IV LA PREHISTORIA

IV.1. PRIMERA OCUPACIÓN HUMANA DEL TERRITORIO


En 1982, tras varias campañas de excavación en busca de referencias sobre la macrofauna del Cuaternario inicial, aparecería en Venta Micena (Orce), un fragmento craneal cuyos descubridores identificaron como perteneciente a la especie Homo, con una cronología que oscilaba entre 1’3 y 1’6 millones de años.
La prensa se hizo eco del hallazgo, conocido a partir de entonces como El Hombre de Orce, alcanzando por ello una popularidad que no suelen tener este tipo de descubrimientos científicos.
En esta época, como sabemos por lo dicho en el capítulo correspondiente, la región estaba casi totalmente ocupada por un sistema de lagos, lagunas y charcas de aguas dulces y salobres, similar a lo que actualmente calificaríamos de pantanos, humedales o marismas. En las zonas marginales, se había desarrollado una vegetación correspondiente a un ecosistema, distinto al que conocemos en la actualidad por las condiciones climáticas que incidían en el área, compuesto por gramíneas de gran porte, apareciendo vez en cuando bosquecillos en un paisaje que nos recuerda la sabana de algunas regiones de África.
Como otros seres más de la nutrida población de herbívoros y sus correspondientes depredadores que ocupaba las riberas de este sistema lacustre en el paraje de Venta Micena (Orce), deambularía algún grupo de homínidos por el área en busca del sustento diario.
Aunque no es probable que utilizasen el fuego en beneficio propio, sin embargo se ha documentado -en la vecina localidad de Fuente Nueva, también de Orce- una industria lítica cuya facies corresponde a un Paleolítico Inferior muy poco evolucionado, con una cronología que no debe superar la cifra de 1’1 millones de años.
Recientemente, al igual que sucediera al poco tiempo de la publicación del hallazgo de este homínido, se ha cuestionado por algunos científicos la autenticidad del fragmento óseo referido, aunque no los útiles aparecidos con posterioridad y a los que hemos hecho alusión.
Parece, pues, confirmarse que la ocupación humana de la comarca hemos de situarla en el Paleolítico Inferior.
Esta realidad, sin embargo, no tiene una continuidad en el tiempo, a juzgar por los datos que hasta ahora tenemos sobre asentamientos humanos en el área que nos ocupa. Ha de pasar muchísimo tiempo para que la antropización de la comarca sea un hecho demostrable, permanente y general.
No hay evidencia, hasta ahora, de una presencia humana en la comarca en el resto del Paleolítico ni en el Neolítico. Tal vez en los últimos momentos de éste -transición entre el Neolítico Reciente y el Calcolítico- pudiera haber aparecido en nuestro horizonte vida inteligente.
Establecida ya la Edad del Cobre en nuestra región y en nuestro territorio comarcano a mediados del III milenio antes de Jesucristo, van surgiendo en esta última asentamientos estables sin solución de continuidad hasta nuestros días.
Vinculados a este período cultural, son varios los yacimientos que conocemos dentro de nuestra área jurisdiccional -y alguno fuera de ella-, que son los “pioneros”. El cerro de La Virgen de la Cabeza, de Orce, se alza en este momento con la “capitalidad” del área hacia el 2.200 antes de nuestra era. En esta fecha, poco más o menos, había heredado la hegemonía de otro lugar que se había destacado dos o tres siglos antes en el paraje que hoy conocemos con el nombre de “El Malagón” (Cúllar).
Diseminados por las tierras de la Hoya de Huéscar, posiblemente relacionados con el centro neurálgico que debió ser el poblado de La Virgen de la Cabeza, se desarrollan otros de menor envergadura en el cerro del Negro y cerro de La Trompeta (Huéscar), cerro de La Cueva Alta, Loma de Los Balcones y cerro de La Cabeza (Galera), etc.
Esta primera fase de ocupación, en opinión de algunos especialistas, está originada por los asentamientos que se levantan en las márgenes más estratégicas de los ríos para apoyar el flujo de caravanas que van, desde el área almeriense del Almanzora, hasta la cuenca alta del Guadalquivir en busca del mineral del cobre, fundamental para mantener su actividad metalúrgica una vez que se han agotado las reservas de su entorno inmediato. Los cursos fluviales, al igual que sucediera hasta el desarrollo del ferrocarril, eran los caminos naturales aprovechados por el hombre para sus migraciones.
El hecho, por consiguiente, de estar nuestra comarca en un punto crucial del camino natural que pone en comunicación las tierras levantinas con las andaluzas, propició su temprana ocupación humana.
Estas gentes, que entre otros logros culturales de su época introducen en el área innovaciones tecnológicas tales como la cerámica campaniforme y la metalurgia del cobre -suficientemente constatadas las labores de extracción y fundido de este último en “El Malagón”- aprovechan la facilidad del territorio para la práctica de la agricultura -quizá la más antigua de Europa en régimen de regadío en La Virgen de la Cabeza- y la ganadería de ovicápridos y bóvidos fundamentalmente.
Los poblados más destacados estaban fortificados por muros de piedra con la finalidad evidente de protegerse de ataques del exterior.

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