No es éste el caso, puesto que hoy nos hallamos a las puertas del siglo XXI y ante un par de infatigables trabajadores que, sobre una formación académica seria, han absorbido por sí mismos un enorme acervo posterior, gracias a su trato y colaboración directa, durante decenios, con profesores universitarios que han venido realizando en la zona sus trabajos de campo. Son, por ello, respetados, admirados y queridos.

Podríamos decir que Jesús lo acumuló de adulto, sobre su larga dedicación humanística a libros y papeles; y que Jesús María echó literalmente los dientes pegado como una lapa, sobre el terreno mismo, a auténticos genios de la investigación: era, junto a esos maestros indiscutibles, el alumno apasionadamente absorto que todos los que hemos sido profesores -y eso siempre se sigue siendo- hemos soñado tener.

Además, Jesús ha sido durante un tiempo el alcalde de su pueblo, que es lo más importante que se puede ser, mientras Jesús María quiso y consiguió muy joven ser maestro de pueblo en su pueblo, con el ansia de contagiar su entusiasmo a sus pequeños paisanos, que más tarde son menos pequeños y hasta se deciden a seguir en la Facultad lo que con él aprendieron. Los dos son de Galera y se sienten responsables de las cosas de Galera hacia la posteridad.

Esa responsable veteranía de Jesús es la propia de quien pisó las aulas granadinas del Colegio del Sacromonte y de la Facultad de Derecho. La de Jesús María viene de los entusiasmos docentes de quienes, en la antigua Escuela Normal de la misma capital, ya universitaria, apostaban nada más y nada menos que a disfrutar y hacer fecundo el título de Maestro: con lo que supone de nobleza y entrega esa vieja palabra, tan poco usada ahora -dicen que vuelve-, quizá porque el ambiente es poco propicio a magisterios y a saberes magistrales.

Yo he tenido, desde bien pequeño, por fortuna inmensa, y entre la multitud de mis sucesivos profesores, auténticos Maestros -así, con mayúscula-: desde cuando, en la Huéscar de la postguerra civil, lo demostraba ser Don Pascual Dengra, hasta los que encontré en el inolvidable Colegio jesuítico de Sevilla, o en las Facultades de Derecho de Sevilla y Granada, o en la siempre añorada de Filosofía y Letras de la Central de Madrid de los primeros años cincuenta, donde muy poco alumnos disfrutábamos, como el privilegio que era, de la labor y hasta la amistad de una auténtica aristocracia docente. He tenido auténticos Maestros, y por eso valoro como tal a quien logra, catedrático o profesor, llegar a serlo, y hacer Escuela desde la escuela.

Siempre he oído a los mayores sabios con que he tropezado en la vida, hablar de “su Maestro Don Fulano”: nunca falta es “Don” por delante. Eran conscientes de su deuda con ellos, tanto científica como humana.

Ambos Jesuses se han complementado en perfecta armonía, aportándose mutuamente los elementos de juicio de sus respectivas formaciones y generaciones. Ambos han llegado a más, a mucho más de lo que oficialmente hicieron; y ambos por el nobilísimo motivo del amor a su pueblo y a su gente. Han sido miles de horas que, sumadas a las de siempre cortas del respectivo “curriculum” académico, suponen auténticas licenciaturas y hasta doctorados en la universidad de la vida. No han querido ni quieren dar su tiempo a Apasatiempos@ o a Amatar el tiempo@, para ellos precioso e irrepetible: ya que necesitan su vida para ofrecerla a su tierra madre, a quien la deben.

Como es natural, y desde el momento en que la gran Historia se hace con la suma de cada una de las pequeñas historias; y de que muchas veces un gran hecho histórico ha ocurrido sólo y precisamente en un pequeño y apartado lugar, se da la circunstancia de que éste nuestro Libro de Galera es una aportación muy seria a la historia de la comarca, de la provincia, de la región y hasta de España.

Baste aludir al significado, como mínimo nacional, de la antiquísima e ibérica Tútugi, con la necrópolis más importante del país en esa nuestra cultura autóctona; o la trágica epopeya de la Galera morisca, donde se enfrentaron los arcabuceros turcos de la Sublime Puerta en Argelia con los tercios españoles de Nápoles, a las órdenes éstos del que a poco sería el héroe de Lepanto, Don Juan de Austria.

No ha sido un desierto científico el tiempo transcurrido entre las primeras inquietudes de uno y otro Jesús y la publicación de su obra; y ello sin aludir ahora a quienes tangencialmente se han ocupado anteriormente de la villa, como han sido los cronistas medievales o modernos, o el mismo Calderón de la Barca, con su “alpujarreño” Tuzaní. Tampoco traigo ahora a colación historiográfica, pero sí a cariñoso recuerdo, al ilustrado Don Marcelino Fernández, típico abate dieciochesco, que abordó con los escasos instrumentos científicos de su tiempo la empresa de una “Historia de Galera”.
Pienso más bien, porque las viví, en las inquietudes y actividades de aquel nuestro buen amigo, trágica y prematuramente desaparecido, que fue Juan de Dios Guerrero Portillo, párroco de Galera, sobre cuyo entusiasta interés por el pasado y el presente de la villa puedo testificar. Para qué decir lo que toca al joven, también amigo y prometedor Rafael Carayol Gor, de cuyo paso por las parroquias de Orce y de Galera quedan, entre otros frutos, sendas obras históricas sobre aconteceres concretos de esta tierra. Hay que tener en cuenta que, por haber formado ambas villas parte del mismo Señorío de la Casa y Estado de Baza, un altísimo porcentaje de sucesos y noticias es compartido por las dos; y que datos ausentes en archivos de una se encuentran en los de la otra.

Igual gratitud merece el simpático trabajo de Miguel F. Rodríguez Gómez, sobre la base histórica que agradece a los dos Jesuses, ya en su papel de guía turística de este “oasis” de la Altiplanicie. Ahora, cuando la sensibilidad europea, la facilidad de comunicaciones y el creciente nivel de vida han hecho el milagro de que estos pueblos, creídos muy corrientes e incluso feos hasta hace poco, resulten ámbitos de exótica belleza y sugerente gastronomía.

Tampoco quiero hacer aquí, porque no parece el momento, un exhaustivo catálogo de los artículos que unos y otros hemos venido escribiendo, y el comienzo de cuya serie me atrevo a retrotraer al ya lejano 1968, cuando, por motivos que se resumen en puro cariño al paisaje raíz de nuestros antepasados, me eché encima la obligación de recopilar, implacable y exhaustivamente, la información referente a esta comarca, que tiene perfecta unidad, buscándola desde los grandes archivos nacionales y provinciales, eclesiásticos o señoriales, de Órdenes Militares o del Ejército, a los existentes en poblaciones, comarcas y provincias vecinas o menos vecinas. Se habla de nosotros en Orihuela, Murcia, Lorca, Caravaca, Cazorla, Segura, Campo de Montiel, Úbeda, Baeza, Guadix, Baza, El Almanzora, Los Vélez, vera, Almería…: donde menos se espera saltan piezas inesperadas.

Esta ya larga travesía como documentalista, de cuyos frutos siempre he tenido el placer de hacer partícipes a cuantos más o menos jóvenes se me han acercado, y de quienes, en reciprocidad, siempre he recibido generosa correspondencia y ayuda, ha sido, no en categoría pero sí en cronología, la base de salida de muchos -cada día más- recientes graduados, bien preparados, que van publicando trabajos muy serios sobre lo que, hasta antes de esta época, era un auténtico secanal historiográfico.

De ellos he aprendido mucho y, en esta ya larga singladura mía, creo que su profunda y leal amistad ha sido para mí la mejor gratificación. Sólo por eso ya merecía la pena echarse a esa aventura que ya va para treinta y dos años, y sigue.

Y hablo de Historiografía e Historia, mirando con muchísimo respeto a los padres del interés por la zona, ya en una línea de prehistoriadores y arqueólogos que comenzando por Cabré y Motos, y siguiendo por Schüle y Pellicer, llega a los magníficos equipos que, desde el Departamento de Prehistoria y el Museo Arqueológico de Granada, mantienen con regularidad su presencia en nuestros yacimientos. Los de Galera son de la máxima importancia y cubren amplísimas etapas desde la más remota antigüedad.

Ha sido esa presencia, desde su inicial aprendizaje en vivo junto a Schüle, como científico y como persona, la que ha propiciado el ambiente en que literalmente se ha criado Jesús María; y la culpable, con la necesaria colaboración de su mujer, de que ambos tengan ahora ya en su casa, como licenciado y arqueólogo, un hijo que, para mayor garantía de continuidad, también se llama Jesús María.
Es una alegría para todos tener ya el libro en las manos, y que éste no sea un amenazante ladrillo, sino un trabajo fácil de leer para todos; que esa condición requieren las obras de historia local, destinadas a cubrir por igual las exigencias científicas que la curiosidad de los paisanos, chicos y grandes.

En esa línea, el decurso histórico general se desarrolla por delante, con tratamiento fluyente y homogéneo, para proporcionar al lector una coherente visión de conjunto. Los aspectos más o mucho más detallados, propios a épocas o circunstancias que dan más de sí, y que, incrustados cronológicamente en el texto, hubieran hecho perder esa aludida visión de conjunto, van expuestos después en multitud de apéndices, ya sin miedo a la extensión, a veces enorme.

Esa alegría de los lectores es un pálido reflejo de la que tienen ambos autores, acompañados a coro por quienes tenemos la fortuna de ser sus amigos -sus viejos amigos-, animadores y colaboradores de tan laborioso parto, que, como todos, es suyo; pero cuyo hermoso fruto va a ser desde ahora patrimonio general.

Enhorabuena a ambos autores, a Galera y a todos: pues a todos, más o menos paisanos, nos afecta.

Granada, 2 de abril de 2000.

Vicente González Barberán
Del Centro de Estudios Históricos de Granada y su Reino
Del Instituto de Estudios Pedro Suárez, de Guadix

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