Grupo de desarrollo rural (G.D.R.)

EL GRUPO DE DESARROLLO RURAL (G.D.R.) DEL ALTIPLANO APRUEBA EL PROYECTO DE RESTAURACIÓN DEL TÚMULO 20 DE LA NECRÓPOLIS DE TÚTUGI, VALORADO CASI EN 100.000 €.

En su reunión del día 27 del pasado mes de octubre en las dependencias del “Hotel Galera”, de esta localidad, el Consejo Territorial del Grupo de Desarrollo Rural (G.D.R.) del altiplano norte de la provincia, dio luz verde para la aprobación del proyecto de restauración y reconstrucción del túmulo 20 de la necrópolis ibérica de Galera (siglos IV a I a. C.), que estará protegido por una especie de carpa de estructura metálica. El coste de la obra alcanzará los 99.994’80 €, cofinanciados por el G.D.R. y el Ayuntamiento de Galera, según informa su alcalde, Miguel Ángel Martínez Muñoz, quien añade que las obras comenzarán en breve espacio de tiempo.

Esta sepultura, conocida desde la segunda década del siglo XX, albergó en su seno un importantísimo ajuar funerario, que los especialistas vinculan a un personaje relacionado con las creencias religiosas de la época, tal vez un sacerdote. Entre los objetos que constituían destaca la conocida como Diosa de Galera, figura sedente de alabastro de factura fenicia, fechada en el siglo –VII.

 

Un  tesoro en los sueños de Marta

La necrópolis ibérica de la antigua Tútugi fue descubierta para la ciencia gracias a varios sueños que dijo haber tenido una muchacha de la clase más humilde de la villa, hacia 1915. Según ella, en ciertos lugares de las inmediaciones del pueblo, había enterrado un fabuloso tesoro de los antiguos habitantes de la zona. Marta logró contagiar su entusiasmo primero a los miembros de su familia y progresivamente a bastantes vecinos de la villa. Siguiendo los indicios que aparecían en superficie –cerámicas antiguas, restos de muros, silos, etc.- los “tesoreros” buscaron si demasiado éxito el oro que se les había prometido. Sin embargo, en muchos casos dieron con niveles arqueológicos medievales, romanos e ibéricos.

En el paraje conocido como La Ribera, los furtivos localizaron nada menos que un cementerio con más de dos mil años de antigüedad, en donde los habitantes de la cercana ciudad de Tútugi habían estado enterrando a sus muertos durante siglos. El destrozo que sufrieron estos enterramientos fue incalculable. Espectaculares cámaras funerarias, riquísimos ajuares de procedencia griega, sorprendentes armas de hierro y demás enseres propios de estas prácticas funerarias fueron desapareciendo bajo las piquetas y la incultura. Algunos objetos de alto valor artístico como algunas piezas griegas, fueron milagrosamente preservados al ser adquiridos por coleccionistas como pueden ser los Rodríguez Acosta. La Diosa de Galera fue igualmente salvada al ser adquirida por el arqueólogo belga Luis Siret, que posteriormente donó al Museo Arqueológico Nacional.

 

Las excavaciones de Cabré y Motos

Ante la abundancia y magnificencia de los hallazgos, y por pura casualidad, Juan Cabré y Federico de Motos solicitaron los correspondientes permisos de excavación, que les fueron concedidos en varias campañas. En ellas recuperaron gran parte del material saqueado, estudiaron las sepulturas violadas e incluso pudieron excavar algunas de ellas que habían quedado intactas. En 1920 ambos arqueólogos publican la correspondiente Memoria de sus trabajos, que aún en la actualidad es de lectura obligada para quienes busquen información sobre aquella civilización, doblemente milenaria, que fue la Cultura Ibérica. No obstante ello, a ambos se les escapó la verdadera importancia que alcanzaba la sepultura que ellos mismos habían numerado como la 20, que había sido severamente alterada por la acción de los furtivos. Pese a ello, años después, concretamente en 1931, toda el área fue declarada como Monumento Histórico de carácter Nacional.

 

Las nuevas investigaciones sorprenden a los especialistas

Incluida en las actividades de un Campo de Trabajo del año 2000, se procedió a la limpieza de los viejos túmulos estudiados por las especialistas mencionados en el apartado anterior y se vio con sorpresa que aún era posible obtener una importante información de ellos, pese a las vicisitudes por las que habían pasado. Así, y ya en los primeros años de esta centuria, tuvo lugar la reexcavación, entre otros, del túmulo 20, que se manifestó como “una cámara cuadrangular con pasillo de acceso, ambos excavados en la roca… (situada en el centro) de una plataforma circular de 13 metros de diámetro, que es pintada de rojo… En el centro de esta plataforma se construye, como proyección de las estructuras subterráneas, un espacio cuadrangular con corredor de entrada. Este edificio al aire libre queda enmarcado dentro de la plataforma por la forma del lingote chipriota pintado en blanco”, dicen sus modernos investigadores, Mª Oliva Rodríguez Ariza, Francisco Gómez Cabeza y Eva Montes Moya.

Analizando tanto el ajuar, que pudo ser recuperado en su día de sus saqueadores, como las propias estructuras que constituían esta singular sepultura, sus excavadores llegan a la conclusión de que “este espacio ritual podría no haber funcionado como sepultura en un principio, sino como un pequeño santuario y, por tanto, la diosa y su ajuar podrían ser los elementos que participan en lo ritos que allí se realizan…” Destacan estos estudiosos igualmente “… la utilización de un símbolo tan importante en el mundo ibérico como es el del lingote chipriota “, sin descartar en ningún momento “la probable articulación de las sepulturas de la zona”.

Este hallazgo fue respaldado oficialmente por la visita de la Consejera de Cultura de la Junta de Andalucía, que tuvo lugar al finalizar aquella campaña de investigación.

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